Columna

Viaje en busca de los picantes

Por Larissa Soto

¿Te acordás, la Edad Media? Nunca habíamos sentido tanta conexión con ella como en estos tiempos de pandemia. Pero hoy no hablaremos de la peste, de la inquisición o sobre castillos. Propongo un viajecito rápido a la cocina medieval, para responder un enredo colonial y, con suerte, abrirnos el apetito.

La alta cocina al final de la Edad Media se basaba en el artificio, en la mezcla de sabores. La preparación de cada plato y la ubicación de la comida respondía a una lógica que tendía a combinar, más que a aislar. Se consideraba que los sabores simples eran de cocinas populares. A eso se debe el exotismo y la exclusividad que rodeaba a las especias. Los sabores y las fragancias fuertes eran todo un símbolo de elegancia.

El uso de especias aumenta en la Edad Media, con respecto a la antigüedad. Por un lado, se usaban las especias locales: culantro, apio, hinojo, lavanda, romero, menta y tomillo. Además, se utilizaron especias importadas. Entre más alta la posición social, mayor fue la variedad y la cantidad consumida por persona.

En Europa existía la idea de que la pimienta crecía de árboles custodiados por serpientes venenosas. Desde la antigüedad la pimienta se traía de la India, vía Mediterráneo. Así, sus orígenes exóticos, su rareza y sus virtudes aumentaban la demanda. Sin embargo, conforme se fue haciendo más común y disponible, perdió algo de aprecio por parte de la aristocracia. Los campesinos o las personas empobrecidas, continuaron usándola además de sus plantas locales.

Si bien su prestigio estaba decreciendo, el precio de la pimienta fluctuaba en rangos altos, y era la especia importada más accesible y de uso más extenso.

Los españoles buscaron identificar en el Nuevo Mundo productos que pudieran generar beneficios inmediatos, de acuerdo a lo que era lucrativo en Europa, por supuesto: pimienta, jengibre y canela. Tres productos importados masivamente en la época medieval.

Eso explica que Cristóbal Colón y sus amigos creyeron, con todo su corazón, encontrar en América pimienta, jengibre y canela. Miraban todo con sus lentes asiáticos, extasiados del paisaje que tenían al frente: un sueño de sensaciones novedosas, placeres y prosperidad económica.

Era una mezcla de ingenuidad y descarado auto engaño. Cada sabor, forma o comida nueva, era una oportunidad para descubrir algo similar a lo que ya conocían. En cuanto experimentaron el picante en los chiles, les llamaron “pimienta de los indios”. Todo un éxito.

De ahí que en algunos países hasta hoy se le llame pimiento al chile. En Estados Unidos, al chile picante se le suele llamar hot pepper, y a la pimienta… pepper. Mientras tanto, chilli es una palabra del náhuatl y dio origen al español chile. Así, el nombre del chilli con carne, originalmente era un plato de chiles con carne.

Hoy, en el contexto de sistemas alimentarios mucho más imbricados y complejos, quizá nos podemos reflejar en aquellas personas que viajaron desde el Viejo Mundo para encontrar promesas de prosperidad y prestigio, mientras nosotros buscamos en la comida paisajes amplios de tierras lejanas sin salir de nuestros propios confinamientos.