Por Melania Fernández
@melaniafernandezporras
Un movimiento perpetuo.
La vida no es un ensayo,
aunque tratemos muchas cosas;
no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas;
no es un poema, aunque soñemos muchas cosas.
El ensayo del cuento del poema de la vida
es un movimiento perpetuo;
eso es, un movimiento perpetuo.
Augusto Monterroso
I.
Estoy frente a un rectángulo de madera sostenido por dos patas que se anclan al suelo. Tengo seis años. Llevo puesto un leotardo que, sin saberlo, se volverá luego, años más tarde, en mi uniforme diario, ese que escojo porque quiero.
Estoy descalza.
Mis dos pies apenas caben uno a la par del otro. Doblo mis rodillas, me impulso hacia atrás, salto y arqueo la espalda, coloco mis dos brazos sobre la viga y con todas mis fuerzas intento hacer un puente que se desprende de una orilla para llegar a la otra, y al hacerlo, intento mantener el balance al caer, pero no tengo suerte.
Caigo acostada sobre el colchón de seguridad. Me toma unos segundos chequear que no me duela ninguna parte del cuerpo. Muevo mis tobillos, muevo mis muñecas y, por último, mi cabeza como diciendo sí y no. Me levanto rápidamente y me vuelvo a parar sobre la viga.
Siento adrenalina.
Esta vez me podría salir bien.
II.
Con los ojos cerrados todo es negro. Con los ojos abiertos todo también es negro. No veo nada.
Siento un hueco en la boca del estomago. No sé qué me da más miedo, si la oscuridad o saber que estoy amarrada a un arnés a diez metros de altura. Estoy más arriba que la tramoya, suspendida en el palomar del Teatro Nacional.
Escucho la tercera llamada y me tranquilizo. Soy Alicia en el País de las Maravillas persiguiendo a un conejo mientras caigo en un hoyo negro frente a setecientas personas. Ahora tengo treinta y un años.
Lentamente el mecanismo de soporte hace que yo descienda. Poco a poco me baña la luz cenital. Sé que ya el público puede verme. Muevo mi cuerpo despacio, como cayendo en cámara lenta. Recuerdo las instrucciones: apuntar los pies, mover brazos y piernas en cualidad flotante, mantener la expresión de sorpresa, volver a ver hacia abajo y hacia arriba. Pero sobretodo hacia abajo porque me abrirán un pedacito del escenario por donde debo descender cuidadosamente.
Desaparezco.
Estoy debajo del proscenio.
Escucho los aplausos.
Sonrío.
Inhalo.
Corro para cambiarme de vestuario.
III.
Viernes 23 de abril del 2021
☑️ Despierto 5:15 a.m.
☑️ Reviso mails, Whatsapp y transferencias.
☑️ Me paro de manos.
☑️ Clase privada Andamio 6:30 a.m.
☑️ Llamadas telefónicas.
☑️ Coreografía para Ensamble.
☑️ Me paro de manos.
☑️ Almuerzo.
☑️ Me paro de manos.
☑️ Clase Andamio 3:00 p.m.
☑️ Clase Andamio 4:00 p.m.
☑️ Listo el estudio para taller de bungee.
☑️ Hamacas limpias en Andamio West.
☑️ Me paro de manos.
☑️ Saco a Ela a pasear.
☑️ Me acuesto a las 10:00 p.m.
☑️ Me duermo a las 10:03 p.m.
IV.
Estoy sola en el estudio. Conecto la compu. Y pongo un playlist que se llama “imposible no bailar”. Lo dejo en shuffle. Comienza la música y dejo que corra por unos segundos. Muevo mi cuerpo. Comienzo a sentirlo.
Improviso. Muevo un codo, la cadera, un dedo, la cabeza. Ignoro mi reflejo en el espejo. Me desplazo, brinco, caigo al suelo. Me muevo lento, me arrastro por el piso. Me levanto, corro, giro, me canso y paro.
Con el cuerpo más caliente, me muevo sin acelerarme y sin detenerme. Ya no entiendo bien dónde comienzan o dónde terminan los movimientos. Me muevo sin pensar. Siento paz. Nadie me juzga e intento no juzgarme.
No puedo parar.
Las gotas de sudor me recuerdan que estoy viva.
V.
En la sala de profesores hay un sillón nuevo que compramos para que descansemos entre clases. Es el nuevo espacio favorito de todxs. No hay una puerta, pero hay un biombo que bloquea la visibilidad hacia adentro y nos da completa privacidad. Estoy feliz, descansando, cuando veo una carita que se asoma:
—Teacher Mela, mirá lo que puedo hacer —.
Estoy viendo a Isa, de tres años, con mallas rosadas, leotardo con tutu, y zapatillas que le quedan grandes porque eran de su hermana mayor, Luci.
Me entusiasma su entusiasmo. Me levanto y salgo de la sala para verla. En medio del pasillo, sin importar el espacio y la compañía, Isa comienza a hacer skips correctamente por primera vez. Los skips son saltos que requieren coordinación. Y a pesar de que es un paso relativamente fácil para un adulto, se me hace un nudo en la garganta al ver su logro y su emoción. Isa comienza a hacer un disparate de movimientos preciosos.
Sonrío y pienso en el texto de Augusto Monterroso, la vida es esto, un movimiento perpetuo.