Columna

Réquiem para la pirámide alimenticia

Por Larissa Soto

No creo en las dietas, pero sí en los límites del planeta.

Sonó como un súper statement, pero me toca recoger los papeles del suelo porque en realidad sí necesito la palabra dieta para hablar de lo que voy a hablar. No creo en las dietas como régimen. Usaré “dieta” aquí simplemente como “conjunto de alimentos”.

Hoy despediremos a la pirámide alimenticia y su base enteramente llena de panecitos, pastas y bollitos, convenientemente estampada en el paquete de pan cuadrado.

Perdón centennials que nos leen si no tienen idea de qué estoy hablando. Es que hace tiempo que este querido ícono estadounidense ha venido debilitándose, hasta morir oficialmente (según yo) en 2019 cuando la comisión EAT-Lancet sobre alimentación, el planeta y la salud, propuso la dieta de la salud planetaria.

Y digo yo que la pirámide murió de una vez y por todas, porque es la primera vez que se crea un marco universal para todas las culturas alimentarias y sistemas de producción del mundo, con un alto potencial de adaptación y escalabilidad local.

Una alimentación basada en la etnocéntrica pirámide alimenticia no tiene ni de cerca ese respaldo científico. Además, de continuar aplicándose tal cual, aumentará la malnutrición (ya sea hambre u obesidad) y continuará el deterioro de los ecosistemas.

Nueve límites. Nuestra casa tiene nueve límites biofísicos dentro de los cuales debemos operar para asegurar un sistema terrestre estable y resistente, que son: agotamiento del ozono, pérdida de la integridad de la biosfera, contaminación química, cambio climático, acidificación oceánica, ciclo del agua dulce, cambio de uso de suelo, ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo, y carga de aerosoles atmosféricos.

Con ninguno de esos límites podemos jugar. Se han establecido los parámetros para que nuestra alimentación no los exceda. La mala noticia es que son obligatorios. Son metas que se alcanzan a través del consenso científico internacional, basado en la ciencia más reciente disponible, y tienen un límite de tiempo muy preocupante.

La buena noticia es que contamos con un buen respaldo de que armar nuestros platos así, es un aporte significativo al planeta, además de la motivación de estar en paz con nuestra salud.

Para que quepamos todxs sanos en un planeta sano, ya no da chance para que una persona no sea vegetariana, vegana o flexitariana (trata de consumir la menor cantidad de alimentos de origen animal posible), pero la dieta de la salud planetaria es un espacio donde, por fin, nos podemos dar la mano sin importar culturas, preferencias o necesidades nutricionales.

Bueno, y ¿cómo es exactamente?

Un plato dentro de la dieta planetaria tiene una ingesta calórica adecuada. Estaría compuesto por aproximadamente la mitad del volumen de una diversidad de alimentos de origen vegetal, y en la otra mitad, el aporte calórico se repartiría en bajas cantidades de alimentos de origen animal, grasas insaturadas en lugar de saturadas, pequeñas cantidades de granos refinados, alimentos altamente procesados y azúcares agregados.


Comisión EAT-Lancet

Chao, pirámide. No fuiste flexible, ni compatible con la diversidad. Diversidad de alimentos, sistemas agrícolas, tradiciones culturales o preferencias individuales. No te extrañaremos, descansá en paz.