La Galería Nacional, del Museo de los Niños, recibe desde el 19 de mayo una exposición del pintor Andrés Ramírez, que incluye 13 cuadros. Conversamos con él.
Por Arturo Pardo
La Galería Nacional, del Museo de los Niños, recibe desde el 19 de mayo la exposición Vestigios, del pintor Andrés Ramírez. Consiste en un trabajo multidisciplinario, pues además de los 13 cuadros protagonistas, se muestran cinco paisajes en globo y un video en formato timelapse.
La mejor manera de conocer más de cerca esta obra de Andrés es entendiendo, por sus propias palabras, cómo los escenarios lúgubres o sombríos, tienen un trasfondo profundo que se intercala entre las líneas grises de cada una de sus pinturas. A continuación, la conversación con el artista. Vestigios estará exhibido hasta el 16 de junio.
¿A qué se debe el nombre de la exposición?
Vestigio para mí es esto que queda después de algo; es lo que queda por la erosión. En mis imágenes siempre trato de meterle elementos o situaciones que nos dan a entender un futuro que fue y que nunca compartimos, como un futuro que nunca se dio.
Yo crecí comprando el sueño americano a través de la tele, antes del Internet. Viví esa adoctrinación gringa a través de mi familia, por la relación que tenían con EEUU. Uno compra el discurso de lo que es viajar allá, traer chocolates, una realidad diferente antes de que existiera la apertura que tenemos nosotros.
En una siguiente etapa, con el internet, vivo ese sueño futurista, utópico de mercado, de ver esos sueños de hacerse multimillonario haciendo canciones o videos. Todo eso llena esa idea de que es un futuro posible que tenemos que alcanzar. Yo empiezo a ver a mi alrededor, pongo en práctica mis habilidades y me doy cuenta de que ese sueño es inalcanzable, para mí es casi como la realidad de otro planeta alienígena.
Creo que nosotros en nuestra sociedad experimentamos los vestigios de esa realidad, terminamos comprando carros usados, o aquí recibimos a las tiendas de ropa americana, aunque claro que hay una élite que vive eso directamente. Entonces tengo la sensación de que nosotros accedemos a eso de manera tardía. Esa es mi sensación de cuando llego a San José o tengo que tomar decisiones económicas…
Bueno y en las pinturas se ve como un escenario desolado e inhóspito, ¿por qué ese retrato?
Desde nuestra perspectiva esa se ve como la realidad de estas megaciudades donde se ven estos paisajes gigantescos de cemento. Lo más similar acá cuando vemos en San José todo cerrado, queda la sensación de que ni te podés sentar. En mis imágenes tengo gigantes de diferentes tamaños, los más grandes son como los países mismos o las corporaciones como Amazon o Coca Cola.
Entonces en mis pinturas además de esos escenarios, están los gigantes en diferentes escalas. Para mí representan las diferentes élites, como los que se dedican a vender la electricidad, el agua y quieren privatizarlos, o los organismos monstruosos, que en una sacudida de esos gigantes, pueden volarse a familias, impedirles comer o tener dónde vivir.
¿Podría decirse que su trabajo es arte político?
No lo he visto así como una unidad completa. Esta es mi primera serie, y he ido aclarándome en el proceso creativo; luego viene el proceso de presentación de la obra. El proceso creativo que he mantenido cuadro tras cuadro ha sido más como una manera de entrarle a la imagen, digamos intuitiva por un lado y por el otro, muy de aventura. Empiezo por formar un paisaje del piso y el cielo, luego le monto montañas y ríos, luego gradas y huecos, luego meto nubes….
El proceso lo voy formando intuitivamente y luego persiguiendo una sensación de aventura, donde meto elementos crece la intriga. Si se ve aburrido para mí, lo rompo.
Me gusta cuando siento que donde muevo la mirada por el cuadro, hay una fluidez de emociones. Mantengo eso y le sumo una sensación un poco melancólica. Me gusta ver esto de las escalas no necesariamente políticamente, sino como cuando uno se agacha en el zacate y ves un insecto, y podés imaginar cómo todo cambia de escala desde la perspectiva del insecto. Esas escalas, cuando las pongo en los cuadros hace que se me hagan más entretenidos.
Luego, para la siguiente parte, he conversado con artistas y curadores sobre cómo hago para darle un tema. Entonces me preguntan qué es lo que veo en todos los cuadros y entonces veo los paisajes de manera más poética. Conforme crezco y me educo, a veces queriendo y otras veces no, creo que tomo más conciencia del país y del planeta. Luego me doy cuenta de la verdadera dimensión del planeta y la dimensión de la complejidad de vivir en paz y estar bien; todo esto que uno sueña utópicamente cuando está muy niño. Uno se va dando cuenta de los traumas de las personas que están en el poder; cómo accedieron a él.
Si uno piensa en crear una novela, costaría un montón llegar al nivel de complejidad que ya tiene la realidad actual. En los escenarios distópicos, me doy cuenta de que la realidad actual ya tiene los elementos de cualquier distopia o postapocalipsis. En otras partes la gente tiene toda la plata del mundo y ya tiene lo que quieren. Luego veo eso y lo asocio con la historia y pienso en que es más algo que qué chiva representar de alguna forma. Todo eso se mezcla.
¿Qué papel juegan los grises en toda esta idea distópica?
Eso surgió originalmente para sentirme cómodo. Cuando empecé a pintar y dibujar pensé que iba a hacer animaciones como en Studio Gibli, como Hayao Miyazaki; crecí con esa fantasía. Pero luego entendí lo que implica hacer una película de ese nivel, que incluye un grupo de artistas muy pro. Entonces decidí enfocarme en dominar primero lo mío, con la pintura, experimentando con color, descifrando el dibujo y luego la parte del color.
Para la siguiente serie que voy a hacer sí quiero retomar el color. El color implica otras cosas, implica elementos nuevos y complicaciones. En este caso, el primer cuadro era un experimento. Quería explorar hacer un cuadro como yo más me entretengo y busqué el camino donde lo sintiera más cómodo.
Lo hice en acrílico, por el tamaño, y sentí que el blanco y negro era lo más cómodo. Después empecé a manchar con tinta china, con la tinta marcando los claroscuros. Todo esto calzó con el tema de estar muy agobiado de la realidad que estaba percibiendo.
Esto se juntó con la pintura y siento que resalta el paisaje árido, inhóspito, con gente atravesando una catástrofe o un suceso planetario, algo que no podés ignorar.
Si le pusiera color, si lo hiciera con colores melancólicos, causaría algo más melancólico, más apagado. Si lo hago muy alegre, con colores cálidos y prendidos, doy una impresión de que es un buen evento. el colore teñiría la parte emocional del cuadro, y lo que quiero es que el espectador haga su propia interpretación. Ese cuestionamiento siento que se refuerza con ese blanco y negro.
¿Después de esto qué viene?
Estoy planeando dos cosas que quiero integrar. Una es un paisaje a color, dándole espacio a otro tipo de realidad que también existe, más positiva y alegre. No serían paisajes tradicionales, pero sé que la naturaleza va a estar presente después de la aridez y sé que quiero la presencia de la figura humana, tal vez con personajes que sean gente real, pero con una mutación total de lo que no sea el rostro. He visto cosas de Guillermo Tovar, que hace cuerpos con cabezas de animales u ojos enormes. En este caso serían rostros y algo más.
Por último, ¿qué significa haber sido elegido para el Salón Nacional de este año?
Es un gran honor, en especial porque el cuadro que escogieron es el que más he trabajado en todo el tiempo de lo que he estado haciendo, no tanto técnicamente sino en cuanto al compromiso. Es al que más le he metido trabajo hasta quedar satisfecho al 100%. Fueron como 6 meses y me encantó hacerlo.
El hecho de que lo seleccionaran me hace sentirme honrado y reconocido inesperadamente, porque lo hice en un 100% para mí… tal vez es lo menos prudente que he hecho para pintar. Es una confirmación de que toda la dedicación valió la pena.