Sin Categoría

Vals

Por Carlos Soto
@elcarlox

I.

La emisora de salsa confiable cambia de tono por unos minutos.

De pronto no suena nada romántico en la radio que está en la sala de tu casa, sino algo más nostálgico, una canción con violín. “Es Rubén Blades con Éditus, el grupo nacional” te dice tu mamá. Y cada vez que la canción suena, te sentás en el piso al frente de la radio para tratar de escuchar todos los tambores y metales extraños que hacen vibrar los parlantes.

La percusión te llama y te dan ganas de sumarte a la orquesta. Con el tubo de cartón de un papel higiénico improvisás tu propio güiro. Y raspás el tubo chaca-chá chaca-chá chaca-chá para no perderle el ritmo a Tapado (aunque no sabés que el percusionista se llama Tapado). La música nunca había tenido tanto sentido.

La canción es en español pero lo que menos te importa es la letra. Sólo sabés que Rubén dice “Hoy cambiará tu vida” porque esa canción, sin querer sonar cursi, te cambió la vida. Cuando ya sos adolescente y tenés una batería que ya reemplazó todos los cartones de papel higiénico buscás la canción en Google y te das cuenta que se llama “Sicarios”. Quién iba a pensar que todo este tiempo estuviste matizando una narconovela.

II.

Es diciembre del 2008. San José está frío y ventoso y caminás unos metros de la Plaza de la Cultura hacia el Teatro Variedades. Vas a ver a Time’s Forgotten tocar un concierto pero esa no es la banda que te deja la mejor impresión esa noche. Parque en el Espacio toma el escenario y al inicio del concierto escuchás unos sonidos sacados como de un satélite que le da vueltas a la Tierra seguidos de una flauta de madera.

El cantante es un tipo flaquillo y frágil y su voz es como oír a Björk en masculino. De pronto entran el bajo y la batería y en una pantalla gigante los visuales te llevan a flotar en la atmósfera. Luego cantan una que se llama “Sing from the Heart”. Un corazón que recordás gigantezco, se proyecta encima de todos los asistentes. Te salen lágrimas a chorros. Los conciertos “de a sentado” en un teatro ya no te parecen tan malos.

III. 

No es tu boda, no tenés que dar un discurso en el escenario, pero estás tan ansioso que puede que te vomités. Es el 2015 y hay más bandas muertas que activas, al menos de las que te gustan. Hoy se reúne Niño Koi y no sabés qué va a pasar. Te preguntás si aún valdrá la pena esperar hasta las 11 de la noche para verlos subirse al escenario. Te preguntás si vas a sentir lo mismo que has sentido con esa banda, que ya has visto unas 15 veces en vivo.

Los de Niño Koi suben al escenario y empiezan a tocar una introducción que oís con cuidado. Esa introducción se extiende y se extiende y en eso empieza otra canción. Se te había olvidado que son una banda instrumental, así que claro, todo suena como una introducción. De pronto la banda acelera el paso y la gente empieza a empujarse. Te metés al círculo para estar en el ojo del huracán, alimentarte de los codazos y patadas ajenas y empezás a sentirte vos de nuevo. Ya no hay garganta que duele, ahora hay cerveza y empujones regalados.

El cuarteto empieza a tocar otra canción y esta es aún más explosiva. Te recuerda a la primera vez que los viste tocar, cuando apenas tenías 20 y no sabías llorar, al menos no en los conciertos. Empujás saltás y te golpeás el pecho y en eso lo entendés: la banda está estrenando música nueva y hoy no van a tocar nada de lo viejo. Hoy es el día en que ellos se renuevan y vos que estabas más nervioso que ellos antes del concierto, te renovás también. 

La canción intensa de pronto se vuelve melosa, casi como una canción de cuna. El bajo empieza a hacer la melodía más hermosa que has escuchado en tu puta vida y llorás y llorás porque no hay otra forma de vivirla. Al final del concierto te robás la lista de canciones y ves que la canción no tiene título, pero preguntás, y los de la banda te dicen que cariñosamente la llaman “Vals”.

Niño Koi ofrece otro concierto un mes después y volvés para escuchar a escuchar el Vals. Sentís que es la canción que bailarías en tu boda, la canción con la que llorarías al sostener a tu hijo recién nacido en brazos, la canción que bailarías con tu hija en su quinceaños. No sabés si algo de esto va a pasar pero te tomás un trago de cerveza tranquilo. La música todavía te hace llorar, seguís vivo.


 

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