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Tres tristes turistas

Por David Ulloa
@davulloa

Pasé demasiado tiempo examinando tu cara, buscando aunque sea uno de los errores que me han dicho tiene la mía.

I. 

En Roma

no parlo italiano

y asumo que él tampoco

porque me escribe hello, handsome.

De dónde soy me pregunta en inglés,

pero a él qué le importa

where am I from

si lo importante es dónde estoy.

 

A 200 metros tuyo, baby.

 

Wanna hang out?

y eso en inglés

o en italiano

significa lo mismo.

 

Vamos a culear, baby.

 

I’m on my way,

le escribo

y mientras camino también pienso en inglés.

 

Pizza for dinner again.

 

Did I shower today?

 

Llegué a su hotel

y cara a cara no hubo inglés que aguantara,

el baby era mexicano.

 

Nos paramos frente al infiltrado imperio yankee

y libres por una hora

jadeamos en español.

 

 

II.

 

Pasé demasiado tiempo examinando tu cara,

buscando aunque sea uno de los errores que me han dicho tiene la mía.

 

Ni uno,

juego en desventaja.

 

Mi carta bajo la manga, pienso,

la novedad.

 

Que cuando sepa tu nombre y te lo repita de vuelta será un sonido nuevo para vos.

 

Exotismo.

 

Nunca un tico ha dicho las palabras

Joseph Farsh.

Las digo yo.

 

La música está demasiado alta,

de mi boca lo que sale es un rumor.

 

Vos no preguntás por el mío,

perdés el interés,

volvés a la barra

y yo regreso a mi país.

 

Acá te llamás

Motherfucker Joe Fart.

 

 

III.

 

Me ponía triste pensar

que él no entendía cuando yo pedía Monpik,

el sabor Pitufo.

 

Ni podía extrañar como yo un paquete de galletas,

la choco quqi.

 

Que jamás me diría cuántos hielocos llegó a coleccionar,

yo todos.

 

Y que nunca se reiría con mi imitación de la Tía Maricucha,

ay qué tristeza, mi chiquito.

 

Me ponía triste pensar que el amor de mi vida no había nacido en mi país,

pero la tragedia fue que decidiera no morirse aquí

donde me quedé.