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Dejémonos de playadas

por Sergio leiva
@andaringallardo

Playada

Según la acertada definición encontrada en el sitio asihablamos.com

Significado de playada en Costa Rica
1. Acción realizada de mala fe, con dolo o con mala intención.

  1. Acción que solo haría un homosexual. (Ver “playo”).

“Qué playada la que te hizo Pedro ¡Hacerte esperar 6 horas sin motivo!”
“Juan no me quiso prestar el carro cuando más lo ocupaba. ¡Qué playada!”


Siguiendo esta definición, la cosa iría un poco así:

Playada igual a:

Mala Fe.
Dolo,
Mala intención.

Por ende,
Playada, igual, mala.

O
Playada igual a:
Acción que solo haría un homosexual.

Por ende
Homosexual, igual a:
Malo.
O capaz de maldad.

O al menos así lo entendí yo (y creo que así lo han interpretado varias generaciones) desde la infancia en Costa Rica.

¡Qué playada!

Recuerdo que, de niño, la palabra playo era una a la que le tenía miedo y hacía hasta lo imposible para evitar ser calificado con ella, porque me daba miedo ser “descubierto”. Aunque eso, obviamente, era inevitable.

Los hombres de mi generación venimos de muchas otras generaciones de hombres que crecieron creyendo que “disminuir” o bullear a nuestros compañeros a partir de insultos relacionados con nuestra sexualidad es lo que nos hace más hombres (una de las estupideces y crueldades más grandes de la historia). Hemos crecido con inseguridad sobre nuestra propia sexualidad y masculinidad simplemente porque solo existe una manera de ser un “verdadero” hombre:

Los hombres no lloran, no pueden ser sensibles, no pueden ser femeninos, los hombres juegan fútbol en el recreo y se dan golpes para mostrar cariño (o para resolver conflictos).

Lo escribo y hasta se me retuerce el estómago de pensar en el nivel de idiotez y del efecto tan nocivo que tienen estas ideas en nuestra formación como personas y como sociedad.

Por supuesto que no me di cuenta de eso y de cuánto me había afectado, hasta muchos años después, mucha terapia y mucho proceso de autoconocimiento (que aún sigo haciendo).

No ha sido sino hasta mis treintas que empecé a entender la importancia e impacto que realmente tienen nuestros primeros años en las personas adultas que llegamos a ser.
Los hábitos que aprendemos, las formas de socializar, los pensamientos, las palabras y el entorno al que nos exponemos en nuestros primeros años de vida definen, en gran medida (o al menos en mi caso), las personas que llegamos a ser de grandes.


¡Qué playada!
¡Qué expresión más horrible!

Al menos puedo atreverme a pensar que un porcentaje muy alto de mis contemporáneos ha usado esta expresión o la usa de forma regular como un equivalente al “¡Qué lástima!” o “¡Qué mal!”. En algunos casos, es un insulto o una burla “¡Qué es esa playada que andás puesta?”, en otros, simplemente una forma de decir que algo es una estupidez: “¡Dejate de playadas!” o, como dijo David Meléndez, el alcalde de Tibás, a uno de sus compañeros durante una sesión del concejo municipal a finales de 2021: “¡ya vas a empezar con tus playadas!”.

Es probable que todos los países y regiones tengan su propia versión: maricada, mariconada, cochonada, gaysada; todas con connotaciones similares y nunca queriendo referirse a algo de manera positiva.

Desde hace rato me incomoda escucharla (o decirla, aunque hago el esfuerzo consciente por no hacerlo). Es como una espinita de esas que a veces se le meten a uno en un dedo y que duelen a pesar de ser casi invisibles.

Esta espinita se me clavó en el oído especialmente en un viaje a la playa en el que unos amigos me dieron ride y casi que todo el camino empecé a contar las veces y distintas maneras en las que se usaba la expresión.
Llegué al punto de oírla tanto que ya para el momento que llegamos a la playa, no significaba nada.

Pero lo cierto es que sí significa, y mucho.

Como cualquier otra, esta palabra está cargada de significado que va más allá de ser un dicho o un costarriqueñismo: es básicamente una agresión normalizada.

A mis casi cuarenta, puedo escribir un texto como este. En él puedo darme el lujo de decir que me importa más un pepino que lo que pueda pensar alguien que aún crea y refuerce este tipo de masculinidad tóxica. Pero es un lujo que, desgraciadamente, aún no pueden darse todas las personas.

Solamente quienes hemos crecido con el miedo a ser señalados con palabras así, entendemos el miedo que pueden provocar en un niño. Y ese miedo tiene repercusiones en las decisiones que tomamos mientras crecemos y en nuestro desarrollo como personas.

No pretendo que la cosa cambie de inmediato para quien lea este texto. Para mí ha sido un esfuerzo constante sacar esa expresión de mi forma de hablar. Pero creo que, si sabemos que es una palabra tan cargada de negatividad, seguirla utilizando es perpetuar una agresión hacia otras personas que restringe, juzga y castiga su forma más honesta de ser quienes son.

Al final, no hay nada más sano que poder ser nosotros mismos y vivir nuestras vidas como queremos vivirlas.