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Perderse en San José

Por Roberto Guzmán F.
@chepecletascr
@robertoguzmanf

Perdernos por accidente puede ser angustiante, pero perdernos voluntariamente puede ser toda una aventura y una buena oportunidad.

A pesar de ser una ciudad relativamente pequeña y a pesar de contar desde hace unos años (y nuevamente) con nomenclatura en sus calles, San José puede ser un espacio perfecto para perderse.

Una ciudad en donde las direcciones se basan en puntos de referencia, que en varias ocasiones llevan hasta décadas de haber desaparecido. Puntos de referencia que apelan a la nostalgia, junto con la resistencia de quienes la habitan para no señalar sus calles por sus nombres y números, hacen que moverse por San José sea una invitación para perdernos.

Podemos perdernos por accidente o por desconocimiento, pero podemos también perdernos para descubrir la otra ciudad. La ciudad que se esconde ante nuestros ojos por el apuro, por el desprecio o por el miedo. La ciudad detrás de la ciudad, detrás de los rótulos, de los parqueos y de los toldos desteñidos. Imperceptible ante el escándalo que nos invita a ingresar a sus tiendas para conocer la nueva colección de ropa íntima o para conocer los últimos descuentos y novedades de la Avenida Central.

Perdernos por accidente puede ser angustiante, pero perdernos voluntariamente puede ser toda una aventura y una buena oportunidad para conocer y disfrutar los rincones de la ciudad desconocida.

Rincones con historia como el lugar donde se ubicó la primera ermita de San José, a un costado del Banco Central o como el sitio donde se ubicaron los primeros tanques de agua, en la cuadra del Hospital Calderón Guardia. 

Pequeños oasis o paréntesis en medio del caos, como el primer tramo de Rutas Naturbanas (donde hasta es posible obervar perezosos) o jardines escondidos entre el humo de buses y camiones, cerca del Puente de Los Incurables. Comerse unas empanadas en El Frontón o en El Millonario, detenerse por un trago en La Bohemia o pasar por un número 8 de Coconut o un ceviche (o “cebiche”) de la Soda Lima. O hasta una “acera infinita” que se esconde en medio de San José y para descubrirla solamente es necesario caminarla (Gracias Juan I. Salom por la información). 

Lugares y experiencias que pueden pasar desapercibidas frente a nuestros ojos, sin tan siquiera notarlo, hasta que nos perdemos persiguiendo al conejo de la curiosidad. 

Perdernos cómo ejercicio o como experimento, perdernos como una forma de desconectarnos y a la vez de reconectarnos o perdernos simplemente como un juego, cuyo resultado y final desconocemos y no nos interesa. 

Cada paso es una nueva experiencia, cada cruce es una posibilidad, cada persona en la calle puede ser un personaje de nuestra historia o de nuestro juego. Cada rincón se convierte en un nuevo escenario. 

Es importante afinar nuestra observación y nuestra capacidad de asombro para sorprendernos ante cada detalle y así poder disfrutar al máximo de perdernos en San José.


Roberto es biólogo; interesado en temas de ciudad, turismo, café, comida china y buenas conversaciones. Desde hace 11 años creó ChepeCletas.