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Lo trans: sexo y género

Por Olivia Torres
@nyxxi.e

Vivimos en un mundo en el que damos por sentado que el sexo es un binario y que el género de las personas esta determinado por sus características biológicas.

Aproximadamente un uno por ciento de la población mundial cae dentro de la sombrilla ‘trans’, que describe a aquellas personas cuyo género no coincide con el asignado al nacer. A pesar de ser una minoría tan pequeña, las controversias que han surgido alrededor de nosotres parecen desproporcionadas respecto de la cantidad de personas que representamos en las sociedades actuales: nuestra presencia en baños públicos, cómo pensar la participación de personas trans en los deportes, qué significa nuestra existencia al pensar la orientación sexual, qué lugar ocupamos y cómo lo ocupamos en el feminismo, etc. 

Esto es porque lo trans trastoca los axiomas y fundamentos, las creencias y las suposiciones más básicas, de la visión de mundo en nuestras sociedades contemporáneas: vivimos en un mundo en el que damos por sentado que el sexo es un binario y que el género de las personas esta determinado por sus características biológicas.

Como en muchas áreas, el consenso científico y médico se encuentra mucho más adelante que la conversación pública. A pesar de ser consideradas patologías por mucho tiempo, las identidades y experiencias trans no se consideran como enfermedades por las instituciones médicas y científicas actuales. Varias organizaciones, entre otras, coinciden en que a) lo trans no es una patología sino, al contrario, una expresión de la diversidad humana y b) el sexo y el género son dos elementos relacionados pero no mutuamente determinantes en los seres humanos. Estas son las organizaciones: la Organización Mundial de la Salud (OMS), Las Naciones Unidas, la Asociación de Psiquiatría Americana, la Asociación de Pediatras Americanos, el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS en sus siglas en inglés).

Lo trans problematiza también muchas de las maneras en que se ha pensado el género en ambos lados del espectro político. Las tendencias conservadoras sociales siguen viendo el sexo y el género como un solo fenómeno. el sexo siendo una característica binaria del individuo, inalterable y determinante respecto de su género, y más allá, del orden social patriarcal que se concibe como la relación natural entre los sexos. 

Algunos feminismos y estudios de género, por otro lado, conciben el género fundamentalmente como una construcción social, desligado absolutamente de las condiciones biológicas de los cuerpos e, incluso, se atreven a pensar en el sexo biológico como una construcción social como lo es el género. 

Otros feminismos, a pesar de ubicarse ideológicamente de manera opuesta al tradicionalismo patriarcal, coinciden en su visión esencialista y reductiva, siendo el sexo un dato biológico que determina completamente el género de las personas y su lugar social. La diferencia es que, mientras que el tradicionalismo afirma el patriarcado como la relación natural entre las personas, estos feminismos consideran el patriarcado y sus instituciones como algo necesario de abolir. A grandes rasgos, estas posiciones pueden entenderse como esencialismo biológico y constructivismo de género, con muchas perspectivas ubicadas en medio.

El problema es que ninguna de esas maneras de entender el sexo y el género es completamente adecuada y todas tienen algo de verdad. El esencialismo reconoce que hay elementos biológicos significativos que afectan al individuo; su error es considerar estos elementos como absolutamente determinantes. El constructivismo acierta al señalar que, tanto el género como el sexo, son categorías humanas, y especialmente el género está sujeto las condiciones socio-culturales en las que viven las personas, pero en su afán por distanciarse de reduccionismo biológico, descarta la manera en que lo biológico interactúa con lo social.

A continuación me gustaría destacar elementos de ambos acercamientos al tema, con la esperanza de tener una perspectiva más clara de cómo y hacia dónde movernos respecto de este tema.

Cuando hablamos del sexo biológico en los seres humanos, nos referimos a varios elementos de la diferenciación sexual en la especie y el individuo. El sexo cromosómico, el sexo hormonal, el sexo gonadal y el sexo genital, describen cada uno una dimensión diferente de la expresión sexual de un individuo. Un sistema binario es aquel en el cual hay solamente dos posibles valores, como lo es el 0 y el 1 en el código binario de computación: nunca habrá un valor otro que 0 y 1, nunca un 2, un 3, ni un valor intermedio como lo sería 0,4. Siguiendo esta definición estándar de un sistema binario, podemos ver que el sexo en los seres humanos no es un sistema de diferenciación binario. Cualquiera sea el criterio sexual que escojamos, encontramos que en la especie humana se expresan más de dos valores en la expresión sexual de los individuos. Por ejemplo, en cuanto al sexo cromosómico, existen por lo menos seis expresiones (cariotipos) comunes que implican un desarrollo sexual diferenciado en un individuo.

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Aunque la investigación en esta área está apenas comenzando, se han logrado establecer relaciones entre el género de las personas y diferentes estructuras neurológicas y a diferentes condiciones en el desarrollo del embrión en el útero. Esto sugiere que, a pesar de que el género tiene un componente social fuerte, existen determinaciones biológicas relacionadas con el género de las personas, de modo que mujeres cis y trans, hombres cis y trans, expresan similaridades a nivel neurológico, hormonal, genético y en el desarrollo sexual del organismo.

Esto afirma que, en efecto, hay factores biológicos que influyen, aunque no determinan, el género en los seres humanos, y, al mismo tiempo, desmiente la idea de que hay un sistema binario de diferenciación sexual al que se puede reducir el género. Lo más probable es que hay una serie de factores biológicos que, en conjunción con el ambiente en el que se desarrolla una persona, influencia el género de la misma. Además, vemos que cualquier intento de reducir el género a un solo criterio de sexo biológico falla: existen mujeres y hombres cis cuyo sexo biológico no es estrictamente ‘varón’ u  ‘hembra’ (como son las personas intersex), y en algunos casos (algún criterio de) su sexo biológico es el opuesto al que tradicionalmente de esperaría del género asignado (por ejemplo, ‘varones’ con un sexo hormonal o cromosómico ‘femenino’)

 

 Por otro lado, aunque estos factores biológicos de cada individuo que influyen en su género son reales, en el momento en que conforman un cuerpo de conocimiento humano se convierten necesariamente en una construcción social. Muchas personas entienden la idea de construcción social como un sinónimo de irreal, o por lo menos, ‘menos real’, y nada podría estar más lejos de la verdad. El concepto de ‘raza’, que hoy se entiende, no tiene base científica y es una construcción social, está basado en factores biológicos, rasgos fenotípicos diferenciados de los seres humanos y podemos ver que, tanto históricamente como hoy en día, moldea la realidad de cientos de miles de seres humanos.

Mi apuesta es que el sexo biológico es una construcción social, y quizás de manera más controversial, es una construcción social dependiente al género. Aunque históricamente es muy posible que el género haya surgido, como concepto, de manera posterior al sexo, una vez que nuestra organización social comienza a girar al rededor del género, el proceso se ha revertido y la noción de sexo biológico se convierte en la atribución de genero a nuestra biología. 

Creo que el ejemplo más claro de esto es la manera en que se le asigna el sexo a las personas al nacer. En general, a nadie se le hace un examen para saber su composición genética, ni se sabe exactamente cuál es su sexo según el criterio de gametos y, sin embargo, la apariencia superficial de los genitales es suficiente para que a un infante se le asigne un sexo. 

A pesar de que bien podría no ser XY, el cariotipo asociado al varón típico de la especie, la apariencia de un pene (que podría bien ser un clítoris grande, o un genital que no se adecua al binario genital en el caso de las personas intersex) es suficiente para determinar que este infante es un hombre, e incluso antes del nacimiento comienza una serie de atribuciones, desde el nombre hasta las expectativas del padre, madre o guardián, que comienzan a dar forma al lugar social y simbólico que ocupará esta persona, i.e. tendrá novia, le gustará el futbol, etc.

En la medida en que vivimos en una sociedad que se ordena completamente alrededor de un sistema binario de género, buscamos en la ciencia una confirmación de esta realidad, y por lo tanto por mucho tiempo la ciencia a reproducido un modelo binario del sexo. Solo recientemente está cambiando eso, con el resultado de que, es cada vez más común, que se nos revela que el sexo no es binario no solo en la especie, sino en los individuos mismos.

Esto puede parecer paradójico, que el sexo y el género sean simultáneamente naturaleza y cultura. Si no paradójico, ciertamente incómodo, porque nos obliga a contemplar un panorama complejo en el que no podemos reducir nuestro entendimiento a un solo factor. Pero esta es, fundamentalmente, la condición humana, una especie en la que la naturaleza se convierte en cultura, y siempre y cuando somos parte del mundo natural, la cultura es una expresión de la naturaleza.

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Es necesario para aquellas personas que piensan el género desde las ciencias sociales, la filosofía, la sociología, los estudios de género, el feminismo, entrar en diálogo con las ciencias médicas, la biología, la genética, de lo contrario serán solamente especulaciones que pierden de vista una perspectiva fundamental de la especie humana. Esto me queda claro a mí cuando me veo confrontada con algunos feminismos cuya ortodoxia quedó fijada en un momento de reflexión del siglo pasado, una perspectiva que resultó de reflexiones en su mayoría filosóficas  contextualizadas por una coyuntura socio-política muy particular. En su incapacidad de conversar y contemplar otras disciplinas, y con el motivo de mantener una mirada binaria del sexo biológico como determinante de las relaciones sociales, ha resultado en un fundamentalismo ideológico que hoy se asemeja más que a cualquier otra cosa al conservadurismo patriarcal al que dice oponerse. 

A la misma vez, la perspectiva científica y medica no es suficiente para entender la totalidad del sexo y el género. Nos dice poco, por ejemplo, de las relaciones sociales que se establecen, las jerarquías, los mecanismos de poder, los roles que se le atribuyen al género, etc. Además, la perspectiva médica y científica por sí sola no nos dice cómo proceder políticamente para lograr sociedades más justas e inclusivas de la diversidad humana. Por ejemplo, la ciencia nos dice que el proceso de transición hormonal pone a atletas mujeres trans y cis en un mismo campo de juego respecto de sus capacidades corporales. La medicina nos dice que afirmar el género de les niñes y, en casos que lo ameritan, proceder con intervención médica para asegurar una transición hormonal, beneficia su salud mental. Pero ninguna nos dice cómo estas realidades pueden ser integradas en la conversación pública, en la legislación, etc.

Por mucho tiempo, y desde una perspectiva de la teoría queer y mi propia realidad como una mujer trans, me sentí atraída a la idea de la abolición de género. Sin embargo, hoy en día percibo la idea de la ‘abolición’, ya sea del género, el patriarcado o el estado, como una fantasía de la modernidad. Una toma de poder violenta y revolucionaria que dicta legalmente la disolución de una institución. 

Cada vez me siento más cercana a la noción de la liberación de género, en oposición a su abolición, pues reconozco no solo que es posible que el género sea una expresión natural e inherente de los individuos y de la diversidad humana, por lo que la idea de legislar su existencia me parece un sin sentido. Reconozco también que la idea de la abolición de género es heredera de una tradición política binaria, blanca y europea que universaliza los dos géneros binarios.

La liberación de género implica el reconocimiento de la diversidad humana, que incluye la realidad de la diversidad de género en sociedades no occidentales, de su dignidad, e implica un compromiso con proyectos políticos que en los que no haya opresión y desigualdad. A su vez, la liberación de género invoca la idea de un proceso, no un momento, y plantea este cambio como un movimiento progresivo.


Olivia es tatuadora y egresada de filosofía de la UCR.