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Niños emprendedores y felices

Por María Teresa Uribe

Emprender es tener iniciativa, liderazgo y moverse hacia adelante por una motivación personal interna, genuina y profunda.

Un emprendedor se define por sus cualidades. Estas son comúnmente reconocidas como innovador, flexible, dinámico, capaz de asumir riesgos, creativo y orientado al crecimiento; aprovecha el error como un aprendizaje para crecer, entre muchas otras de similar carácter. 

Al decir emprendedor es importante aclarar que no se limita únicamente al mundo de los negocios o a ser dueño de un negocio. Emprender es tener iniciativa, liderazgo y moverse hacia adelante por una motivación personal interna, genuina y profunda.

El mundo y la tecnología avanzan a gran velocidad y se espera que los futuros adultos sean personas capaces de adaptarse al cambio y lo más importante aún, innovar. El mercado laboral está en busca de emprendedores que agreguen valor a una sociedad tan cambiante.

Por otro lado, el nivel de importancia de la educación se ha venido planteando de manera que entre mayor en edad el ser humano, más importante su educación. Esto significaría que la educación de la primera infancia, aunque sea buena, no es tan importante como lo sería la secundaria o la universidad.

Sin embargo, estudiando el desarrollo del ser humano, se ha descubierto que es durante la primera infancia (0 a 6 años) cuando el cerebro y la persona como ser integral se forman. Se conoce como la etapa más sensible de la vida, donde se producen todas las conexiones neuronales que nos forman para toda la vida. Es el cerebro en formación. Es cuando se desarrollan todas las cualidades que conforman a un emprendedor.

Tomando esto en cuenta, las experiencias y nivel de educación que le proporcionamos a los niños viene siendo de suma importancia para el futuro de todos. Es en el plano de desarrollo que se siembran los valores y cualidades que le brindarán éxito personal al futuro adulto y al mundo como un todo.

Por lo tanto, los adultos guías de un niño en su primera infancia debemos tomar en cuenta lo siguiente:

  1. La solución efectiva de problemas: Moderar cuando se presenta un conflicto, de manera que el niño aprenda herramientas para la solución de conflictos. Por otro lado, evitar que sea el adulto quien resuelva el problema.
  1. Desarrollo de la voluntad: La voluntad se refiere a no necesitar más que la satisfacción personal a la hora de realizar una actividad, esto significa que la persona no busca siempre la recompensa y, por ende, actúa con determinación y pasión (características típicas de un emprendedor). La voluntad en la niñeza se traduce en actividades prácticas y simples como ser responsable por el orden de su ambiente, bañarse, vestirse, lavarse los dientes sin ayuda, participar en las tareas de la casa como lavar platos, poner la mesa, darle de comer a las mascotas y otras de esta índole.
  1. Aprender del error: Como adultos debemos ser parte de darle una connotación positiva al error, esto empieza con cosas sencillas evitando frases planteadas en negativo:

–   ¡No corrás!

–   ¡No se puede jugar con la bola adentro!

–   ¡A tu hermano así no, no se le toca duro, no se le jala el pelo!

 

En lugar de caer en comentarios correctivos (que hacemos sin malas intenciones como padres), es mejor tratar de usar el lenguaje positivo y comprensivo. Se comienza por cambiar el tono de cómo hablamos. Algo que he encontrado útil es que, en lugar de pensar en lo que no puede hacer el niño, más bien pensar que sí puede hacer.

 

– Por favor, adentro caminamos.

– Con la bola se puede jugar afuera.

– Tocá a tu hermano de forma delicada porf avor. Así, mirá. (demostrar la acción)

  1. Propiciar la toma de decisiones: Está ligado tanto a la resolución de conflictos (dejando que los niños escojan las solución dentro de opciones posibles, que podrían ser determinadas por el adulto, o bien por el niño dependiendo de la situación) como también a las decisiones de la vida diaria y sencillas, entre ellas: ¿Cómo me quiero vestir? ¿Con qué quiero jugar? ¿A dónde quiero ir primero? ¿Qué quiero comer?, así como otras.
  1. Asumir riesgos: Propiciar un ambiente donde el niño pueda crecer con el sentimiento de que está bien salirse de la zona de confort con seguridad y optimismo. Al evitar que los niños pasen situaciones donde se verán en una situación de problema (menor y no de riesgo de vida o muerte o lesión severa) lo que genera es que el día de mañana evite el riesgo cuando este podría ser aprovechado y por lo general todo emprendimiento de éxito va ligado a tomar un riesgo.
  1. Impulsar la independencia: Está ligada al desarrollo de la autoestima. Desde el nacimiento el niño sigue una guía interna (una especie de instinto) que lo lleva a buscar de manera natural diferentes grados de independencia, los cuales le brindan seguridad para adaptarse a la sociedad y cultura a la que pertenece. Sin embargo, el niño también es sensible a que, si lo privamos de dicha libertad y más bien generamos una dependencia (casi siempre emocional), está creciendo con el mensaje: “No podés sin mi”. Cuando es mayor en edad, este vínculo continúa a nivel inconsciente, de manera que hoy tenemos generaciones que no dejan el “nido” y se sienten incapaces de triunfar por su propia cuenta en el mundo. Por eso es importante dejar al niño libre, dentro de los límites que su edad amerite, pero siempre libre de tomar decisiones y asumir riesgos. Esto se logra considerando los puntos planteados anteriormente.

Al final, por encima de todo, como adultos siempre debemos predicar con el ejemplo.  Es importante que no se nos olvide que el fin de la educación de la primera infancia es que los niños se auto-construyan como personas capaces, triunfadoras del futuro y sobre todo FELICES.


María Teresa es  Educadora y Guía Montessori de la AMI. El texto fue publicado originalmente en el blog Mamámontessori.