Por Arturo Pardo
@foffogoddy
Entre los más de 70 conciertos navideños que habremos acumulado en estas instancias hay uno que recordamos especialmente. No hay manera de olvidarlo.
Es hasta que comienzan a sonar los villancicos en las tiendas cuando se declara, oficialmente, el inicio de la temporada navideña. No aplica lo mismo para el cierre. Recuerdo haber visitado una cadena nacional de librerías un 30 de diciembre y escuchar El burrito sabanero sonando a todo volumen.
Me sentí un poco entrometido al preguntar:
—¿Por qué siguen sonando villancicos?
El dependiente me respondió con confianza:
—Ni me diga. Nos obligan a sonarlos hasta que se acabe el año.
Y el año terminaría seguramente con el famoso tema instrumental Jugo de piña, pero como ese suena pasada la medianoche del 31 de diciembre, seguramente no llegó a sonar en la librería.
Una Navidad no es Navidad sin los villancicos. No se asocian con los pecados, como sí pasa a veces con los tamales, ni con los trabajos arduos, como aplica con la elaboración del portal. No hay que desecharlos, como los árboles, ni ocupan espacio, como los adornos. Los villancicos son cómodos, perdurables y gratuitos. O bueno, no siempre son gratuitos…
Desde hace unos ocho años he interpretado villancicos con Foffo Goddy, la banda que cofundé hace más de 10 años. A falta de atención y dedicación durante los primeros 11 meses del año, diciembre se convirtió en nuestro mes de más trabajo. Interpretamos villancicos, principalmente en inglés en ritmos de folk rock y bluegrass… para sintetizar: medio agringado todo.
Entre los más de 70 conciertos navideños que habremos acumulado en estas instancias hay uno que recordamos especialmente. No hay manera de olvidarlo.Ocurrió todo en una fiesta nocturna en el amplio de una casa. La mayor parte de las asistentes (como el 98%) eran señoras. Desconocidas para ellas en su mayoría (el 99%).
Nuestro repertorio de villancicos dispuesto para la ocasión alternaría entre piezas suaves y alegres para ir dosificando la energía.
Empezamos como de costumbre: Joy to the World, Frosty the Snowman, Jingle Bells… Para la segunda canción las señoras ya estaban cantando o haciendo el intento, habiéndose levantado de sus asientos, tomando uno que otro videíto con sus celulares.
Pasó otra canción más y ya estaban bailando a unos dos metros de donde estábamos ubicados. Qué alegría que estaban disfrutando sanamente…
Al terminar la tercera pieza empezaron a pedir Los peces en el río. No la teníamos en el repertorio, por lo que decidimos ignorar su pedido. En cambio, pasamos a cantar otras como Noche de Paz (en inglés Silent Night), Santa Claus is Coming to Town y Let It Snow.
Las señoras bailaban cada vez con más energía pero no parecían estar satisfechas. Cada vez que terminábamos una pieza nos decían: “¡Toquen la de los peces en el río!”
Sonreíamos un poco incómodos. De verdad no nos la sabíamos. No teníamos cómo complacer, pero la petición no iba a ser fácil de evadir.
Empezaron siendo apenas dos solicitantes pero la demanda de que tocáramos Los peces en el río se fue expandiendo por el patio. Propusimos otras piezas más, a ver si acaso. Metimos una alegre tonada como Frosty the Snowman y luego Navidad sin ti, que suele funcionar para que quienes quieren corear se saquen el clavo. Esa vez no fue suficiente.
El baile seguía acelerándose y sus voces iban subiendo en rayitas. Cada vez estaban un poco más encima de nosotros. Se nos acercaban a la mitad de las piezas, casi llegando a los micrófonos y demandaban sin desprendernos las miradas: “¡¡¡¡LA DE LOS PECES EN EL RÍO. QUEREMOS LA DE LOS PECES EN EL RÍO!!!!”.
Habíamos acelerado el ritmo y la intensidad de todo el repertorio pero era imposible seguir ignorando la petición. Busqué la letra en Google, entre el cuarteto intercambiamos un par de pistas sobre la tonalidad de la pieza y la estructura y entonces empezamos…
LA VIRGEN SE ESTÁ PEINANDO
ENTRE CORTINA Y CORTINA
SUS CABELLOS SON DE ORO
Y EL PEINE DE PLATA FINA
Se la sabían. Dominaban la letra y, a toda velocidad, tomaron el control del volumen. Nos pedían que la tocáramos más rápido. Más y más rápido. La cancioncita había se había tornado casi en una furiosa mamushka rusa especialmente al llegar a la línea:
PERO MIRA COMO BEBEN LOS PECES EN EL RÍO…
No habíamos llegado al segundo verso cuando una señora ya había sacado un dispositivo con forma de dildo. Con su mano levantada lo meneaba por el aire, sostenido con fuerza.
La señora apuntó el dildo azul en la boca de sus coetáneas que bailaban alrededor suyo y entonces de él se disparó algún trago furioso. Las contertulias cazaban más que nunca. El baile se fue convirtiendo en un mosh.
Nuestros villancicos nunca antes nos habían enfrentado a un escenario así. El bacanal era real:
¡BEBEN Y BEBEN Y VUELVEN A BEBER
LOS PEEEECES EN EL RÍO POR VER AL DIOS NACIDOOOOO!
El suelo se movía violentamente y el sistema de sonido parecía haber llegado al límite.
Había mucha algarabía pero no sabíamos cómo reaccionar. Nos reíamos sin parar de cantar. Nuestras manos sudaban sin parar de tocar. Cuando se agotaron los versos decidimos repetir el coro final una y otra vez, a modo de contención emocional hasta que la canción, inevitablemente, llegó a su final.
Las señoras se aquietaron súbitamente, pero con cierto tambaleo, propio de los trompos que hicieron con sus cuerpos. Los músicos nos volvimos a ver con incredulidad. Hubo un silencio y luego se escuchó a una señora gritando al fondo: “¡¡¡¡LA DE LOS PECES EN EL RÍO; QUEREMOS LA DE LOS PECES EN EL RÍO!!!!”