Por Carolina Fung
@_____nubecita / @indigo.miel
Que me obsequiaran eso no solo significaba que gastaron su plata en mí, sino que también creían en mí.
O algo así.
11 de setiembre del 2019, mi cumpleaños número 20. Recuerdo que fui al Mall San Pedro con mi mejor amiga de ese tiempo y solo estuvimos, como dicen, hablando paja, en el balcón del segundo piso de comidas; luego recuerdo haber ido a almorzar con mi ex pareja una hamburguesa gigante con papas, de esas que eran populares porque les ponían un cuchillo en el medio, en vez de un palillo de dientes; y también recuerdo haber ido por ramen con mi familia, cuando me entró una obsesión severa por los fideos, que aún se mantiene.
Además de lo que hice ese día, estoy tratando de recordar cómo me sentía cuando cumplí 20 años, cómo no, ¡me creía una completa adulta! El hecho de ahora decir “veinti” y ya no “dieci”, ¡no era lo mismo!, sentía yo. Me enorgullecía por lo madura y sensata que creía ser; viendo hacia atrás, solo me puedo reír de lo inmadura y pequeña que realmente era. ¿Como las chiquitas que lloran por todo? Sí, algo así era yo (y sigo siendo). Pese a esto, mi cumpleaños 2019, y (especial nombramiento al del 2021), han sido de los que recuerdo con más cariño, no porque sucedieran acontecimientos extraordinarios, sino porque simplemente, me sentí muy querida.
En fin, la caja de zapatos Payless…Ya llevaba un rato queriéndome adentrar en la ilustración, pues yo la veo como si fuese una ventana narrativa hacia el corazón. El arte tiene la capacidad de transformar. Desde lo personal, he podido canalizar mejor los altibajos de la vida con el arte, transformando ese dolor y duelo, en empatía y amor. Empecé a ilustrar en el 2018, ilustrar suena muy profesional, porque realmente solo pintaba flores y frutas al principio. Pero, cada vez que pintaba, todas las preocupaciones pasaban a segundo plano, era solo yo y unas pinturas del Rey; encontré un sumo confort y una amiga en el arte. No importaba si era buena o mala, importaba que estaba haciendo algo que me sacaba una sonrisa.
Cuando llegamos a la casa, después de ir por ramen, me cantaron cumpleaños y ya; no esperaba regalos porque ni siquiera les dije que quería algo. En mi familia no acostumbramos dar regalos grandes, sino pequeños detalles o cosas que nos sean útiles, como desodorante, perfume, calzones, medias… En eso, mi hermana me pasa una caja de zapatos Payless, ¿qué será? pensé que quizá un libro… la abrí, desenvolví el papel celofán color fucsia y, adentro, como abriendo un pequeño tesoro sin saber lo que contenía, había una tableta y un lápiz para ilustrar.
Quedé.
Para quienes no saben, estos dos objetos son sumamente caros, yo ni siquiera los compraría a menos de saber que les voy a dar uso día y noche. Que me obsequiaran eso no solo significaba que gastaron su plata en mí, sino que también creían en mí.
Lloré como una bebé.
Gracias a este obsequio, pude ampliar mis conocimientos en la ilustración desde diferentes puntos y he tenido una herramienta narrativa que me deja contar historias tanto de lo dibujado como lo textual. Aunque cabe resaltar que esto no es un favoritismo hacia los dispositivos digitales para la ilustración. No se necesitan. Es más, aplaudo y opto yo misma por la ilustración y pintura a mano. Sin embargo, soy consciente que tener estos medios es un lujo, por tanto, me sentía sumamente agradecida. Al final no es tanto el objeto, sino lo que simbolizó, se convirtió en una razón para seguir siendo constante y agradecerle a mi familia por invertir en algo tan valuable.
Me hizo créermela, me obligó a creérmela.
Sin duda, para mí, la pintura a mano no se compara con la digital, sin embargo, si me preguntasen cuándo fue que empecé a ilustrar, mi mente iría a este fuerte recuerdo que tengo de mi cumpleaños. Ya han pasado sus años después de eso, las cosas han cambiado; hay personas nuevas en mi vida que no me conocían a mis 20 años, voy a ser tía, ya casi me gradúo, tengo una gatita, ¡¡¡finalmente matriculé TCU!!!
Las cosas cambian, pero mi interés y gusto por la ilustración no lo ha hecho, en todos estos años, el arte me sigue tendiendo la mano y no me la ha soltado. Me da un poco de miedo si llega el momento en que ya la ilustración no me llene tanto, o empiece a tener mayor interés por otras cosas. Sin embargo, creo que esto me lleva a recordarme a mí misma a desentenderme de esta idea academicista que presiona a casarnos a una sola cosa. Si algo les queda de este texto, quisiera que recuerden que está bien querer hacer muchas cosas sin saber si lo haremos bien o no, está bien estar desorientadx por la vida, está bien que nos asuste el cambio, está bien que nos emocione el cambio; todo es válido siempre y cuando nos sigamos moviendo, y yo aquí, por más obstáculos, seguiré en movimiento.
Mi nombre es Carolina Fung, soy ilustradora y tengo una cuenta de ilustración en ig llamada indigo.miel / Actualmente trabajo como asistente para el Repositorio de Arte y Patrimonio Cultural y estudio Comunicación Audiovisual en la Universidad de Costa Rica.