Por José Andrés Masís
@jorgeandresmb
De regreso en la recepción ya me dijo, con timidez y pena, que tenía una confesión. Que le gustaba vestirse de mujer…
Me dice que está muy agradecida. Que siente que hasta ni parece Costa Rica.
Vayamos al inicio. Sí, principio de la semana pasada fue cuando Isa le tomó la reserva por teléfono, le dijo su nombre femenino, no el que tiene en sus documentos de identidad del Registro Civil. Al día siguiente era yo tras la computadora. Llegó para conocer, muy hombrón, sin afeitar, que quería que le mostrara las áreas comunes, la piscina y algunas de las habitaciones. Yo con todo gusto le hice el recorrido. Quedó fascinado. Me dijo que hasta pagaría más por la habitación, que sí lo vale, que es muy bonito todo. De regreso en la recepción ya me dijo, con timidez y pena, que tenía una confesión. Que le gustaba vestirse de mujer, pero que no había encontrado un lugar donde hacerlo donde no le faltaran el respeto, donde nada más se quedara tranquilita, tomar el sol en bikini, andar con enagua, tener una conversación casual que no estuviera cargada de morbo, ni vulgaridad, ni que la vieran como una puta.
Que obvio no quiere ofender a las putas —-aquí también son clientas y buscan su clientela-. Lo que pasa es que ella dice que no tiene necesidad, que ése no es el punto, que para eso cuando está de hombre tiene trabajo, y listo.
Que simplemente es una parte de ella que necesita sacar, y quisiera saber si puede hacerlo tranquilo, tranquila, en este Hotelito de Los Colores. Me lo dice con voz bajita, quebrada, buscando aprobación, con los ojillos llorosos. Vos lo ves y tiene sus casi dos metros de altura, sus facciones masculinas muy marcadas, las manos grandes, su casco de moto bajo el brazo.
Y yo le sonrío con un cariño paternal (aunque probablemente tenga dos décadas de edad más que yo), le hago una mirada de persona que quiere abrazarlo con camaradería, queriendo asegurarle que es bienvenido, bienvenida, que tratamos siempre de mantener un ambiente sano, bonito, alegre, donde nuestras visitas son recibidas de la mejor manera, que tenemos actividades algunos días (con aforo controlado, por la pandemia y las regulaciones), que la comida rica, que el nudismo sano si gusta, que el bar, que aquí puede ser quien quiera…
Se hospedó sus noches, pero no logramos coincidir mucho. Solamente un momento que pasó. Y era ella. Sus ojos brillaban de alegría. Me saludó. Yo sentí muy bonito.
Ayer vino un rato. Me dijo que el otro día se quedó pensando que no quería ser grosera con Costa Rica por el comentario de que aquí no parece nuestro país. Que aquí sí hay muchas bondades. Yo le dije que tranquila, que entendía su punto, que hay mucha violencia todavía, para muestras… otra muerte casual sin importancia… otra vida triste… otra historia que se va a olvidar… un botón. A pesar de las batallas ganadas, que es importante la autocrítica.
Hoy vino otro par de horas. Se acaricia la peluca negra cuando se toma su cerveza, su trago. Hace conversación con los regulares del bar. Se va contenta. Encontró, como tantas, tantos, tantes, un lugar, donde está acompañada, tranquila, agradecida.
Educador, artista y activista [ él ]