Por Lucía Rodríguez
@luciarodriguezc
La decoración de la casa de mis papás es de otro nivel. Nada que envidiarle a ningún centro comercial.
En julio del 2020, en plena pandemia, comencé una relación a distancia. En noviembre, cuando finalmente abrieron nuestras fronteras, él pudo viajar y pasamos juntos los 90 días que permite la oficina de migración.
Lo que yo no consideré casi hasta el día que aterrizó, fue la época. De repente, la Lucía súper familiar pero también súper soltera tenía a alguien que no iba a esconder justo para las fiestas. Fue el legítimo de 0 a 100 en 1 segundo. Con todo lo que eso implica tanto para mi familia como para él. Confieso que de un lado y del otro lo llevaron con toda naturalidad, a mí no dejaba de sorprenderme y asustarme todos los días.
La navidad siempre fue importante en mi familia, mi mamá es algo así como el espíritu navideño personificado, pero escuchar las narraciones de un externo me hizo entender lo muy en serio que nos tomamos la época los Rodríguez Chaverri, algo que como ha sido mi realidad durante casi 4 décadas, no tenía concientizado.
El día que lo presenté a mis papás, un almuerzo de domingo como cualquier otro en nuestra familia, era también el día designado para elegir el árbol de navidad. Nos gustan los árboles mechudos, que no se sientan podados a perfección entonces una de nuestras primeras tradiciones navideñas es ir a elegir el nuestro a la arboleda Castro y dejarle una notita para que no lo poden más.
Dice él que nunca había visto semejante cosa. Nos bajamos los cuatro del carro en una misión, caminamos por los pasillos de la arboleda, examinamos cada candidato, tamaño, volumen, potencial, y finalmente, los cuatro nos ponemos de acuerdo, lo observamos desde todos los ángulo a una distancia prudencial y elegimos un ganador que vendremos a buscar en unas cuantas semanas.
Alrededor de esa época empezamos también a trabajar por nuestras causas, Fé Viva – el hogar de niños que nos robó el corazón hace algunos años, el asilo de ancianos, los diarios para las familias de bajos recursos. Durante noviembre y las primeras semanas de diciembre, la casa de mis papás se llena de regalos, víveres, personas voluntarias que nos ayudan a conseguir todo y estoy segura que de bendiciones, muchas bendiciones.
La decoración de la casa de mis papás es de otro nivel. Nada que envidiarle a ningún centro comercial. Pero son los pequeños detalles como la mesa de los almuerzos de domingo, siempre con servilletas navideñas, ramitas de ciprés, velitas, encender una candela en la corona de adviento, los que le ponen emoción a la espera.
Finalmente, los regalos. No doy muchos pero sí muy pensados. Me encanta dar regalos, dedicar el tiempo para pensar en cada persona y elegir algo especial.
Cuando finalmente llega Nochebuena, empieza la maratón comestible. El 24 cenamos con los Rodríguez. Desde que no vivo en la casa de mis papás, la noche del veinticuatro dejo mi casa y me traslado a dormir en mi antiguo cuarto, porque fieles a las tradiciones, y como si todavía fuéramos niños, la mañana del 25 nos despertamos y en la sala “mágicamente” aparecieron los regalos que nos “trajo el niño”.
Amo la idea de ser niña por una mañana, de no perder la capacidad de asombro y de disfrutar de las sorpresas. El año pasado hasta ÉL durmió donde mis papás, y aunque en principio no entendía mucho la dinámica, rápidamente le encontró el gusto. Vamos abriendo regalos por turno y con el último nos ponemos manos a la obra, desayuno de familia y a preparar el puré de camote para el almuerzo del 25, que es con los Chaverri. Tras más comida, brindis, escándalo y un bingo navideño, se termina la temporada con la ilusión de repetirla al año siguiente.
Este año no está José para disfrutar de las tardes soleadas y ventosas de diciembre, de mi obsesión por escuchar el Burrito Sabanero versión Elvis Crespo y bailar mientras enfrento las presas, las luces y la buena onda que existe en estos días, pero gracias a él, tengo mucha más conciencia que antes de nuestras particularidades navideñas y las disfruto y atesoro todavía más.
Tal vez este texto resultó muy familiar, pero bueno, así es mi navidad. Y desde mi corazoncito caliente de tanta buena energía comparto un abrazo para todos, pero sobre todo para quienes no la pasan lindo en estos días.