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Entrevistas en Sala Temporal: Ingrid Cordero

Por Floria Herrero González

A través del textil, Ingrid es capaz de formular las preguntas que alimentan su práctica, tomando como eje central el cuerpo y su relación con el material, así como las cualidades inscritas en él: su origen y su historia.

La siguiente entrevista fue realizada durante finales del mes mayo, parte de una serie de conversaciones en torno a la Sala_Temporal, la cual funciona como espacio de residencias artísticas dentro de _temporal. En esta ocasión, conversé con Ingrid Cordero acerca de su estancia en la casa. 

Desde finales de abril y durante buena parte del mes de mayo, Ingrid Cordero ocupó el espacio de la Sala_Temporal. Nosotras habíamos hablado varias veces antes (siento que a Ingrid la entrevisté como cuatro veces, en distintos lugares y con distintos fines). En este caso específico nos referimos a su tiempo en _temporal; los proyectos llevados a cabo y las ideas que surgieron de ellos. Sin embargo, aprovechando las reuniones pasadas, incluyo en este documento aquello que se dijo con anterioridad y que servirá para entender mejor la práctica artística desarrollada por ella. 

Como muchas interacciones durante éste último año, esta conversación fue virtual, aunque por comodidad más que otra cosa. Como dije, anteriormente había tenido conversaciones con Ingrid al respecto de su práctica. En ellas, hablamos de temas muy ricos: del cuerpo, de sus capacidades y de sus limitaciones histórico-físicas y el deseo de explorarlas y quebrar con ellas para construir un nuevo léxico basado en los sentidos, en la interacción de esos cuerpos y en las posibilidades futuras de habitarlos de otras maneras. 

Ingrid se formó en patronaje de moda y ha trabajado toda su vida con el textil como estilista y directora de publicaciones de moda. Es el medio que utiliza con más frecuencia porque es el que conoce mejor, en el que se concentran sus mayores destrezas manuales, y con el que ha llegado a entablar una relación de absoluta confianza. Sin embargo, Ingrid maneja una pluralidad de medios que selecciona dependiendo de sus intereses del momento. 

A través del textil, Ingrid es capaz de formular las preguntas que alimentan su práctica, tomando como eje central el cuerpo y su relación con el material, así como las cualidades inscritas en él: su origen y su historia, así como el uso que se le ha dado a lo largo de la misma, o el efecto de este sobre el cuerpo (como lo hace parecer más pesado o más ligero) y la manera en la que todos estos componentes permiten reflexionar en torno a la existencia de un lenguaje común que nos conecta. 

Durante su primera semana de residencia, Ingrid instaló la pieza Híbrida Infinita (2020) en la Sala_Temporal. En esta video-instalación, Ingrid realiza una acción que fue posteriormente alterada, reduciendo su paso para enfocar la atención en el gesto y en la transición del movimiento. 

El sonido que acompaña a la acción apela a un estado de meditación y de pausa, y, al mismo tiempo, acaba por construir ese espacio que ahora se asemeja a un refugio o templo, protegido del caos exterior. La pieza formó parte del evento surgido al respecto de la exposición Contra la Forma, la cual exponía la 1 Sala_Temporal con Ingrid Cordero obra de Floria Pinto y A Sun. 

Pese a surgir de manera separada, la instalación realizada por Ingrid conectaba directamente con el tema de la muestra, ampliando en la reflexión sobre el cuerpo y la materia, e introduciendo a través de su propuesta un punto de unión, como si la acción llevada a cabo surgiera como consecuencia del diálogo anterior, pese a haber sido concebida tiempo atrás. 

En cuanto a Sala_Temporal, retomo la entrevista que le realicé durante esa última semana de residencia. En el momento de nuestra conversación Ingrid estaba en _temporal, terminando de montar su última intervención en el espacio y la cual mencionaré posteriormente. Para iniciar le pregunté cómo le había ido y esto me contestó: 

Bien, disfrutando los días que me quedan de la residencia. Quizás fui un poco ambiciosa pensando en que iba a hacer algo más, pero creo que ya bastante pude avanzar en términos de obra con el video y la instalación y poner en orden otras cosas. Estoy aprovechando ratitos para hacer mi portafolio, también. Por cierto, ¿has visto el bichito que vive aquí afuera? 

El bichito era una lagartija, o algo así, que parece vivir en el jardín interior de _temporal. Verde y amarilla, si recuerdo bien. Me la intento enseñar con la cámara del teléfono pero apenas la logré ver. Era rápido, este bichito. Me habló sobre su necesidad de salir de su taller personal para entrar en lo que describió acertadamente como un taller temporal, en el que hacer solo una lista de cosas posibles de realizar dentro del plazo de la residencia. También (lo señalo recordando las palabras de Ingrid en relación a su aprovechamiento de la residencia) había aprovechado el tiempo para ver referencias y revisar material antiguo que conservaba, según me dice, en una serie de discos duros. Retornar a este material fue de las cosas más importantes durante su tiempo en la Sala_Temporal. 

Le pregunté acerca de estas referencias y fue entonces que me explicó cómo había estado estudiando varios videos, aunque me aclaró que el medio no era lo principal para ella. Era el proceso, en cambio, lo que le interesaba. A partir de él, de la acción, surgía la necesidad de utilizar uno u otro material que podía variar continuamente. Algo que me dijo le gustaba de no ser una artista “de formación” era esta libertad de no verse inscrita en una sola especialidad, lo cual le ha permitido explorar estos temas de una forma más libre y afectiva

Obra de la artista Ingrid Cordero como parte de la muestra 321_0_123 en Temporal. San José, Costa Rica, 2021. Foto por Juan Tribaldos.

Sé que mi medio es la tela y el cuerpo una herramienta de exploración, pero con el tiempo creo que se me hace más urgente hacerlo más evidente. Encontré un performance que hice en San José hace unos años y lo que pensé fue: “esto fue bueno, disfruté mucho de hacerlo. Ese elemento performativo en mi trabajo es irremplazable, creo que definitivamente las experiencias tienen que pasar por el cuerpo. 

Sin embargo, estos últimos meses han sido todo lo contrario. De ahí la necesidad por recuperar esos espacios. Es cierto, la ausencia de ellos ha llevado a diversas exploraciones que son interesantes, aunque lo cierto es que no sé hasta qué punto estas acciones logran transmitir todo su potencial a través de una cámara, es decir, “a distancia”. Acerca de este tema surgió un pequeño desvío. 

En una visita al Hammer Museum tuve la oportunidad de ver la muestra “Made in LA”, la cual había sido pensada para el 2020 pero que, a causa de todo lo acontecido, se había atrasado hasta este año. Una de las pieza expuestas me llamó muchísimo la atención y de inmediato me hizo pensar en Ingrid, a quien se la explique de la siguiente manera: en un primer momento lo que se veía era una de las esquinas de la sala cuyo suelo había sido cubierta con una colchoneta de espuma amarilla. El material tenía marcas de zapatos sobre él entonces pregunté si era posible pisarlo (lo era). En la pared estaba la descripción de la pieza, Deader than Dead (2020), de Ligia Lewis. 

Al lado de ella se encontraba un código QR que llevaba a un performance, una coreografía que había tomado lugar en el museo durante el 2020 de manera privada (a causa de todas las limitaciones sanitarias). La acción se había llevado a cabo sobre el mismo material en el que estaba parada. A partir de esa conexión material, la sensación en los pies, el efecto de la posición en las rodillas y en los brazos y en la posición del cuerpo remite a esa acción original. 

A partir de la base, Lewis logró apelar a otro tipo de comunicación basada en los sentidos del espectador. A esto Ingrid respondió:

La pandemia en general me ha llevado a la necesidad de descifrar cómo conectar con el espectador como alguien que participa de las piezas. En este momento no es posible por las restricciones, pero gracias a esto que me contas se me ocurren formas de hacerlo. El proceso se trata de esto precisamente, de descifrar cómo hacerlo. Me interesa mucho la percepción sensorial que evoca esa presencialidad, ese acercamiento a lo que sucedió. 

Hay algo de nostalgia en ello también; ese casi sentir. Tal vez no estamos frente a la persona pero se desvía la acción hacia otros temas muy interesantes también, u otras maneras de abordar la acción. Fue entonces que Ingrid me comentó acerca de la instalación que tenía pensada para la sala recién habilitada de _temporal, ubicada al lado de la cocina (para quienes se ubican en la planta de la vivienda). La llamó Inmersa Motora. 

Me pareció divertido cómo, debido a la “monumentalidad” de su pieza, Ingrid se había desplazado progresivamente de la Sala_Temporal hacia este nuevo espacio, mucho mayor, logrando así su visión.  Algo que me gusto mucho fue su entusiasmo por montar la pieza. 

Me hace mucha ilusión hacer el ejercicio de montar porque el montaje es un buen porcentaje de la obra. Ver alturas, considerar cómo se siente y la posibilidad de cambiar formas. En este momento las voy a montar como una cortina, una especie de hamaca, un cilindro y una forma amorfa. Me gusta la flexibilidad que ofrece el material en cuanto a montaje, podría adaptarlo a cualquier espacio. 

Todas cumplen una función bastante arquitectónica, parece. Ingrid me había hablado ya de su interés en la teoría de la arquitectura y cómo a partir de esas referencias había empezado a entender las construcciones como estructuras habitables. Es algo muy similar a la ropa pues tiene esa misma relación. “Los cuerpos habitan”, dijo Ingrid.

Al respecto de este tema me comentó como hacía unos años, cuando vivía en Panamá, había realizado una serie de cortinas de grandes dimensiones. Los cuadrados o “ventanillas” a las que estos se refieren surgen de vivir en esa ciudad de concreto, simulando de alguna forma esas fachadas con las que su apartamento colindaba. 

De ese habitar la ciudad surgen una serie de interpretaciones en torno a la arquitectura a partir de su propio medio; el textil. 

Estar aquí también me ayudó a llevar a cabo ejercicios que quería hacer desde hace tiempo. Quisiera hacer piezas grandes, pero ante la imposibilidad de tiempo y espacio de mi estudio en casa, pienso que podría acudir a trabajar a escala. ¿Qué pasa si estas esculturas también responden a formas más orgánicas, es decir, más cuerpos que arquitecturas? Las preguntas a veces son más importantes que las respuestas. 

Luego de un año de estar en gran parte encerrados parece interesante que Ingrid incidiera en conceptos en torno al espacio, el cuerpo, y la imagen exterior (el paisaje) desde el interior. Pasar de un espacio reducido (una habitación) a estas puestas en escena, implica una simulación más que otra cosa, sin embargo el efecto de este espacio construido sobre el cuerpo permite imaginar posibles destinos para descansar la mente. 

Al mismo tiempo que representa un espacio de descanso, este paisaje construido evoca a la acción, al juego y a la idea de no solo habitar un espacio sino además de portarlo en el cuerpo, como quien se pone un poncho. Esto es especialmente visible al ver a las personas interactuar con estos telones, ahora actores y actrices. 

La última pregunta que le hice fue la siguiente: ¿Qué ha significado para vos la Sala_Temporal?

Yo quería hacer esta residencia para re-conectar con ese espacio más íntimo de mí hacer artístico. La salita me confirmó que más allá del espacio físico, lo importante es el tiempo y la energía que se destina a la práctica. Yo solo necesito mi máquina de coser y materia prima textil para llenar ese espacio. En esta ocasión, feliz de concretar algo que tenía engavetado desde hace tiempo, algo más grande y valioso de lo que pensaba. 


Floria Herrero González (San José, 1994), es una historiadora de arte y curadora graduada de la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad vive y trabaja en San José, Costa Rica, en dónde investiga la producción artística de su abuela, Floria Pinto, como parte de un proyecto de investigación iniciado en el 2019.