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Confieso que soy un fraude

Por Melany Mora
@melanymora26

Se los dije, soy una vil impostora. Y me cuesta diferenciar racionalmente qué de esto es verdaderamente fracaso y qué es parte de tener el llamado síndrome del impostor.

 

Confieso que soy un fraude.

Me escribieron para escribir un blog sobre mi experiencia como artista en la escena local pero no lo merezco. Posiblemente comparta este texto como si fuera uno más de mis “logros”, escondiendo cuidadosamente el hecho de que sé que estoy acá escribiendo más por tener la dicha de conocer a la editora de este blog que por los méritos de mi “arte”. 

Empezando por el simple hecho de que ni siquiera puedo llamarme a mí misma artista, porque siento que me queda demasiado grande la etiqueta. Con costos puedo sentirme en la propiedad de llamarme comunicadora audiovisual solo porque tengo un título de cartón firmado por el rector de la UCR que lo confirma.

Sin embargo confieso que soy un fraude. Llevo rato engañándoles, pero era cuestión de tiempo para que esta bomba explotara. Tarde o temprano iba a venir Scooby Doo y compañía a desenmascararme y exponer mi verdadera faceta de fracaso escondido con la que tengo que lidiar a diario. 

Así que, a pesar de que me invitaron a hablar de mi experiencia “haciendo audiovisual, arte, dirigiendo o haciendo memes” procederé a enumerar cuatro veces en mi vida en las que he tratado de ser artista y he fracasado miserablemente. 

  1. No logré ser artista pop.

Cuando era pequeña crecí frente a un televisor viendo videos musicales, y cuando estaba completamente sola, lo único que quería era cantar viéndome como Britney Spears o Shakira, o a veces incluso me inventaba canciones propias. Lo que hice al respecto fue inscribirme al show de talentos para cantar en mi primer año de escuela. Para ese momento yo era la típica chiquita introvertida con solo dos amigas. Nadie se lo esperaba, pero tampoco nadie me detuvo. 

Y bueno, ¿Alguna vez han visto Little Miss Sunshine?, no existen videos de mi presentación cantando Como la Flor de Selena Quintanilla o El Último Adiós de Paulina Rubio, pero me parece que si hicieran un biopic de mi vida, la escena de Olive cantando mientras se quita la ropa frente a los jueces podría ser parte del material de archivo. 

Hoy en día en mis tiempos libres me gusta leer biografías de famosas artistas pop, para ver si aún tengo la oportunidad de llegar a ser como ellas, para luego chocar con pared y darme cuenta que todas empezaron desde la adolescencia y ya voy cinco años tarde. Ahora las personas que me conocen ya saben por qué siempre lo doy todo en los karaokes, a pesar de que no tenga la mejor voz del planeta.   

2. Dejé la música porque no era lo suficientemente buena.

Cuando tenía nueve años entré a clases de música y estuve tocando clarinete al menos nueve años más. Recuerdo que por ahí de 2013 estaba en un ensayo de orquesta, tocábamos Pavane de Fauré y todo sonaba bien. En un momento dado y de la manera más incómoda del mundo, el director de la orquesta dejó de mover sus manos, dejó caer su batuta y, viendo al infinito con el ceño fruncido y la boca abierta dijo: “Muchachos, no se conformen nunca. Dar el 100% es apenas lo suficiente.”

Y como yo soy esa persona que recolecta frases célebres para convertirlas en su personalidad entera, convertí ese pensamiento en mi mantra. Este año, por un proyecto en el que estuve, me di cuenta que en el sistema educativo musical se nos empuja a una dualidad absurda: o la perfección o nada. Y todo esto termina siendo un reality de Survivor que deja a muchas personas fuera. Hoy en día tengo un clarinete en mi casa y no me acerco por miedo a que el fracaso me pegue en la cara, por ser peor que antes, por no ser lo suficientemente buena. Y por eso, canalizo mi frustración de ser música tocando flauta dulce, porque puedo tocar feo sin que nadie me exija nada.

3. Me rechazaron de la escuela de artes.

También intenté ser artista visual. Cuando se acercaba el fin del colegio entraba la presión de elegir una carrera. A mí los profes siempre me recomendaron estudiar algo relacionado con ciencias o mate porque se me facilitaba (hoy por hoy tengo que usar calculadora hasta para sumar 5+7) pero yo quería ser _artista_. 

Finalmente entré a la Universidad de Costa Rica con una nota casi perfecta, 795.5 puntos sobre 800, lo cuál aún no me creo, porque llegué a ser la tercera mejor nota del país cuando nunca había llegado a ser ni la mejor nota de mi clase en el colegio. Todo el mundo me decía: “Ay, puede entrar a la carrera que quiera, medicina, microbiología, ingeniería” y no, hice el examen de habilidades para entrar a la Escuela de Bellas Artes y me saqué como un 4 en dibujo, un 2 en escultura y un 6 en collage.

4. A este truco le llamo, me equivoqué de carrera.

“¿Qué es la comunicación?” fue una pregunta que le tuve que hacer a mucha gente desconocida en la universidad para mi primer trabajo de introducción a comunicación: Un vox populi. Como mi énfasis es comunicación audiovisual y mi sueño (en ese momento y en la actualidad) era ser guionista-directora de cine, salí entusiasmada (pero sin una pizca de experiencia) a grabar con mi celular mi primer producto y como podrán imaginar, apestó. A la hora de presentar nuestros trabajos y ver lo increíblemente capaces que eran mis compañeros sólo podía pensar: hay personas con talento y luego, estamos el resto de los mortales.

Para empeorar la situación, el profesor dijo: “Recuerden este trabajo, los va a definir por el resto de su vida profesional” mientras procedió a hacer una premiación en la pizarra al mejor video, al mejor sonido, a la mejor fotografía, al mejor presentador, a la mejor edición y muchas más categorías absurdas en las que, por supuesto, no valía la pena ni considerar mi producto.

Después de eso, mi vocación tuvo un pequeño ataque de ansiedad. Me culpé por entrar a una carrera para la que no servía, y por quitarle el campo a alguien mejor.

A partir de eso, le tomé la palabra a mi antiguo profesor de música y empecé a dar más de mi 100% y no voy a mentir, las cosas empezaron a mejorar. Encontré un grupo de trabajo de personas con las que aprendí muchísimo dentro y fuera de las aulas y me determiné para convertir cada proyecto en un Horrocrux donde dejaba un pedacito de mi alma. Por varios años gané concursos en la U, hicimos videos virales, entramos en festivales de cine por todo el mundo y hasta viajamos a Europa para recoger un premio que ganamos por un cortometraje que dirigí. (se llama Alunizaje, lo pueden ver en youtube jeje)

Pero se me ha ido gastando la batería y siento que se me está agotando el tiempo de mantener viva esa chispa que algún día tuve. Me meto a más proyectos de los que puedo, le he fallado a mucha gente, me he alejado de personas que quiero. Estoy en un hueco del que siempre intento convencerme que puedo salir pero cargo con una culpa inmensa que me lleva de nuevo hasta el fondo del precipicio. 

Durante años hubo muchísimas expectativas sobre mí. Y de hecho, aún hay gente que las tiene. Pero no puedo evitar pensar que realmente estoy fingiendo saber mucho más de lo que sé, o que hablo de cosas que no me corresponden. Me pasa a la hora de escribir este artículo o con alguna de las historias que quiero escribir para convencerme que aún tengo “talento”. No puedo enamorarme de ninguna, porque siento que nada de lo que se me ocurre es lo suficientemente bueno para entregarle uno de los pedacitos de alma que me quedan para dar. 

Se los dije, soy una vil impostora. Y me cuesta diferenciar racionalmente qué de esto es verdaderamente fracaso y qué es parte de tener el llamado síndrome del impostor, que consiste en creerse menos capaz de lo que uno es.  Sé que no estoy sóla en esto, siete de cada 10 personas lo tienen, en su mayoría mujeres. Por eso, como soy coleccionista de frases, les dejo cinco pensamientos que sustituyeron como mantra a la frase perfeccionista de mi profesor de música y que se sienten como un abrazo. 

  1. Todo proceso requiere sus pausas.
  2. No solo joven se puede hacer arte, (¡¡¡una señora de 95 años acaba de ganar un Latin Grammy por artista revelación!!!)
  3. Sigo siendo creativa aunque no lo comparta en redes sociales.
  4. Sigo siendo creativa aunque haya pasado mucho tiempo alejada de mi arte.
  5. Lo perfecto es enemigo de lo posible.

 


 

Melany Mora Murillo nació un Martes de Mayo de 1998 en el hospital México. Comunicadora, Cineasta frustrada y Cantante entusiasta en karaokes (retirada hasta nuevo aviso). Una vez recolectó firmas para que volviera el helado de crema de limón de la Pops.