Por Joseph Víquez. P
@josjaws
Hoy la crisis climática es una realidad palpable en cualquier rincón del mundo. Nuestra única casa está dejando de ser acogedora.
Quiero empezar aclarando que no soy un experto en ansiedad. Soy experto en mi ansiedad, la que pasa por mi cuerpo y que sigo enfrentando con reticencia. Mi ansiedad es climática, producto del constante bombardeo en redes sociales relacionado al delicado estado del planeta, más específicamente a la Crisis Climática que enfrentamos y que va para rato.
Una breve reseña histórica explica de dónde surge mi ansiedad climática. Una de las primeras noticias relacionadas con el tema que recuerdo vívidamente me hizo pensar “esto no debería pasar”, fue una de abril del 2017. Un iceberg gigantesco se varó cerca de la Isla de Terranova en Canadá. Aún hoy, después de haber visto tantas otras fotos de icebergs a la deriva, es impresionante ver ese pedazo gigante de hielo. Quizá porque, a diferencia de otros icebergs, este contrastaba con la arquitectura del pueblo canadiense. Era notorio que irrumpía en territorio humano.
Desde finales del 2018, un informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, en inglés) alertaba que solo contábamos con 12 años para limitar la inminente catástrofe provocada por el Cambio Climático. Llega junio del 2019, para ese momento el junio más caliente desde 1880 que se lleva el registro. En setiembre, Greta Thunberg, la adolescente sueca que había empezado su huelga escolar por el clima en agosto del 2018, asiste a la Asamblea General de las Naciones Unidas para regañar con su famoso “How dare you?” a los líderes mundiales por sus palabras vacías de compromiso. Aquí hago un paréntesis para trazar un paralelo con el discurso de Severn Cullis-Suzuki, quien con 12 años, en 1992 calló al mundo durante seis minutos y medio. Sus poderosísimas palabras en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, junto con las de Greta, deben ser enseñadas en las escuelas.
Hoy la crisis climática es una realidad palpable en cualquier rincón del mundo. Nuestra única casa está dejando de ser acogedora. Hemos empujado al planeta a que se vuelva en nuestra contra: osos polares buscan comida en un botadero de un pueblo ruso; cuando en 1940 habían 3 millones de elefantes, en el 2021 solo quedan 444 mil —me hace preguntarme ¿cómo le estará yendo a especies menos carismáticas?—; los incendios forestales fuera de control vuelven anaranjado el cielo en Estados Unidos y Grecia durante días y noches; surge un “ojo de fuego” en el océano de la península de Yucatán producto de una fuga de petróleo; entrevistan a una alemana alterada porque “uno no espera que la gente muera en inundaciones en Alemania, uno esperaría que eso ocurra tal vez en países pobres”. Temperaturas récord como las de junio del 2021, ahora el junio más caliente que se haya registrado; eventos climáticos extremos y por si fuera poco, este año se confirmó una amenaza latente, la selva amazónica emite más dióxido de carbono del que puede absorber. Una lista creciente de eventos que no deberían pasar.
Además de esos detonadores externos, a nivel personal puedo identificar dos que me causan ansiedad: vivir en un país donde es mucho más conveniente movilizarse en un vehículo particular que en transporte público, y segundo, no tener la fuerza de voluntad para cambiar mi dieta por una que no incluya carne. Sobra decir que ser una persona productiva en un mundo que se salió de control tiene sus obstáculos. El pasado lunes 9 de agosto, cuando salió el último informe del IPCC, no tenía ninguna motivación para sacar mis pendientes en el trabajo. Aparece la desidia y “ya nada importa” da vueltas en mi cabeza. Me atrevo a decir que este tipo de ansiedad se convertirá en un tema ineludible para los departamentos de Recursos Humanos alrededor del mundo.
Últimamente mi ansiedad climática se aparece muy a menudo, así que no queda de otra que aprender a vivir con ella. Esto significa dominar el arte de balancear el permitirse sentir, mantener una distancia sana pero mostrar interés, no perder la esperanza, por supuesto conservar el buen humor intacto y no olvidar tomar agua. Es más fácil decirlo que hacerlo, por eso la siguiente es una propuesta de acciones concretas que invito a poner en práctica si están a nuestro alcance:
- A toda costa hay que evitar que la ansiedad climática nos paralice. Dejémonos sentir enojo y frustración, luego traduzcamos esos sentimientos en acción que puede ir desde unirnos a movimientos activistas hasta hacer arte de protesta.
- Enfoquémonos en lo que aún podemos lograr como sociedad si actuamos de manera inmediata. Para esto, las acciones individuales pesan tanto como pedirle cuentas a las personas en el poder.
- Esto va para rato, así que a cuidar la salud mental. Practicar meditación, yoga o Tai Chi y visitar parques nacionales resulta útil.
- Hablemos con otras personas acerca de cómo nos hace sentir la crisis climática y compartamos lo que sabemos. Podemos utilizar la guía Conversaciones Climáticas. (https://cambioclimatico.go.cr/conversaciones-climaticas)
- Votemos por las opciones que proponen proyectos para construir una sociedad costarricense inclusiva y que se alejan del enfoque extractivista hacia la naturaleza.
- Apoyemos donando, participando en sus iniciativas o siguiendo en redes sociales a organizaciones como La Ruta del Clima, Fridays for Future Costa Rica, Colectiva Orgánica, Río Urbano, Fundación Corcovado, Centro Para la Sostenibilidad Urbana, OneSea, Nai Conservation, Costa Rica Indígena, Costa Rica Afro, CREMA Costa Rica, Asociación Costa Rica por Siempre y Oropopo Experience. Por dicha hay muchísimas más y sus esfuerzos nos ponen en perspectiva cuando creemos que todo está perdido.
- Informémonos con ojoalclima.com
- Suscribámonos al boletín de la Dirección de Cambio Climático del MINAE: https://cambioclimatico.go.cr/suscripcion-al-boletin
- En twitter podemos seguirle el pulso a movimientos como #AcuerdodeEscazu,. #TiburonesalPlenarioYA y #CRLibreDePerforacion.
- Sigamos en instagram páginas de memes climáticos como @climemechange y @futureearth.
- Veamos la charla “Esperanza y cambio climático” de Diego Arguedas en TEDx Pura Vida Joven. (https://www.youtube.com/watch?v=ys0weHk6qds)
- Leamos el libro “El futuro por decidir: Cómo sobrevivir a la crisis climática” de Christiana Figueres y Tom Rivett-Carnac.
- Leamos la compilación de ensayos “All We Can Save”, escrita por mujeres al frente del movimiento climático.
- Leamos la entrevista “Dr. Renée Lertzman on Climate Grief, Anxiety, and Compassion”, sustraída del boletín Hot Take. (https://realhottake.substack.com/p/dr-rene-lertzman-on-climate-grief)
- Tomemos agua y usemos bloqueador solar.
Joseph tiene menos plantas de las que quisiera. Es un optimista realista, trabaja en comunicación y cursa la maestría en Responsabilidad Social y Sostenibilidad de la Universidad Nacional.