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De hetero a trans

Por Alina González
@_alina_gonzalez_

A partir del 2009, en que empecé a experimentar un nuevo cambio. Se despertó en mí un deseo irrefrenable, por trasvestirme y dejar con ello salir toda mi feminidad.

“Desdoblarse para librar una batalla con el destino.

Desdoblarse para librar una batalla con el cuerpo”.

El 2014 es el punto final o cierre de ese largo periplo mío dentro de la función pública (1984-2014). Mi despido en el mes de abril, —-después de años de hostigamiento laboral, es la última acción que ejecuta la entonces administración liberacionista-. Ese mismo año los Museos del Banco Central de Costa Rica organizan una exposición retrospectiva sobre mi pintura, la cual deciden llamar “Juego sucio”, nombre de una anterior exposición mía, del 2007 y un tanto en alusión a mi obra en donde el tema es el poder o el desproporcionado diálogo entre la víctima y el victimario.

 

En sí, el corpus de esa muestra, fue todo un registro de imágenes oscuras, de “pinturas negras”, un imaginario monstruoso y perverso de pesadillas, y también, el final de toda una etapa de mi pintura marcada por el dolor.

 

Pero en fin, un día, como fuera, tenía que acabar esa realidad. Me saqué los clavos me saqué el dolor, mi cuerpo dejó de temblar y ahora, a pesar del tiempo, de los años, me siento tranquilx. Sé que al abrir la puerta de mi casa, siempre con precaución, no hay nadie esperando para clavarme un puñal por la espalda. Aunque no se sabe.

 

Si bien frente a ese universo de “disparates”, que dominaba la exposición retrospectiva del 2014, otra muy distinta propuesta afloraba, en ese turbio escenario conformada por otras piezas de trabajos inéditos que venían surgiendo desde el año 2011, provocadas por el submundo de la pornografía vinculada a la transexualidad y, como un cuestionamiento interior que empezaba yo a hacerme respecto a la “normatividad de género” y en relación a mi propia sexualidad. De tal manera que, sin proponérmelo, mi exposición del 2014 resultaría un importante evento como plataforma para mi futura producción y, por vez primera tener contacto directo con la diversidad y la presencia de muchachas trans en el país.

 

Producto de todo aquello, surgieron en ese mismo año del 2014 los “Desdoblamientos”, usando como recurso la “apropiación” y la fotografía digital. Y dentro de esa serie: “Los clavos” (2015), “Marat asesinado” (2015), “La crucifixion” (2015). Y, en ese proceso, por librarme de aquel terrible dolor y de todo aquel pasado como José Miguel Rojas, empecé por experimentar un nuevo proceso interior al descubrir con ayuda de lecturas de Judith Butler y Paul B. Preciado el mundo de la transexualidad, para reconocerme como parte de él. De esa manera surge un desdoblamiento a través de una fotografía de Marilyn Monroe por Bert Stern.

Y más tarde, en el año 2018, toda una serie titulada: “El cuerpo trans/gredido”, expuesta en el Museo Calderón Guardia, donde el discurso bíblico, normativo y binario de pareja en relación con Adán y Eva es trastocado e invertido por la presencia de una Eva/Adán representando una pareja transgénero.

 

En mi caso, el desdoblamiento, el buscarme en otro cuerpo, con otro nombre, supone el dejar de ser un “José Miguel Rojas”, el “yo, el anónimo”, insepulto, el funcionario público amonestado, hostigado por años. Supone el dejar atrás el mundo de la institución, dejar atrás un ambiente tóxico poblado de pesadillas y monstruos. Aquel mundo kafkiano e imposible. Y así, concluir con esa etapa centrada en la producción de un arte doloroso como catarsis.

 

En mi caso, el desdoblamiento, el buscarme en otro cuerpo, con otro nombre, supone el dejar de ser un “José Miguel Rojas”, el “yo, el anónimo”, insepulto, el funcionario público amonestado, hostigado por años. Supone el dejar atrás el mundo de la institución, dejar atrás un ambiente tóxico poblado de pesadillas y monstruos. Aquel mundo kafkiano e imposible. Y así, concluir con esa etapa centrada en la producción de un arte doloroso como catarsis.

 

¿Valdrá la pena este abordaje? ¿Valdrá la pena a estas alturas de la vida correr este riesgo? ¿Valdrá la pena asumirse en otrx? ¿Por qué digo esto? Porque el nombre que le asignan a unx es de alguna manera una imposición normativa, forma parte de una construcción social.

 

El llamarse de una manera, es la forma en que logran identificarlo a unx socialmente como un individuo con determinadas características y conductas. Yo, particularmente fui identificado como un individuo llamado de tal manera que laboraba como funcionario público y curador, además de ser un pintor que producía un trabajo con determinadas características. Eso determinó o configuró parte de mi personalidad y moldeó mi vida por espacio de 30 años convirtiéndola en algo que terminó convirtiéndose en algo insoportable.

 

Durante todo ese tiempo asumí un rol de género aceptando la normatividad que nos impone la sociedad. No había otra opción. De tal forma que, plantear otra forma de ser, hablar de homosexualidad o lesbianismo y más aún, de transexualidad o bisexualidad era algo sencillamente no permitido en mi época allá por los años ochenta. Conservé un estilo de vida completamente heteronormal. Y es a partir del 2009, en que empecé a experimentar un nuevo cambio. Se despertó en mí un deseo irrefrenable, por trasvestirme y dejar con ello salir toda mi feminidad que se sentía atrapada dentro de mi propio cuerpo. Fue en ese momento, en que empecé a cuestionar mi propia heterosexualidad con mayor conciencia.

Si bien, el 2014, fue el cierre de toda una etapa, también supuso la oportunidad de seguir adelante y reinventar la vida. El descubrir en el 2011 la transexualidad a través de la pornografía y la androginia, fue para mí toda una revelación. No solamente en lo personal sino también que todo aquello empezó a ocupar un espacio determinante dentro de mi mundo artístico y en mi vida personal. De esa manera pude comprender el por qué de tanto cuestionamiento entorno a la imagen de “Adán y Eva” y el por qué sentía tanta incomodidad frente a su representación normativa del género.

 

De repente, lo que me resultaba “normal” en cuanto a la representación de un hombre o una mujer, de lo masculino y lo femenino, ahora adquiría otros matices. Ya no era la simple representación de “Adán y Eva”, como una pareja heterosexual sino “Eva/Adán”, como individuos transexuales.

 

Todo ello, modificó mi manera de ser y percibir al otrx. Y fue así como lo fui externando en el arte, ocupando yo el rol de la mujer a través de los desdoblamientos 2014-2015 y luego, rompiendo aquel tabú a través selfies a partir del 2020-2021 posteados en la red social

de Instagram, con la intención de ser identificada ya fuera como Eva o Alina.

 

La serie “El cuerpo trans/gredido; la curaduría en el proyecto “Diversarte” (2019); el ser incluidx con obras con énfasis en “género” en la exposición “Detrás del Portón rojo: una mirada de la erótica en el arte costarricense”, (2017-2018) en el Museo de Arte Costaricense; el ser invitadx a participar con la propuesta “El género en llamas” en la Tercera edición Urbana, organizado por Traffic, (2017). Y la recién exposición del colectivo de “Las Nigüentas” (2022) en Sendero, en donde fuera incluida como artista ha sido la forma en que he logrado ser visibilizada como persona transgénero, como mujer trans dentro de la sociedad así como dentro de la comunidad LGBTIQA+.


Artista [ ella ]