Por Arturo Pardo
Les Luthier se me hacían demasiado cultos como para lo que mi cerebro de la pubertad podía albergar.
“Ya saben, la gente religiosa tiene una música tan hermosa y arte también, y los ateos realmente no tienen nada… ¡Hasta ahora!”
Así empieza Steve Martin una pieza suya titulada, justamente, “Atheist Don’t Have No Songs”, una canción, con un poco de mofa, evidencia cómo cada religión tiene obras propias y los ateos… pues ni media melodía. Así, el humorista causa mucha gracia con una premisa tan sencilla, probablemente no tan explorada con anterioridad.
La idea de que las canciones también podían ser fuente de risas me llegó un poco tarde, con más precisión en el 2006, cuando vi la película The Pick of Destiny, con el dúo Tenacious D como protagonista. La película raya en lo irreverente, a ratos, con una trama en exceso fumada, pero con canciones con mucho ingenio que derivan en una experiencia donde se aprecia la música y se disfruta cada línea, por más ridícula que sea.
Sin borrar el párrafo anterior, me corrijo, la verdad es que ya había visto algo así, cuando por allá del 2002 un amigo me prestó un disco con los éxitos de “Weird Al” Yankovic, uno de los genios más grandes de la historia en el género de la música humorística. En la década de los años 80 se hizo famoso por parodiar las canciones más populares, incluyendo éxitos de Madonna (Like a Virgin la convirtió en Like a Surgeon), Beat It, de Michael Jackson la transformó en Eat It. En los años 90 tuvo otros éxitos como cantar Smells Like Nirvana, en lugar de Smells Like Teen Spirit. ¿Un humor muy gringo? Pues tal vez, pero nadie le puede quitar méritos a un cantante único en su género.
Voy, voy, la verdad es que antes de Weird Al, recuerdo haber visto, por televisión, a un artista chileno cuya imagen no se me puede olvidar, y su nombre tampoco. Florcita Motuda es como se hace llamar. Era un bigotudo desgarbado, mechudo y con gabacha de doctor, pero doctor sin título. Lo vi alguna vez en un Festival de Viña del Mar, haciendo participar a toda la Quinta Vergara en alguna coreografía sin sentido. En 1998 vino a Costa Rica a participar en el festival de la OTI y terminó ganando con una canción titulada Fin de siglo: Es tiempo de inflamarse, deprimirse o transformarse.
Ah no… pero ahora que pienso, para cuando conocí a Florcita Motuda ya Les Luthiers me eran familiares. No comprendía ni una sola de las bromas, pero me reía como que entendiera, cuando mis primos me ponían a escuchar alguno de sus discos. Se me hacían demasiado cultos como para lo que mi cerebro de la pubertad podía albergar. Fue muchos años más tardes que, con una colección pirata de DVDs piratas le encontré toda la gracia a la agrupación humorística argentina. ¡Por dicha aún no era tarde!
Y si quisiera irme más para atrás, seguramente llegaría a canciones que seguramente me daban gracia, pero no por su letra, sino porque reírme, era una de las cuatro o cinco cosas que sabía hacer, además de llorar, dormir, tomar leche y luego botarla.
En esta playlist hice una selección de piezas hechas sí o sí, con toda la intención de que fueran graciosas. Su existencia es grata, especialmente cuando incluyen líneas inteligentes, melodías fáciles pero bien construidas y, ojalá, con un efecto alivianador. Al final, al menos a mí, me es inevitable reírme.