Por Adriana Santacruz
Todos los años comienzan con nuevas resoluciones, con una energía enorme de cambio, y con la cabeza llena de expectativas. Yo no soy la excepción y este inicio de década menos. Con la creatividad alborotada, y en la búsqueda de nuevas herramientas que me acerquen al bienestar, decidí comprar un cepillo de cerdas de cactus para darle la oportunidad al cepillado en seco. Y si se quieren saltar las razones por las que LO RECOMIENDO SIN DUDA, simplemente paren de leer ¡y a cepillarse!
Los beneficios de esta práctica ancestral se centran en la exfoliación de la piel y su mejor hidratación, la activación del sistema linfático y hasta la buena digestión. Es ideal hacerlo dos veces en la semana, justo antes de entrar a la ducha, y debe hacerse siempre en dirección al corazón, con excepción del abdomen donde debe realizarse en el sentido de las agujas del reloj.
Poniendo todo esto en práctica, los beneficios que yo encontré fueron estos: es una actividad completamente relajante, el contacto de las cerdas duras sobre la piel es realmente tranquilizador y placentero, pero sobre todo, requiere que uno, dos o tres días a la semana haga plena conciencia de tener dos o tres minutos completamente para uno, dos o tres minutos donde toda la atención está en el casi imperceptible sonido del cepillo contra la piel, en la dirección del cepillado, en la respiración tranquila. Son unos minutos de mindfulness en el estricto sentido de la palabra.
El primer paso es tener un buen cepillo y lavarlo regularmente, porque ahí quedarán células muertas y … ¿hay que decir más?
El momento ideal es… cuando lo necesitemos. Antes de la ducha funciona divino, pero antes de dormir… ¡ni se diga! Es la antesala perfecta a la almohada con unas goticas de lavanda. Me gusta pensar que un ataque de mal genio puede curarse también con un cepillo, y hacerle competencia al famoso “contar hasta diez”…
Para volverlo hábito, se puede asociar a un día de la semana donde no tengamos tanto apuro, acompañado de un hidratante, ¿y por qué no?, de la pareja.
A veces creemos que hacer ejercicio basta. Que hacer dieta es suficiente. Que dos semanas de vacaciones y desconexión al año son las que nos mantienen sanos. Pero cada vez me convenzo más que es la suma de pequeñas cosas repetidas una vez tras otra, disfrazadas de cotidianidad lo que nos hace sentir bien de verdad.
El paso final es, por tanto, saber que estamos haciendo algo por nuestro bienestar y disfrutar la experiencia de probar algo nuevo.