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Huellas de una canción


@vargasdengo 

Yo era niña cuando muchas veces escuché a mi madre cantar: “Feliz quien nunca dejó su suelo, quien en su cielo ve el sol salir…”. 

Y es que letra y música de una canción son un binomio inseparable que llega en forma simultánea a la mente y al corazón. Son por lo general las madres las primeras que cantan a sus hijos; los investigadores del mundo han aseverado que no existe pueblo sobre la tierra que no tenga música, y, en especial el canto es la expresión más natural de la humanidad. A fin de cuentas, la voz el instrumento musical que los humanos llevan consigo. ¿Quién no canta para acompañar sus tareas cotidianas? Aunque sea sin palabras, se tararea como una expresión común del diario vivir. 

En mi caso, tuve la dicha de que mi madre me cantara mucho. Yo iba creciendo y en diferentes oportunidades volví a escuchar a mi madre cantar… “¡Ay, los ausentes de sus cabañas! ¡Ay, mis montañas donde nací!”. Cada palabra de la canción fue quedando grabada en mi memoria, sin pensar siquiera en querer aprender la canción, sin saber su título, ni su autor, ni porqué mi madre la cantaba tan a menudo.

Siendo ya una joven, supe que La Saboyana era una canción compuesta por mi abuelo José Joaquín Vargas Calvo en 1903. ¿Pero qué encanto tenía la canción que era tan apreciada por mis familiares y por las exalumnas del Colegio de Señoritas, donde la habían aprendido con el mismo compositor o con mi padre Carlos Enrique Vargas, que la enseñaba indefectiblemente en sus clases de música además de otras canciones costarricenses y del repertorio universal? Varias veces oí decir a personas mayores, que recordaban con gran cariño La Saboyana y la cantaban completa.

¿Por qué Saboyana? Saboya es un lugar de Francia y mi abuelo había viajado a Europa por motivos profesionales. Estando allá, sintió mucho “mal de patria” y compuso entonces la música para un texto de José Antonio Calcaño que seguro, para él, expresaba exactamente lo que estaba sintiendo al estar lejos de su patria y de su familia, que era lo más querido.

Por mi parte, no recapacitaba en el encanto de La Saboyana, hasta que en una época en que viví en Paraguay y experimenté el dolor de vivir lejos de la patria y de la familia, afloró en mí esta canción. Solía cantarla con soltura, sobre todo de lágrimas. Sentí que la canción revivía en mí el amor al terruño y cada frase expresaba mi propia realidad. Es que no hay nada más fuerte que el amor familiar y  la tierra que nos vio nacer.

En la edad adulta me interesé en hacer la publicación de las canciones de mi abuelo, a fin de que los cantantes, educadores musicales y las generaciones futuras pudieran conocerlas. Yo guardaba los originales de dichas canciones, heredadas de mi padre y pude aportarlos a la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica que asumió dicha publicación. De esta forma, su música estaba contribuyendo a la conservación del acervo musical costarricense, como lo ha hecho en muchas oportunidades, a través del Archivo Histórico Musical de dicha Escuela.

Esta es la historia de las huellas que puede dejar una canción, lo que me lleva a concluir que la canción cala hondo no solo la mente sino el corazón de las personas. Es por eso que los cantantes deberían pensar en que es necesario que el texto de su canción llegue claro y preciso a la audiencia, para que pueda ser disfrutado al máximo. Por eso me gustan las canciones con sentido, las canciones con las que me puedo identificar por su mensaje, por sus palabras y por esa relación íntima entre letra y música.

Cuántas canciones han sido creadas en el mundo entero, en distintos idiomas, en distintas épocas, en distintas circunstancias, y, cuánto nos hemos deleitado escuchándolas, repitiéndolas, memorizándolas y enseñándolas. Porque las canciones pueden, como La Saboyana,  dejar huella por siempre en muchos corazones.

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Ana Isabel Vargas Dengo es madre de cuatro hijos. Trabajó durante 43 años en docencia musical. Ha producido 35 materiales didácticos de Educación Musical y compuesto más de 400 obras musicales en diferentes formatos. 

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