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Saltos de fe

Por Mauro Castro
@maucastro01

Como una oruga dentro de su capullo, esperamos a ese momento en que nos toque batir nuestras alas en busca de una liberación y alcanzar esa ansiada metamorfosis que sea capaz de darnos eso que tanto buscamos.

 

En la vida hay momentos que marcan un punto y a cualquiera le lleva a tomar caminos un poco temblorosos e inseguros. El incesante pensamiento de que un paso en falso le llevará a una estrepitosa caída. Cada persona, con sus vivencias, construye su camino y en ocasiones esto implica soltar personas, lugares, cualquier cosa que tenga un valor en nuestras vidas, un peso que en ocasiones se convierte en una carga que acabamos arrastrando por ahí a donde vamos. No tiene por qué ser así, la vida no tiene que ser un “martirio”, no tenemos por qué cargar con una cruz a cuestas por felicidades ajenas. No se trata de eso.

Siempre, de maneras diferentes, llega ese momento en el que hay que hacer una declaración de independencia. Por más que una zona de confort nos pueda hacer sentir como en casa, sin preocupaciones, eso no siempre significa que sea lo mejor, ni mucho menos que sea lo correcto. A veces es importante tomar riesgos, dar un salto de fe y probar nuevos rumbos, a partir de esto llega el proceso y crecimiento. No hay persona que no haya pasado por un momento así y si fuera el caso, es solo cuestión de tiempo para que ese momento finalmente llegue.

 

 

Como una oruga dentro de su capullo, esperamos a ese momento en que nos toque batir nuestras alas en busca de una liberación y alcanzar esa ansiada metamorfosis que sea capaz de darnos eso que tanto buscamos. Algunas personas buscan comprensión, otras amor, pero todas buscan algo, incluso se buscan entre sí; almas perdidas buscando encontrarse con sus mitades en medio de la incertidumbre. Somos almas errantes en busca de un propósito, de una razón para existir, el cambio es parte de nuestra naturaleza y esto incluye el abrazar nuevas oportunidades a diario.

La independencia puede verse en las cosas más pequeñas, desde tomarse el lujo de probar algo nuevo hasta dejar atrás un hogar con tu familia para emprender una aventura empezando a vivir solo y aprendiendo a valerte por ti mismo, al final del día, de eso se trata la independencia, de ser quienes debemos ser, lo que nos dicte el corazón y lo que creamos que es mejor, eso que nos hace sentir “yo”. 

 

Es normal tener miedo, los nuevos comienzos no son sencillos y es común pensar que todo eso que parece desconocido, es peligroso o va a salir mal, pero al final se trata de confiar en lo misterioso de lo desconocido. El encanto está en eso, en la incógnita, en no saber qué pasará ni a donde vamos a llegar al hacerlo. Construir fortalezas es importante para sentar las bases, con firmeza, que nos van a sostener cuando queramos dar un paso al vacío, lanzarnos a un océano de posibilidades y sin conocer cuál será el paradero que nos estará esperando al llegar a la orilla.

Pero al final del día, es este riesgo, lo que nos hace llegar a alcanzar este nuevo estado. La independencia comienza desde las cosas pequeñas, cuesta mucho a veces, pero es gratificante cuando estos riesgos acaban dando frutos y alcanzamos eso que tanto anhelamos alguna vez y vimos como una realidad lejana, una simple utopía.