Por Andrés Cervilla
@andres_cervilla / @peepahfabricadesonido
Pues sí, así es… Un año.
Recuerdo una conversación que tuve con colegas músicos, en las dos primeras semanas de pandemia, cuestionando si sería real lo que se decía… Que no iban a suceder conciertos del todo por un par de meses mientras se arreglaba la situación, después, que no iban a haber conciertos hasta agosto, y henos aquí, una vuelta al sol después, aún tratando de comprender una realidad en la que hemos sobrevivido sin música en vivo.
En lo personal, bajo cualquier escenario, hubiera sido imposible contemplar mi vida sin hacer esto que tanto, tanto, amo hacer. Para cualquier músico, subirse a tocar a un escenario es una bendición; en lo personal, cada concierto que he tocado, ha sido un ritual, y lo vivo así.
Generar y experimentar música en vivo es una de las cosas más poderosas que me atraviesan desde que tocaba tambores en mi escuela. Hoy, de la nada , siento que se me arrebató de las manos un tesoro y una fantasía que construí desde que era niño.
Si bien es cierto que la vida a fin de cuentas, siguió, con todo y sin conciertos, para mí, ha sido sentir que el tiempo se detuvo. Tengo demasiada viva aún la memoria de lo poderoso que estuvo mi último concierto en El Sótano un 7 de marzo tocando con mi banda UachiMán, fue casi como una premonición de que sería la despedida de los escenarios por buen rato.
Jamás hubiera imaginado mi vida sin poder hacer esto, reitero, ni en el escenario más descabellado de lo descabellado lo vi venir… Hoy un año después, para estas alturas ya un sobreviviente de esta calamidad, he tenido que luchar contra mí mismo muchas veces para no sentirme hundido, extrañando tantísimo a mis compañeros de banda, los viajes, las caras desde la tarima, la comunión, el baile, armar mi instrumento, y ese cansancio tan gratificante a la hora de irse a dormir luego de haber tocado un buen concierto.
¿Qué me queda de esto? Ciertamente la pausa, pese a que no ha sido fácil, me deja una gran enseñanza, y la valoro y la celebro… Existe ese dicho que dice que uno termina de conocer a la gente no en las buenas, sino en las malas.
Aplica para nosotros mismxs, a mí, al igual que a todo el mundo, esto me ha permitido conocerme en las malas, y conocerme en este contexto en donde nada es como uno quiere. Conocerme sin tener lo que creía que me definía más y que es algo que, a la vez, sigue siendo nuevo, y será uno de los grandes regalitos que deja este virus, al menos a mí.
Ya no soy la misma persona que era hace un año, y espero ya no serlo. Hoy me conozco mejor y de nuevas formas, y trabajo todos los días en aceptar y reconocer esta nueva parte de mi vida en un presente de ciencia ficción, en el que nos ha tocado estar de paso por un capítulo bizarro de un libro. Siempre con ganas de poder pasar al próximo capítulo, atravesado de vuelta por esto que nos ha dado tantas razones para sentirnos libres, dar amor, recibir amor y celebrar vivir. No es casualidad que extrañemos tanto un buen chivo. Que no se nos olvide nunca.
Sobre el autor:
Músico, productor y diseñador de sonido. Fundador y director creativo de Pee-Pah! Fábrica de Sonido, un estudio de creatividad sonora enfocado en diseño de sonido, soundbranding y producción musical para artes multidisciplinarias y publicidad. Como compositor y diseñador de sonido su trabajo ha sido expuesto en espacios como el Festival Internacional de Diseño de Costa Rica, el Museo del Oro de Costa Rica, Museo Nacional de Costa Rica, Museo de Arte y Diseño Contemporáneo y Museo de Arte Costarricense. Ha trabajado como productor y compositor de identidades sonoras y diseño de sonido para marcas, eventos, teatro, televisión, radio, cine, apps, videojuegos y animación. Es además músico de la banda panameña Señor Loop, director de UachiMán y miembro fundador de Infibeat.