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Sueños y duelo

Por Gabriel Araya
@gabrielarayaherrera

Aunque utilice todas las palabras que tengo a la mano, de verdad no puedo terminar de explicar la situación, pero es muy probable que una persona que se haya enfrentado a la muerte pueda entenderme.

Más o menos a los once años de edad, estaba en el patio trasero de la que fuera la casa de nuestra familia y, después de mucho contenerme, me di cuenta de que debía orinar urgentemente.

Me bajé el zipper del pantalón y, cuando empecé a hacerlo sentí un enorme bienestar, creo que esto se debió a que llevaba demasiado rato aguantando las ganas. Recuerdo la sensación tan liberadora e irrepetible en la que, la presión y el malestar de mi vientre, iban desapareciendo poquito a poco; una sensación que se tornaba cada vez más placentera en el cuerpo, tanto así, que veinticuatro años después la recuerdo con toda claridad, pero no solo por eso, sino, porque inmediatamente me desperté.

Fue la última vez que me oriné en la cama, y al mismo tiempo fue la vez más vergonzosa,  porque ya no tenía diez años, sino, ¡once! sí, ¡once! Y aunque el hecho fue demasiado impactante paxfra mí, no recuerdo si mi abuela o si alguien de mi familia se refirió alguna vez al tema, pero considero importante recalcar que este representa una de las experiencias más lúcidas de toda mi vida.

Si le parece extraña esta afirmación mía, le comprendo, pero déjeme explicarle un poco más. Esta experiencia provocó que me preguntara, por primera vez, acerca de la relación entre el cuerpo, la vida y los sueños. Un cubo rúbik de pensamientos se desarmaba y se armaba al mismo tiempo, cada vez que trataba de entender el episodio. 

¿Qué había pasado? ¿En qué lugar estaba o no estaba cuando empecé a orinar? ¿Qué era real y qué no? ¿No eran acaso los orines un puente entre el sueño y el cuarto del centro de la casa de mi abuela paterna?

Esas y otras fueron las preguntas que me acompañaron durante varios días, porque, si había algo que me quedaba claro, y lo que me parecía más misterioso, era que los orines habían mojado la cama y mi pijama, pero los orines salieron de mi cuerpo cuando estaba en el patio trasero de la casa de mi familia. Las dos cosas habían ocurrido al mismo tiempo, en diferentes espacios, pero los orines provenían del mismo cuerpo. 

Las conclusiones a las que llegué fueron; 1) que el sueño y el cuarto del centro de la casa de mi abuela paterna, convivieron en la vida, a través de mi cuerpo, por un espacio de tiempo, y 2) que más bien fue otra pregunta: ¿qué pasaría si el cuerpo muere?

Hace menos de un mes murió mi mamá, y el día en que ella falleció tuve un momento de lucidez bastante extraño: mi mamá era el umbral por el cual yo había llegado llegado a este mundo, pero ahora ese umbral se había convertido literalmente en un frasco lleno de cenizas, y mientras iba en el carro pensando en esto, recibí un mensaje de audio de Luis, un amigo muy cercano.

En el audio, Luis me contaba creo yo que un psicólogo alemán afirmaba que cuando una persona muere, su cerebro repasa los episodios más importantes de su vida en treinta segundos. Cuando escuché esto, inmediatamente conecté con el recuerdo de cuando casi me ahogo en Playa Hermosa de Jacó; ese momento en que ya no había marcha atrás porque mi cuerpo simplemente ya no podía hacer otra cosa más que dejarse ir hasta donde el mar le llevara, y donde, efectivamente, repasé toda mi vida en muy pocos segundos. Realmente es algo inexplicable y, aunque utilice todas las palabras que tengo a la mano, de verdad no puedo terminar de explicar la situación, pero es muy probable que una persona que se haya enfrentado a la muerte pueda entenderme.

Entonces, el audio de Luis, más el recuerdo del casi-ahogo, me trajo nuevamente un momento de lucidez en el cual concluí que mi madre había podido repasar toda su vida y cruzar el umbral de la muerte, liberándose de todas las cosas que le dolieron en la vida para abrazar el cielo, la eternidad y todo en lo que ella creía, y me pongo a pensar que en realidad mi mamá en lugar de morir, lo que hizo fue despertar. 

“¡Qué raras son las cosas que uno piensa en estos procesos!”, me cacho diciéndome muchas veces, pero creo que deben ser los mecanismos con los cuales uno trata de acomodarse en el carrito de la montaña rusa de las emociones. Esos mecanismos de agarrarse fuertemente de lo que sea, para que el carrito siga su viaje, y a veces me cacho sonriendo por los recuerdos de los momentos más bonitos que vivimos ella y yo.

Y fue justamente recordando esos momentos bonitos, cuando me puse a pensar que en la vida había soñado muy poco con ella, y entonces vinieron en dos noches consecutivas, dos sueños en los que ella era el centro sutil de mi atención. En el primero yo estaba con mi pareja y con una amiga, en una especie de bar sin paredes, digamos que más bien era una barra en la playa, tomábamos una cerveza, cuando de repente entró Diego, un amigo muy cercano. Él traía una camisa muy roja y el pelo corto, hablamos por un rato los cuatro y después les dije, “ya vengo, voy a ir a buscar a mi mamá”.

Entonces yo me metí al mar y comencé a caminar hacia adentro y luego ya no recuerdo qué más seguía. No soy una persona a la que le interesa interpretar lo que pasa en los sueños, realmente lo que me gusta es vivirlos, y en ese sentido, siempre me han gustado más las pesadillas, porque realmente me hacen sentirme vivo, pero de este sueño lo que más me llamó la atención, fue ver el pelo de Diego y su camisa tan roja, porque no recuerdo haber soñado con un color tan vivo. Lo otro que me llamó muchísimo la atención fue la forma en como dije “ya vengo, voy a ir a buscar a mi mamá” y luego me metí al mar con tanta calma, con la seguridad de que la iba a ver, porque si me pongo a hilar muy fino, estoy seguro que en el sueño yo sabía que ella estaba muerta, pero tenía la gran certeza de que me dirigía a encontrarme con ella.  

Hay algo muy curioso de esto último, y es algo que he tratado de entender desde la raíz a lo largo de mi vida y es que, siempre le había tenido miedo a los muertos, creo que esto se debía a todas las historias que contaban mis abuelos desde que era un niño, pero ese miedo, en el segundo de los sueños desapareció. 

La noche de ese segundo sueño no podía dormir, porque precisamente, estaba aterrado con un montón de preguntas sobre lo que lo habita a uno y lo que pasa cuando uno muere, porque si había algo que me había sorprendido demasiado en relación a este tema fue presenciar la muerte de mi abuela materna. Justamente antes de que ella muriera, estábamos alrededor de su cama mi mamá, mi hermano, mi hermana menor, dos tías y un tío. 

El cuerpito arrugado de casi noventa años llevaba mucho rato sin moverse, hasta que, de repente, empezó a contraerse fuertemente una y otra vez, y hubo un momento en el que se contrajo con mucha más fuerza, y con la exhalación, se fue relajando suavemente, hasta que se depositó con toda calma sobre la cama, mientras se le dibujaba una sonrisa en el rostro. Al mismo tiempo que esto sucedió, en mi inconsciente vi cómo algo ¿una especie de vapor? se desprendía de su cuerpo y se liberaba y se esparcía por todo el espacio.   

En ese momento de mi vida creo que mi espiritualidad no era importante, pero presenciar la muerte de mi abuela lo cambió todo, y ese recuerdo volvió la noche posterior a la muerte de mi madre, en la que no podía dormir y empecé a sentir miedo otra vez. Miedo a lo desconocido, miedo a las ausencias y a las presencias, miedo a la muerte, miedo a los muertos. 

Así estuve por un buen rato, entre confusión y delirio, entre mi cama y el sueño, entre la paranoia y el cuerpo hasta, que no sé en qué momento, mi mamá estaba al lado de mi cama con una bata beige de seda, estaba muy tranquila, tomó la cobija, me cobijó, me abrazó, y al rato se despegó de mi cuerpo, y yo me desperté. Sentí una gran paz, el miedo desapareció por completo y dormí tranquilamente.

Después del sueño en el que oriné la cama, la pijama y el patio trasero de la que fuera nuestra casa familiar, me quedó una sensación muy extraña, y es que cada vez que orino y siento demasiado placer, me quedo preguntando si realmente estoy despierto

En este preciso momento, tengo demasiadas ganas de orinar, y es probable que, mientras orine, me vuelva a hacer la misma pregunta. Realmente me gustaría que frente al inodoro de repente me despertara y que estuviera orinando la cama a mis treinta y cinco años, y que muchas de las cosas que han pasado últimamente fueran solo un sueño, y que todos los días previos a la muerte de mi madre fueran solo una pesadilla, de esas que me han hecho sentir vivo tantas veces. 

También me pregunto si los muertos orinan, e incluso pienso, si preguntarme esto es muy descabellado o irrespetuoso, pero estoy en mi proceso de duelo y “¡qué raras son las cosas que piensa uno en estos procesos!”, pero el carrito sigue su curso, y aquí estoy subido, dispuesto a seguir a bordo, sonriendo a ratos, y a ratos accionando y viviendo la pesadilla.


Hace poco me di cuenta que de niño quería ser actor y. al descubrirlo, me sentí muy feliz, porque sin querer me fui acercando a esto que todos los días me mueve tanto y me sigue acercando a ese deseo. Mi primera novela quedó sepultada en una pc Windows 95, en 2003, y mi segunda, Los Superhéroes, al menos en este momento, creo que nunca va a estar lista.