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Con el polen en el viento

Por Fer Alvarado
@_ferrralvarado

En esta etapa de mi vida en la que mi lado introvertido es el que está más presente, elijo los momentos de vulnerabilidad, de pudor.

Somos una especie en viaje

 No tenemos pertenencias sino equipaje 

Vamos con el polen en el viento 

Estamos vivos porque estamos en movimiento 

Nunca estamos quietos, somos trashumantes.

(Jorge Drexler, Movimiento)

Uno de los actos de servicio más grandes que puedo hacer por mí es la exploración: el cuestionamiento, la sed de saber, aprender y  moverse. Todo esto, a través de lo que observo a mi alrededor. La curiosidad me motiva a moverme, una curiosidad silenciosa. Supongo que es una forma en la que me voy sintiendo “más yo”. Sea lo que sea que eso signifique. Después de todo, es algo que con el tiempo va cambiando, y con el tiempo mismo, voy descubriendo. Voy reinventando. Y con mucha calidez, espero que a quien se haya topado con este texto, le sirva de compañía.

Con el paso de los años, he llegado a un punto en el que siento un profundo cariño por la quietud, y el silencio que viene con ella. En solitario, pero también en compañía, especialmente porque hay personas con quienes se puede compartir el silencio, sin que se convierta en un  momento interminable e incómodo.

Desde mi adolescencia he sido muy observador de las interacciones sociales que me rodeaban: las ideas (predominantemente) convencionales y heteronormativas; interacciones en redes sociales, con las que nunca me sentí muy alineado, ni a lo que veía que generaban en las personas que me rodeaban, por lo que busqué mantenerme un poco al margen; roles de modelo de lo que (se) consideraba ser cool y de actitudes, manerismos, que quería acoplar a mí. Todo esto, supongo, buscando un lugar, físico  y personal, del que pudiera obtener un sentido de pertenencia. Y creo que puedo decir que no me identifiqué con muchas de las cosas que estaban sumamente normalizadas. Pero se hacía lo que se podía con lo que se tenía…¿verdad?

A raíz de esto, y por el lado extrovertido de mi ambiversión, fui una persona bastante social. Motivado siempre por escuchar diferentes perspectivas, muchas personas depositaron su confianza en mí, algo que, sentía, era una señal de que estaba haciendo las cosas bien. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta forma voluntaria o involuntaria  de buscarme, se convirtió en algo un poco tedioso. Se empezó a sentir ajeno. Con mucha perspectiva, algo debía cambiar.

Gracias a personas que se mantuvieron a mi alrededor y a terapia, la sed de autodescubrimiento, por llamarle de alguna forma cursi, empezó a moverse en función de otro objetivo. Ahora era más consciente de que estaba bien escuchar el sentir de otras personas, pero también prestarme atención a mí, priorizarme. Algo que en apariencia suena tan sencillo, pero puede ser tan difícil de poner en práctica.

Considero que fue, es y será un proceso al cual hay que tenerle mucho cariño y paciencia. Es lo mínimo, se trata de unx mismx, y no todas las personas contamos con los mismos recursos ni herramientas, en toda la amplitud de las palabras. En mi caso, este proceso ha implicado muchos duelos, de amistades que no me aportaban nada, a las que yo no les aportaba nada; mis valores cambiaron y ya no estaban en la misma página que los de otras personas, resignificaciones propias, en resumen: mucho aprendizaje. A veces por las buenas, otras por las no tan buenas. Definitivamente algunos duelos fueron más dolorosos que otros, pero agradezco que esa ambición por conocerme cada vez más se haya mantenido, a pesar de los momentos dolorosos que pude haberme evitado si no hubiera tenido la necesidad de buscarme.

He aprendido muchas cosas exponiéndome a situaciones, evaluando si algo valdría la pena lo suficiente como para decidir si vulnerarme o no. En esta etapa de mi vida en la que mi lado introvertido es el que está más presente, elijo los momentos de vulnerabilidad, de pudor. Un momento que al menos tarde lo suficiente como para determinar si me hace bien. Si se alinea con lo que quiero ser y por lo que quiero que las personas que me importan y quiero, me recuerden.

Diría que una de mis formas favoritas de reinventarme es exponiéndome. Como cuando tanteo una taza de café antes del primer sorbo para evitar  quemarme, pero asegurándome que no se haya enfriado en un abrir y cerrar de ojos como para no haberla disfrutado.