Por María José Castro
@majocastroe
Tengo ansiedad. Tengo años de ser ansiosa, pero esta pandemia lo ha llevado a un nuevo nivel.
Uno que nunca había experimentado. Uno que me ha hecho sentir todas las células de mi cuerpo pesadas y a mil por hora. Uno que me ha llevado al extremo de sentir ansiedad por tener ansiedad.
Siempre he sabido que mi ansiedad tiene algo que ver con el miedo a morirme. Y ahora con esto del COVID-19 siento que la posibilidad está aún más cerca –como si morirse no fuera posible todos los días, con o sin el virus–.
¿Y qué es lo “peor”? Que tengo miedo a morirme, pero tampoco me estoy permitiendo vivir… Me cuesta estar aquí y ahora, conectar con el momento presente.
Cuando estamos desayunando estoy pensando en qué hacer para cenar. Nos vamos a la playa para desconectarnos, vamos llegando y ya estoy pensando a qué hora nos vamos a devolver. Y así muchos otros ejemplos.
Como por ansiedad. Hago ejercicio por ansiedad. Trabajo por ansiedad. La identifico, la reconozco, la escucho, la siento. No la quiero, pero no la presto. La trabajo de diferentes maneras pero no la suelto. Me la siento a los regazos pero no la abrazo.
Duele, asfixia, asusta. Si fuera una relación, sería tóxica.
¡Entonces conecto….! Las relaciones tóxicas que he tenido en mi vida me han enseñado, me han hecho crecer, me han hecho mejor mujer y mejor persona. Hoy, a todas esas personas con las que he tenido relaciones tóxicas, las quiero, las respeto y las recuerdo con cariño.
De repente empiezo a sentir cariño por mi ansiedad, curiosidad hasta por coquetear con ella. Me entra la curiosidad de agarrarle la mano y podría ser que hasta de darle un beso en la frente.
Me emociono. Lloro. La abrazo y la dejo de rechazar. Me relajo, me permito y me dejo de culpar, reprimir o victimizar.
Entiendo que tener ansiedad no me hace menos, ni peor persona, ni afecta mis capacidades personales o profesionales.
Y entonces me atrevo a amarme, aceptarme y aprobarme tal como soy. Reconozco esa ansiedad y acepto que es mía. La mente descansa, el cuerpo se libera y la ansiedad…la ansiedad se baja y luego se va.
Y así como a las personas: la quiero, la respeto y la recuerdo con cariño. Y cuando vuelve –porque vuelve– ahora sé que entenderla es mejor que resistirla, y abrazarla se siente mejor que rechazarla.
**En mi caso es ansiedad, en el de otros puede ser dolor, tristeza, miedo, ira, soledad o alguna otra cosa. Aquí una invitación a probar abrazando en lugar de rechazando. A reconociendo con conciencia y aceptando en lugar de resistir.