Sin Categoría

Las vidas negras importan. Las palabras también.

Por
Tanisha Swaby Campbell

En los días que han seguido al asesinato de George Floyd y a la movilización social contra el racismo sistémico, varias personas me han contactado para preguntarme lo mismo: ¿Está bien decir “negro”? ¿Es ofensivo llamar a alguien así? La respuesta no es sencilla.

Aunque las personas Afrodescendientes hemos reivindicado lo NEGRO como identidad, resignificándolo y asociándolo a rasgos positivos como la belleza (Black Beauty), el poder (Black Power) y el orgullo (Black Pride); la realidad es que Negro fue una etiqueta que nos impuso el colonizador. Antes de la colonización de África y del tráfico transatlántico de personas africanas, quienes habitábamos ese continente no éramos negros, éramos Zulus, Igbós, Swahilis, Yorubas. Cuando los europeos decidieron llamarnos negros lo hicieron también para adjudicarnos toda la carga histórica negativa que había acumulado esa palabra. Según la Real Academia Española negro tiene las siguientes acepciones:

 

  1. adj. Muy sucio
  2. adj. Dicho de la novela o del cine: Que se desarrolla en un ambiente criminal y violento.
  3. adj. Dicho de una sensación negativa: Muy intensa
  4. adj. Dicho de ciertos ritos y actividades: Que invocan la ayuda o la presencia del demonio
  5. adj. Infeliz, infausto y desventurado.
  6. adj. coloq. Muy enfadado o irritado.
  7. f. coloq. Mala suerte.

Por esto desde hace varios años, las personas Afrodescendientes hemos luchado activamente contra el uso negativo de lo negro en el lenguaje coloquial. Así como hemos entendido que es importante aplicar el lenguaje inclusivo alrededor del género, también es importante descolonizar el lenguaje en relación con el racismo. Busquemos alternativas para que lo negro deje de ser cochino o desafortunado, para que deje de ser eso que nadie quiere ser.

Decía Lacan que “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” para referirse a la imposibilidad que tenemos como sujetxs de pensar, y pensarnos, fuera de las palabras. Visto así entendemos por qué resulta tan fácil transferirle, así sea inconscientemente, a las personas negras estos significantes que asocian a la negritud con violencia, criminalidad y suciedad, si continuamos utilizando la palabra en estos contextos.

En todo caso Negro describe una identidad étnico-racial que tiene una carga política e histórica que reivindicamos como pueblo. Es totalmente válido usar negro para describir a una persona, aunque no así como sustantivo y menos como apodo pues las personas negras también tenemos derecho a la individualidad de nuestro nombre o a la deferencia que confieren términos como señora, señor o señorita.

También como pueblo diaspórico hemos decidido rescatar nuestra ancestralidad y autonombrarnos usando el término Afrodescendiente o el prefijo Afro en conjunto con otras identidades. Afrodescendiente o Afro es una forma tanto de retomar el control de la narrativa de nuestra propia existencia, autodefiniéndonos, como también de articularnos a partir de una historia común como descendientes de personas africanas. Decir negro o negra no está mal, decir Afrodescendiente es mejor.

En tiempos recientes una de las palabras que se usa frecuentemente para describir otras experiencias de discriminación racial que no incluyen la violencia física es “microrracismo” o microagresión. Pero las personas negras sabemos que nuestra vida cotidiana es un conjunto de microrracismos, y que eso que parece microscópico tiene consecuencias reales sobre nuestra salud mental, nuestras opciones laborales y la calidad del servicio médico que recibimos, entre otros. El racismo es un sistema de dominación estructural que se manifiesta de distintas formas en todas las áreas de la vida social y ninguna de sus manifestaciones debe ser desestimada como inofensiva o menor.

En los últimos años se han desarrollado una gran cantidad términos para explicar el racismo. Algunos de estos sirven para perpetuar la falsa idea de que quienes discriminan son inocentes y lo hacen sin saberlo. El ejemplo más claro es quizá. el de sesgos implícitos/inconscientes o “unconscious bias” en inglés. La OIT define los sesgos inconscientes como asociaciones mentales, no intencionales y automáticas basadas en género, clase, raza, etnia, creencias religiosas y otros rasgos similares. Ahora, si bien es cierto que el haber crecido en una sociedad racista, patriarcal y organizada alrededor de la acumulación de capital nos hace desarrollar una serie de ideas que moldean nuestro comportamiento a nivel inconsciente, al final nuestras decisiones de escuchar o no a las personas marginalizadas y sus demandas, son actos tomados en plena conciencia. Tenemos internalizado el racismo a nivel inconsciente sí, pero nos esforzamos conscientemente en preservarlo.

Otro término útil, pero problemático es el de “fragilidad blanca”. Robin DiAngelo, una pensadora antirracista blanca, acuñó el término en un ensayo académico en el 2011 en un intento de explicar por qué es tan difícil para la gente hablar de racismo, y lo define como: “el estado en el que incluso una mínima cantidad de estrés racial resulta insoportable, desencadenando una amplia variedad de mecanismos defensivos”. Aunque efectivamente este concepto es valioso para describir las reacciones emocionales de las personas no racializadas cuando se habla de racismo, también es cierto que reproduce una serie de estereotipos (lo blanco como frágil y delicado) y asume que los mecanismos defensivos se deben a estrés psicológico y no a la necesidad de dominación que suele ser la motivación principal del racismo.

Si queremos un cambio en estos temas, primero tenemos que asumir nuestra responsabilidad personal y eso en definitiva nunca es fácil. Si seguimos asumiendo que el racismo se reproduce en las personas de manera inconsciente y que estas personas luego son demasiado frágiles para confrontar su propia violencia, no veremos el cambio que lxs pueblos Afrodescendientes y originarios necesitamos para vivir una vida plena, feliz y en equidad. La inocencia es un mito, el racismo sistémico existe porque una mayoría de personas individuales están dispuestas a resguardar el sistema de castas raciales que nos fue impuesto a través de la colonización y que tiene implicaciones reales para millones de personas en todas partes del mundo. 

Si bien quienes tienen más poder, pueden hacer más daño, no podemos ignorar que la ola de gobiernos racistas de los últimos años representa la voluntad de los ciudadanos de sus respectivos países. Y es que el racismo existe con la complicidad de cada unx de quienes no han tomado acciones específicas para contrarrestarlo. Descolonizar el lenguaje y el pensamiento son procesos difíciles para todxs, incluidas las personas negras que fuimos socializadas para aceptar nuestra propia inferioridad. Reconocerse como parte del problema y pensar en la forma en la que hablamos y nos vinculamos con la negritud es un primer paso. Desaprender duele pero vale la pena. Espero que este texto les haga sentir al menos algo de incomodidad, porque sin incomodarse no hay transformación, y de esta transformación dependen nuestras vidas. Las vidas negras importan y las palabras con las que las nombramos, también.

 

Tanisha es activista afrofeminista, Miembro del Centro de Mujeres Afrocostarricenses y experta en temas de diversidad e inclusión a nivel organizacional. Es psicóloga, ama las series de “true crime” y en WhatsApp suele dejar a sus contactos en visto.