Sin Categoría

Mi ex sale en mi pasaporte

Por Victoria Ventura
@victoriaventuras

Sin darme cuenta me crecieron ramas e inesperadamente brotaron unas cuantas flores, y vi historias que me enseñaron que mientras recuerdes a alguien, siempre estará vivo.

Dicen que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, y ese fue el caso con mi primer amor. 

Cuando llegué a los brazos del siguiente me dejé embelesar, las experiencias que vivimos juntos me marcaron para siempre, las nuevas comidas enamoraron mi paladar, las amistades que me presentó son de esas que duran para toda la vida, los paisajes que me mostró son los que tengo más frescos en mi memoria, y cada día que me levanto, veo el cielo y me siento la más afortunada de haber terminado aquí. Pero luego llega el vacío, que a menudo confundo con mariposas, aunque sé que no son más que los recuerdos haciendo piruetas; porque ahí, donde solo veo el azul infinito del cielo, solía haber una montaña de grandeza, un símbolo inconfundible de mi amor pasado al que aún tengo presente. 

Quisiera poder dejarlo atrás, ver al horizonte y que no le falte el Ávila, negar que alguna vez le pertenecí, pero está en cada esquina, en cada persona al día con las noticias, en cada llamada familiar, en cada vez que llego a mi casa e incluso en mi forma de hablar, mi porte y los gestos que suelto sin pensar. Muchos recomendarían que simplemente lo deje ir y me quede con lo bueno que vivimos, pero sé por experiencia que eso solo se logra cuando la historia ha llegado a su fin; lamentablemente, a la nuestra aún le quedan muchos capítulos, pues en ambos sigue viva la esperanza de algún día volver a estar juntos. 

Verás, yo no quería apartarme, más bien estaba demasiado arraigada y soñaba todos los días con ver mi árbol crecer y dar frutos en su tierra. Nunca esperé ser arrancada de raíz de todo lo que conocía, dejar todos mis planes en el viejo abono para adaptarme a una nueva maceta, sola, confundida y con síndrome de raíz fantasma, porque a pesar de que aún podía sentirlas, verlas y oírlas, tarde o temprano se iban a desvanecer, como hacen los recuerdos. 

Pronto cambié la narrativa y aprendí a ver en mi nuevo amor una nueva faceta. Al inicio me negaba a ser yo misma, creí que debía cambiar para agradarle, pero mediante pequeños gestos me hizo ver que me quería tal y como soy, que no pretendía que olvidara a mis amores pasados, pues entiende que mi afecto es inmarcesible, más bien agradece poder ser parte de ese cariño. Me apoya en mis decisiones y hace llevaderos la mayoría de mis trámites, me dio un hogar y muchísimas voces positivas que ahogan a aquellas que gritan sin cesar que terminemos, que regrese a mi otro amor.

Eventualmente aprendí a sobrellevar el nuevo entorno: sin darme cuenta me crecieron ramas e inesperadamente brotaron unas cuantas flores, y vi historias que me enseñaron que mientras recuerdes a alguien, siempre estará vivo. Ahora eso hago, recordar con inevitable melancolía, porque hasta las memorias más hermosas están teñidas de política, miedo e incertidumbre; así es como siempre ha sido, y así las quiero. 

Aún lloro ocasionalmente ante la ironía de los 5 de julio, porque la independencia que proclama la fecha parecía solo un cuento de hadas, hasta que mi segundo amor me demostró lo contrario un dichoso 15 de septiembre. Aún lloro también mientras me despido de mis abuelos, que todavía viven en mi gran amor y me despecho cuando en sus ataques temperamentales no me permite hablarles por semanas, pero estamos trabajando en ello, capaz y algún día se arregle. Dicen que nunca olvidas al primer amor, que cada experiencia te hace ser quien eres, por eso, a pesar de que ya no pasa tan seguido como antes (porque mi cantado mutó de caraqueño a valle centralista), me encanta cuando me preguntan quién soy, para responder: Victoria Ventura, venezolana.