Por Jimena Ramírez
@bamobam_
Tenemos dones, fortalezas y talentos únicos e insustituibles para la sociedad, que solo nosotros podemos darle.
Desde niña sentía un llamado muy grande por la niñez. Realmente más allá de cuidar niños me encantaba estar rodeada por ellos.
En algún momento de mi adolescencia lo tuve demasiado claro: lo mío eran los niños; sin embargo en ese momento de mi vida lo que se decía era que las que querían estudiar preescolar eran las MMC (Mientras Me Caso). Eso me hizo dejar vetado cualquier profesión que me pusiera en esa categoría. Probablemente por mis propias inseguridades, ya que le tenía que demostrar al mundo que yo podía estudiar cualquier carrera.
Esto me lleva a hablar un poco de mi niñez, porque las inseguridades siempre tienen raíces más profundas.
La primera infancia nunca fue fácil para mi en relación con lo académico. Nunca fui buena con las tablas de multiplicar, los spellings… me costó la primaria. En la escuela nunca disfruté parte académica, aunque sí amaba música o cualquier cosa que implicara estar al frente y decir algo, tenía muchos amigos y me gustaban las historias.
De adulta me di cuenta que tengo déficit atencional, que soy un poco disléxica y que definitivamente de todas las inteligencias que hoy en día algunos psicólogos dicen que existen, la lógica matemática no era mi fuerte. Todo esto en un sistema educativo tradicional sumado a tener una hermana con la mejor memorización y retentiva del planeta me hizo sentir tonta en mi niñez.
Mientras iba creciendo encontré técnicas para aprender y me iba mejor entre más flexibilidad se me daba para poder hacer las cosas “a mi manera”. Logré pasar el colegio muy bien con técnicas de estudio no muy ortodoxas, pero eran esas las que me servían. Ahora me conozco bien y sé que soy kinestésica y para aprender necesito emoción y asombro, así que aprendía las cosas cómo si estuviera aprendiendo el guion de una obra, dando saltos, gritos y poniéndole mucho color a las letras.
Cuando llegó la hora de escoger profesión ya me había costado mucho –según yo en mi cabeza– demostrar que no era tonta; no podía escoger una carrera que no tuviera un puesto de privilegio en la sociedad y en la familia así que escogí Derecho.
Me gradué con honores, saqué un postgrado, trabajé en bufetes, hice mis clientes y logré continuar de manera independiente como abogada. Sin embargo, siempre se sentía cómo trabajo todo lo que hacía.
Al mismo tiempo, cualquier oportunidad de estar con niños la aprovechaba ya fuera siendo maestra en escuelita dominical los domingos o en Navidad invitaba a los niños de mi condominio para contarles la historia de Navidad y hacer galletas.
Creo profundamente que cada uno de nosotros tenemos dones, fortalezas y talentos únicos e insustituibles para la sociedad, que solo nosotros podemos darle. Estar alrededor de niños y niñas y libros me energiza, me motiva.
Cuando iba a nacer mi primer hijo –ya hace ocho años– me atrajo muchísimo la educación alternativa, sus materiales y libros infantiles.
Empecé a comprar y comprar libros que no encontraba en Costa Rica, los empecé a llevar a los mercaditos y cuando se me daba la oportunidad contaba cuentos si tenía un stand de libros. Les leía la historia con tanto dinamismo y energía que quedaban cautivados. Los niños(as) son un público magnifico porque son muy honestos.
Todas estas actividades las hacía en mi tiempo libre o fines de semana porque tenía la obligación de realizar las cosas legales cómo prioridad; pero había una gran diferencia: Cuando contaba cuentos o estaba entre libros las horas pasaban y se sentían cómo un hobbie.
En algún momento le comenté a familiares y personas cercanas que quería empezar a traer libros para vender y contar cuentos; recuerdo que algunos me decían “¿sabés cuantos libros hay que vender para poder hacer plata?, mejor quédate con lo que genera”. Por alguna razón esas palabras no hicieron tanto eco porque realmente me apasionaba lo que hacía. No iba a parar porque no estaba haciéndolo por un tema de dinero, sino porque había algo que me movía más que la plata; trascendía lo meramente económico, hoy estoy segura que estoy haciendo algo para lo que fui creada.
Para muchas personas esto no es una tarea fácil, porque vivimos demasiado sesgados de “la vida” que se supone tenemos que estar viviendo y, por eso, somos muchas a quienes se nos va la vida sintiéndonos insatisfechos.
Hemos sido criados en un sistema educativo en el que se homogeniza y no se exalta la individualidad de cada ser humano, mientras que cada uno de nosotros es único e irrepetible.
Recuerdo una carta que le escribí a mi primer hijo mientras estaba embarazada en la que le decía: “quiero empoderarte para lo que fuiste formado y dejarte como legado no las riquezas materiales sino lo que sea que te ayude en esta vida para revelarte las propias”.
Cuando nació, nació un regalo único para la humanidad.
Hoy mi pasión se convirtió en un negocio y ya cumplimos tres años de tener tiendas y contar cuentos. Hace poco mi esposo me comentó cual sería su plan cuando se pensionara. Yo le dije que, de mi lado, no veo un futuro desligada de los libros, los cuenta cuentos y la niñez.
Esto no es lo mismo que “perseguir mi sueño” porque en algún momento de mi vida mi sueño era poder ser una abogada muy ejecutiva pero ahí realmente no era donde estaban mis habilidades y fortalezas. Siempre iba a sentir que algo no calzaba conmigo.
No creo que podamos ser cualquier cosa que queramos ser, pero sí todo para lo que fuimos creados. Esto nos puede llevar a un proceso de autodescubrimiento donde en muchos casos tenemos que dejar de lado prejuicios y discursos que están muy arraigados a nuestro ser.
Por eso hoy, en lugar de preguntar “¿qué te gustaría ser?”, más bien pregunto ¿qué es eso que amás hacer? ¿en qué sos bueno? ¿cuál es esa cosa que podes pasar horas haciendo y el tiempo vuela?
Somos parte de un cosmos de algo más grande de lo que puede percibir nuestros ojos miopes. Estamos hechos para algo más grande de la monotonía de este mundo.
“…Pero Dios en su generoso amor le ha dado a cada uno dones diferentes.” Romanos 12:6
Pueden encontrar este proyecto del que les hablé en IG @bamobam_ , Bamobam tiene tres tiendas físicas: en Escazú, Curridabat y Lincoln Plaza, además tienda online www.bamobam.com. Actualmente me dedico tiempo completo a este proyecto y criar a tres niños (as) Salomón, Paloma y Celeste, teniendo muy presente que cada uno es cómo uno libro, no para escribir sobre ellos sino para ser leídos.