Texto por
Sergio Leiva
Edición
Diana Zuleta
Es raro escribir sobre lo que ha sido el año cuando apenas estamos terminando octubre, pero para mí este octubre ya se siente como diciembre.
Y creo que muchos entienden a lo que me refiero.
Vaya 2019. ¡Qué año!
Una gran amiga me dijo hace poco que 2019 era como haberse subido a la tagada sin frenos.
Y creo que es una analogía casi perfecta.
Nunca he pasado de quedarme viendo a la gente que sí se atreve a subirse a la tagada.
Nunca los entenderé. Pero uno aprende montones de sólo verlos.
Aprende a no subirse a la tagada, por ejemplo.
Pero en 2019 a todos nos pusieron en fila, nos dieron tiquete y nos ha tocado nuestro turno sin derecho a decir que no.
Algunos han sabido sostenerse y mantenerse bien sentados a pesar de los golpes, otros están dándose unos papayazos que uno ni entiende cómo es que no se han partido en mil pedazos. Unos ya sabían a lo que iban así que iban hasta con ropa acolchada y almohadones para aguantar los golpes. Pero muchos sí se han golpeado, y mucho. Incluso sé de algunos que se han tenido que bajar. Pero esta tagada de 2019 no ha tenido frenos, como dijo mi sabia amiga.
Así que, si uno se baja, es haciéndose tirado.
Desde donde escogí sentarme en esta tagada (porque en la vida uno escoge dónde quiere sentarse a ver la película) he tenido que acomodarme varias veces después de un par de guamazos que casi me quiebran.
En algún momento pensé incluso que el cuerpo, o la mente, ya no me daban y que iba a tener que soltarme y caer hasta donde tuviera que hacerlo.
Pero en este momento, después de casi dislocarme el hombro por aferrarme a la baranda, creo que la dejé ir y caí en el centro de la tagada junto a los que se atreven a mandarse y no tener el control de todo. O, mejor dicho, no tener el control de casi nada.
O simplemente buscar el control de una forma diferente: Sin aferrarse a nada y buscando el balance.
Como todo en la vida, la clave está en volver al centro. Cualquiera que sea el centro para uno en ese momento. Lo que le permita a uno sentir, vivir y ver todo lo que está pasando alrededor, y al mismo tiempo, poder quedarse quedito viendo hacia la dirección que uno quiera llevar su vida.
Ahí, en Zapote, parado abajo de las sillas voladoras, entre el tumulto, me veo viéndome a mí mismo desde afuera de la tagada. Pienso: ¿Cómo estoy haciendo para estar ahí tan tranquilo aguantando esas revoluciones?
Y, al mismo tiempo, desde el centro de la tagada también me veo a mí mismo en el público y pienso:
Ahorita se acaba este turno y estoy del otro lado.
¿En qué momento se fue 2019 y en qué momento ha pasado tanta cosa?
Empecé el año publicando un video de Good Food que decía que íbamos con todo.
Pero jamás me imaginé que todo significara tanto.
Lo he dejado todo. Y lo he dado todo. A veces he sentido que lo he perdido todo y ahora más que nunca siento que lo único que me ha dado este año ha sido ganancia.
Quizás no de las que me esperaba a nivel económico, pero a nivel de aprendizajes vale la pena anotar la lista.
2019 ha sido un año de trabajar bajo una intensidad y un miedo terrible. Porque por un momento me contagié de ese miedo del que hemos hablado todos en este año. Y quien no entienda de lo que estoy hablando ha estado viviendo debajo de una piedra o una realidad muy distinta como para hacerse de la vista gorda.
Independiente de nuestra realidad, la gran mayoría de la gente en Costa Rica este año hemos estado con susto.
Lo más fácil es irse a pensar en los impuestos, en los gastos, en lo caro que está todo… en la plata.
Y sí, mucho tiene que ver con eso, pero ese miedo me parece a mí que tiene mucho más que ver con algo que nadie puede evitar:
El cambio.
Lo único constante en la vida y, sin embargo, una de las cosas más difíciles de aceptar y recibir con brazos abiertos.
Es como cuando uno hace Good Food y deja el café por tres semanas. Al principio uno dice: ¿Cómo voy a hacer sin eso? No voy a lograrlo. Sin el cafecito de la mañana yo no funciono.
Pues resulta que no sólo uno funciona bien. Funciona diferente. Porque hacer esos cambios le da a uno el chance de ver las cosas desde otro ángulo siempre y de vivir la vida bajo otra óptica.
Hoy, la misma amiga que me dijo lo de la tagada, me dijo que estábamos a nada de llegar al futuro.
Que estamos apenas a unas semanas de llegar al 2020: Un año que suena totalmente a Michael J Fox volando en patineta o a imágenes de los Jetsons, y no a una tagada sin frenos que más que futurista parece un aparato comprado en un lote de chatarra de oportunidad.
Llevamos varios años pensando que estamos llegando a ese futuro de esas películas y quizás no nos hemos puesto a pensar lo suficiente en el futuro que estamos construyendo con lo que tenemos en frente. Lo mismo que nos pasa con nuestros propios cuerpos: pasamos pensando en el cuerpo que queremos llegar a tener. En los cambios que queremos ver, pero pocas veces paramos para analizar qué estamos haciendo para nuestro cuerpo hoy. Porque ese cuerpo que queremos en el futuro, depende del que estemos construyéndonos hoy mismo.
Personalmente 2019 me ha dado mucho hasta ahora.
Es un año que cierra una década más y nos da el chance de hacer las cosas distinto.
O al menos así lo he sentido yo.
Cumplí una década de estar con la misma persona. Y cuando uno llega al cierre de décadas siempre se plantea cómo será la siguiente. Y eso me encanta. Porque implica hacer planes, y más que eso, ponerlos en marcha.
Como este año definitivamente será de esos que uno puede tatuarse cosas como, “yo sobreviví el 2019”, quise hacer una lista de algunas cosas que creo haber aprendido en este año y me encantaría compartir.
Ha sido un año en cuesta. Pero a como ha costado, creo me ha devuelto cosas que me convencen de que esta cuesta que estamos subiendo es la que nos va a llevar a la cima.
Algunos aprendizajes de 2019:
- No hay nada mejor que una crisis para hacer cambios.
Triste pero cierto. Es algo que vemos constantemente en Good Food. Para empezar a hacer cambios, aunque sean para estar mejor de salud, a veces es necesario pegarse un susto. No debería ser así, estamos claros, pero es parte de ser humanos. Aprendemos cuando las cosas se ponen duras y es, entonces, cuando tomamos acciones para adaptarnos. En Good Food no sólo hemos hecho cambios y cosas nuevas, sino que se nos abrieron un montón de puertas que no estábamos tocando. Y en donde no había puertas las estamos abriendo. Planes nuevos. Charlas nuevas. Gente nueva. Diría casi que todo nuevo o renovado. Y eso se siente increíble.
Porque nos estamos moviendo. - Cuando las cosas se ponen duras, es cuando más hay que chinearse.
Para avanzar en la cuesta hay que estar fuertes y sanos. Cualquier persona que haya hecho alguna caminata en montaña lo sabe. Nadie se manda a subir el Chirripó sin haber al menos caminado un rato antes. Hay que calentar, hay que estirar, hay que fortalecer las piernas y saber llevar el ritmo y la respiración.
Cuando la cosa se pone más intensa, es cuando más hay que sacar la cabeza para respirar un rato. En estos momentos es cuando hay que reconocerse a uno mismo la necesidad de cuidarse y de tomar los tiempos necesarios para estar bien. Y eso puede ir desde comer bien, a sacar el rato para hacer ejercicio, o simplemente desconectarse de instagram un segundo para estar a solas. - La reactivación nos toca a todxs
Sí. Así como lo oye. No es culpa del gobierno. No es solo a los ministerios que les toca la cosa. Es a todas las personas. Y la reactivación de una economía empieza por nosotrxs mismxs. Desde empezar a movernos para reactivar nuestros cuerpos, a poner las finanzas en orden para poder seguir navegando. Nada hacemos echándonos a morir. Es el momento de moverse más que nunca y ponerle bonito. - Aprender a desaprender.
Hace unos meses un buen amigo me preguntó por whatsapp: “¿ya aprendiste a desaprender?”. En ese momento contesté que sí, porque realmente pensé que había entendido, pero ahora creo que sí entendí lo que me estaban preguntando.
Hay que dejar atrás las formas de siempre de vez en cuando. Aferrándose a la rutina uno no logra avanzar al ritmo del cambio. Darse el chance de hacerlo todo de otra manera es una de las oportunidades más emocionantes de la vida. Es agotador, pero ahí es cuando más aprendemos, para en algun otro momento volverlo a desaprender. - Confiar en las corazonadas y la consciencia.
Se lo paso diciendo a las personas que atendemos en Good Food. Que queremos que dejen de pensar tanto con la cabeza y que le pongan a atención a las corazonadas. Porque para eso están. Nuestro cuerpo es tan perfecto que nos dice si algo es bueno o no para nosotros con sólo sentir. Y como solemos anteponer el pensamiento a las emociones y sensaciones, dejamos de ponerle atención a lo que nos está diciendo.
Hágámosle caso al corazón y la conciencia. Cuando las aguas cambian sin ser anunciadas, la intuición muchas veces es la mejor manera de navegar la corriente. - Rodearse de gente que se apunte a subir la cuesta con uno.
Cuando las conversaciones giran alrededor de la escasez y lo duro que está todo, es muy fácil caer en ese hueco y hablar de lo mismo todo el día.
2019 hubiese sido muy distinto para mí sin tener a gente maravillosa a mi alrededor que siempre me ayuda a poner las cosas en perspectiva. Si usted se encuentra en una situación en la que todo a su alrededor le señala lo oscuro en todo, busque espacios y personas que hagan todo lo contrario. No hay nada más rico que rodearse de gente que comparte amor y apunta en la dirección correcta. - Aceptar que uno no puede con todo y que no todo es culpa de uno.
Cuando las cosas no salen necesariamente como uno quería, puede ser algo muy frustrante. Pero no todo es culpa de uno. Y eso es algo que ojalá a mi me lo hubieran martillado más de carajillo: No se culpe.
En lugar de auto flagelarse por no haber hecho las cosas de otra manera, simplemente pare, observe, aprenda y empiece de nuevo haciendo las cosas de una forma distinta y, ojalá, pidiendo o aceptando ayuda.
A veces me pasa que estoy tan enfocado en lograr algo, que no le pongo atención a todas las personas que me están ofreciendo ayuda. Uno se dice a uno mismo que no quiere molestarlos, pero lo cierto es que la ayuda la ofrecieron, y eso hay que agradecerlo y aprovecharlo. - Todo va a estar bien.
Aunque uno quiera matar a alguien cuando se lo dicen. Lo cierto es que uno siempre va a encontrar la manera de lidiar con los cambios. Porque o lidia con ellos, o no puede seguir acá. Es así de simple.
Y a fin de cuentas, todo sale como tiene que salir. Aquí la clave es tener la humildad para aceptar cuando las cosas no salen como esperabas y confiar en que la forma en la que se haya dado, trae consigo aprendizajes que nos hacen las personas que somos hoy. Una vez que esos aprendizajes se interiorizan, no sólo somos más fuertes, sino que tenemos más claro hacia dónde vamos.