Doriam Díaz
@doriamdiaz
¡No te vayás, traidor Morfeo!
Cuando joven fui, del buen Morfeo rehuí.
Noches y noches trasnoché, y por el sueño nunca me ocupé.
“Ya habrá tiempo”, me dije; “cuando muera tendré más chance”, proclamé.
¡Oh, ilusa de mí! Cuánto me equivoqué.
Estas son las confesiones de una noctámbulo arrepentida
No por mis trasnochadas libertinas.
Sino por las horas de sueño que perdí
y los malos días que a mi cuerpo le di.
Gloriosas aventuras viví, claro que sí.
En conversadas eternas arreglé y desarreglé el mundo.
En pistas repletas de almas al baile me entregué.
Muchas gentes conocí y casi nada lamenté.
Bajo la buena sombra de Hebe,
no había bostezos ni ojos somnolientos,
no había ojeras ni memoria resbaladiza,
no había resacas eternas aún sin alcohol.
Incluso con pocas horas de reposo,
mi cuerpo se ocupó y sobrevivió.
No pocas veces bien mal la pasó.
La pobre panza fue, sin duda, la que más sufrió.
Bebidas espirituosas variadas,
desayunos grasientos por aquí y por allá,
cafés endulzados con todo
y mil menjurjes al combo autodestructivo se unió.
Pero cambia, todo cambia.
Tic tac, tic tac; hasta al más tenaz noctámbulo le llega la hora.
Cuando la osada juventud por fin cedió,
el dios alado de los sueños su revancha tomó.
Silencioso y perverso, el insomnio se apodera de mis noches.
Convocado por el traidor estrés o una gran preocupación,
se instala sobre mi cabecera y
ahuyenta el sueño, el muy infeliz.
Vuelta pa acá, vuelta pa allá;
sonido de olas, sonido de árboles con el viento;
tés tranquilizadores y esencias olorosa;
ovejas saltando para ser contadas.
Todo lo intento, nada sirve.
Y en algún momento, el cruel insomnio se retira.
Ya es demasiado tarde, que en este caso es demasiado temprano.
Como abejón de mayo ando todo el día, contando las horas para caer rendida.
Son pocas y demoledoras esas noches de tortura.
Aquellas noches insomne son la verdadera pesadilla,
a la cual le rehuyó más que a Freddy y su guante afilado.
Te entendí, Morfeo; te entendí.
Lección aprendida y asimilada.
Ahora agradezco caer desconectada cuando mi cabeza toca la almohada.
Rendirme seis, siete y ocho horas seguidas a mis sueños;
no contar odiosas ovejas ni rogar al orgulloso dios del sueño.
Amanezco rozagante, feliz, con la piel brillante.
Amanezco con la mente fresca dispuesta para darlo todo.
Amanezco con un cuerpo agradecido.
Amanezco y agradezco.
Son mañanas en que quiero conquistar el mundo.
Al menos mi mundo.
Son días en que creo que todo saldrá bien,
aunque el mundo se empeñe en decir lo contrario.
Así son los días y noches de esta noctámbula pesarosa.
Ya no busco despierta las madrugadas irreverentes.
Ahora me acurruco complacida el buen sueño me tienta.
Y me entrego al buen dormir sin oposición alguna.
Mientras tanto, en otros lares.
otros bailan, otros brincan;
bien por ellos.
Yo duermo plácidamente y estoy gozosa.
———-
Doriam Díaz: Comunicadora y preguntona. Lectora y acumuladora de libros. Amante de las artes y la comida sabrosa. Nadando (nivel aficionado) soy una feliz pececita. Gustos muy, pero muy amplios.