Por Colectiva Ni Una Menos Costa Rica
@crniunamenos
La desigualdad que enfrentamos las mujeres, niñas y cuerpos feminizados se manifiesta en múltiples violencias.
Los recientes hechos de violencia sexual contra mujeres turistas en nuestro país nos han hecho volver la mirada a esta situación tan lamentable y dolorosa, sin embargo, esta realidad no es nueva; al contrario, la violencia es un escenario cotidiano para las mujeres. Todos los días mujeres, niñas y cuerpos feminizados, sufren violencia sexual en sus hogares, trabajos, cuando caminan por la calle, cuando salen de paseo o cuando migran. Nuestros cuerpos han sido vistos por el patriarcado y sus expresiones machistas como objetos para su satisfacción, lo cual supone una condición de riesgo.
La desigualdad que enfrentamos las mujeres, niñas y cuerpos feminizados se manifiesta en múltiples violencias, que van desde la opresión que implican las labores domésticas y de cuidado, hasta la violencia directa sobre nuestros cuerpos, siendo la violencia sexual una de las formas más dañinas y devastadoras.
Es necesario reconocer el riesgo de abuso latente al que se enfrentan las mujeres, incluso en sus propios hogares, donde los agresores aprovechan la cercanía y relaciones vinculares, para violentarlas. Muchas mujeres se ven sometidas por sus parejas a mantener relaciones sexuales sin su consentimiento, del mismo modo miles de niñas y adolescentes, enfrentan abusos sexuales en su propio entorno, siendo agredidas por sus propios padres, abuelos, tíos y otros familiares. Los abusos sexuales también ocurren en círculos cercanos a las mujeres por parte de amigos, profesores o jefes. Dentro de esto, inclusive muchas veces hemos escuchado historias de mujeres que fueron drogadas en fiestas o en espacios laborales, con el fin de ser violentadas sexualmente.
La realidad nos confirma que las mujeres no estamos seguras ni en los espacios públicos, ni en los espacios privados. La violencia hacia las mujeres, niñas y cuerpos feminizados, se comente en todos los espacios, por hombres cercanos o por desconocidos y todo ello ocurre, frente a la mirada indiferente de las instituciones y de la sociedad.
Dejemos de pensar que hay una atención integral hacia las mujeres, cuando se realizan recortes a la política social enfocada en su atención, cuando no hay mayor inversión para ampliar los sistemas de prevención, abordaje, sanción y erradicación de la violencia basada en género.
Dejemos de pensar que la vida de las mujeres y niñas, es una prioridad para Costa Rica, cuando en plena campaña electoral la mayoría de los partidos políticos de la añeja escuela neoliberal, y de la supuesta nueva escuela liberal, presentan agresores y acosadores sexuales, como candidatos presidenciales, aspirantes a diputados o cuando en sus planes de gobierno ni siquiera reconocen las necesidades y las problemáticas que enfrentan las niñas, las adolescentes, las mujeres que viven en pobreza. Sucede igual con las mujeres cabeza de familia, las mujeres indígenas, las que viven en la costa, en la ruralidad, las mujeres afro, las trabajadoras informales, las mujeres migrantes o las mujeres trans. Por el contrario, pretenden reducir al Estado y por ende la posibilidad de que las mujeres y cuerpos feminizados accedan a servicios de calidad.
En el año 2018, con bombos y platillos, el actual gobierno firmó una Declaratoria de Interés Prioritario Nacional la Prevención y la Atención de la Violencia contra las Mujeres, que al no dotar de más recursos a la institucionalidad ha resultado más un “saludo a la bandera” que una acción real. Las Declaratorias no sirven si no vienen de la mano de más estructura institucional para brindar atención directa a las mujeres víctimas de violencia, y esto es algo en lo que todos los gobiernos neoliberales de Costa Rica han fallado en entender.
La promesa de un Estado más pequeño suena sumamente atractiva cuando nos hablan solo de menos trámites y menos burocracia, que es parte de las violencias institucionales que muchas atravesamos, pero lo que los políticos nunca nos dicen es que ese Estado más pequeño implica la desprotección de las poblaciones más vulnerabilizadas por el mismo Estado.
Actualmente, en Costa Rica tenemos un servicio de atención de emergencias en riesgo, porque el ICE considera que financiar las plazas que dan atención desde el servicio 911 no es rentable para su negocio. Para un país de 5 millones de habitantes tenemos solo UN centro de atención especializada en violencia, que además se encuentra ubicado en San José, dándole la espalda no solo al resto de la GAM, sino también a las zonas costeras. Al recordar esas zonas nos preguntamos ¿por qué prefieren votar por partidos políticos religiosos?, y la respuesta clara es, porque los partidos políticos en gobiernos, nunca han atendido sus necesidades reales. Este centro de llamadas cuenta apenas con 20 funcionarias, las cuales evidentemente no tienen la capacidad humana de salvar a todas las mujeres, niñas y cuerpos feminizados que se acercan a diario a pedir ayuda.
De poco nos sirven oficinas en cada provincia, si apenas tienen una abogada y una psicóloga o trabajadora social. En el mejor de los casos de nada nos sirven EBAIS cerca de nuestras casas si cuando llegamos a pedir atención nos la niegan con juicios de valor.
Y aquí entramos a otra de las grandes debilidades costarricenses cuando hablamos de la des-protección de esta población: la falta de sensibilización de todas las instituciones de atención directa a casos de violencias. Desde la Fuerza Pública, OIJ, e incluso la Caja, se nos revictimiza cada vez que somos violentadas. Con demasiada frecuencia, las mujeres víctimas de violencia que llegan a los espacios policiales o sanitarios en busca de auxilio o para interponer denuncias en contra de sus agresores, se les niega la debida atención, incluso se desconoce o niegan la aplicación del Protocolo de 72 horas, para atender a mujeres víctimas de violencia sexual.
Estas (in)acciones reproducen la condición de riesgos, vulneración y desigualdad en la que vivimos las mujeres y a su vez favorecen los escenarios de violencia e impunidad.
Estamos hartas de todas las formas en qué se manifiesta la violencia. Estamos hartas de la inacción del gobierno y el Estado, de la revictimización de parte de instituciones del estado, de la no aplicación del protocolo de las 72 horas, de que tantos procesos judiciales por violación a mujeres adultas y niñas no sean resueltos o queden impunes. Estamos hartas de que se nos niegue nuestro derecho a abortar de manera legal y segura; de que en los hospitales se den situaciones de violencia obstétrica, de que no haya programas particulares para las mujeres trans, del punitivismo patriarcal contra las mujeres pobres.
Desde Ni una menos Costa Rica, venimos denunciando la violencia que sufrimos las mujeres y cuerpos feminizados, violencia que en muchos casos tiene como desenlace un femicidio.
Con nuestra campaña “No estamos solas” rendimos homenaje y honramos la vida de mujeres cis y trans que han muerto por su condición de género, pero cada noviembre no podemos evitar llenarnos de frustración y tristeza, porque por más visibilización que traigamos al tema, la realidad es que vivimos en un Estado que nunca va a priorizar nuestras vidas, nuestros derechos, ni nuestro bienestar, porque es más importante tener un gasto bajo en remuneraciones que considerar que se necesitan más personas sensibilizadas brindándonos atención de primera mano.
Por eso, como colectiva feminista, mantenemos nuestras consignas:
Ninguna agresión sin respuesta
Si tocan a una, nos tocan a todas
Ante la violencia machista, autodefensa feminista
Ni una menos, vivas nos queremos
Colectiva Ni una menos Costa Rica