Por Catalina Hernández Chinchilla
@catahernandez12
Hay una figura humana cubierta con una capucha larga y un sombrero que se me ha aparecido y mis compañeros también la han visto.
Cuando era pequeña vivía en un apartamento en Chile. Estaba ubicado en el último piso de un edificio alto, no muy antiguo. Mis papás cuentan que ahí se sentía una vibra muy fea, se caían cosas y siempre había un olor extraño. Entre todos los relatos que refuerzan ese recuerdo está uno especial de mi papá.
Poco después de medianoche él estaba viendo televisión con mi mamá y yo estaba dormida en la habitación de al lado. En medio de la distracción, él se percató de que alguien lo estaba viendo, volvió a ver hacia el pasillo y había una niña de vestido blanco con una cara demoníaca, que se dirigía hacia mi habitación. Sin pensarlo mucho se levantó y salió corriendo a sacarme del cuarto. Cerraron la puerta y empezaron a rezar. Por razones obvias, una semana exacta después mis papás decidieron que nos íbamos a mudar.
El último día de la mudanza, cuando ya teníamos todo guardado para salir, mi papá dice que yo estaba fuera del edificio lista para bajar las gradas y que de repente vio cuando algo me empujo hacia abajo, lo que me hizo rodar por las gradas haciendo que me quebrara dos dientes. Nunca más volvimos a ese lugar.
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Actualmente trabajo en un museo del cual no diré el nombre, pero hace mucho tiempo fue una cárcel. Hay días en que, con tan solo entrar se puede sentir una vibra algo pesada. Sin embargo, además de tener esa sensación, puedo contar que ya me han asustado, al menos, un par de veces. Lo que escucho es que dicen mi nombre y, cuando vuelvo la mirada al lugar de donde proviene la voz, nunca hay nadie, siempre es la voz de una mujer la que me llama: “Cataaaa”. Otras veces “Catalinaaa”. Si bien algunas veces respondo para ver si hay una réplica, tras unos segundos de confusión noto que no hay nadie ahí presente.
Entre las muchas veces que me han asustado hay una memorable, que ocurrió poco después de haber ingresado a trabajar a este lugar; era nueva, entonces realmente no sabía mucho de la historia de las instalaciones. Estaba sola en una de las salas cuando, de repente, percibí la presencia de alguien más detrás mío. Me volteé para intentar descubrir de qué se trataba y me sorprendió darme cuenta de que no había nada ni nadie, pero, instantáneamente se apago el televisor que estaba dentro de la sala. Tuve que salir corriendo, para no volver entrar a la sala.
Hay dos partes en todo el museo en donde la actividad inesperada y la vibra es muy fuerte. Estos dos sectores están ubicados uno muy cerca del otro. En uno de ellos, subiendo unas gradas a un segundo piso, me encontraba una tarde. Mi mirada estaba enfocada en lo que tenía delante donde, inexplicablemente vi una una sombra alta, tal vez de unos dos metros de altura. La podría describir como una figura humana cubierta con una capucha larga y un sombrero que iba saliendo de una de las salas aledañas. Así como apareció insospechadamente, desapareció igual, al pasar detrás de una columna muy gruesa. Preferí no decir nada hasta mi hora de salida pero luego, gracias a los relatos de mis compañeros supe que esa sombra la han visto muchísimas personas que trabajan en el lugar. La llaman “El señor del sombrero”.
En otra oportunidad, cuando venía ingresando a mi trabajo por la mañana, al puro inicio de la entrada pude ver como esta misma sombra estaba dentro de una sala que estaba cerrada. Sentí que me estaba viendo fijamente desde que entré, primero seguí adelante, pero luego preferí dar unos pasos atrás para ver mejor qué era. Comprobé que no había nada.
Y no ha hecho falta estar sola para experimentar algo extraño en estos sectores. En una oportunidad estábamos unas 20 personas ensayando para una actividad. Todo iba muy bien cuando, de repente, una puerta de vidrio se reventó, haciendo un escándalo y provocando que todos los pedazos salieran volando por todo lado. Hasta el día de hoy nadie sabe cómo estalló esa puerta, si nadie estaba cerca de ella.
Sin embargo, esto no ha sido todo. La experiencia mas fea que he tenido en esas instalaciones fue estando en el segundo lugar con mayor actividad, eso me pasó hace un mes atras, estaba completamente sola, sentada en una silla, cargando mi celular, cuando de repente veo que al lado mío se empieza a poner completamente negro y se empezó a sentir un frío horrible. Sentí tanto miedo que agarré mis cosas y salí corriendo de ahí, me puse pálida y fría. Esa fue la última vez en que entré sola a este lugar.
Mi nombre es Catalina Hernández, tengo 23 años y estoy finalizando mi licenciado en psicología soy fan de las pelis de miedo. 👻