Por Alfonso Rojas
El mundo desarrollado ya no estaba en el inhóspito norte del planeta, sino más bien en sus prósperas regiones tropicales.
Sonó la alarma. “Mierda, no dormí nada 😖”, pensó Xinyi mientras se enrollaba por las cobijas tratando de robarse unos segundos antes de aceptar la inevitabilidad del fin de su descanso. Hoy tenía un evento importante, y debía estar preparada – era 15 de Setiembre de 2221. Con bombos y platillos celebramos el Tetra centenario de la independencia de Costa Rica, 400 años después del año 1821. Por razones difíciles de explicar, y que nadie habría podido predecir siglos antes, el país seguía existiendo como ente unificado, aunque sin duda muy diferente a la tiquicia de sus ancestros. La única similitud es que Cartago aún no había ganado el campeonato nacional.
En su rol de agente de la empresa de relaciones públicas que organizaba el evento, tenía mucho que preparar, y sin duda, debía lucir sus mejores galas en la celebración, aunque honestamente preferiría quedarse bajo las cobijas revisando videos en su RikTok neuronal, una red social cerebralmente activada con solo cerrar los ojos e invocar la app con un sutil pensamiento.
A pesar del insomnio, o quizás a causa de ello, hoy andaba en modo meditativo, en particular respecto al estado de su país en pleno 2221. Mientras se tomaba una ducha recordó sus lecciones en primaria respecto a las crisis del siglo XXI. Era difícil comprender las motivaciones de las facciones hace doscientos años, que llevaron al país, y al mundo, a la creación de dos realidades completamente distintas.
En cuarto grado, la niña Patti les explicaba cómo las semillas de la polarización fueron plantadas desde finales del Siglo XX, y la avanzada nacionalista a inicios del siglo XXI se consolidó tras los atentados del 11 de Setiembre de 2001. La guerra contra el terrorismo, la Gran Recesión de 2007-2008, y una nueva ola de populismos etno-nacionalistas que aprovecharon la creciente desigualdad y la precaria recuperación de la crisis para alimentar divisiones. Sin embargo, la amigable y siempre perspicaz maestra les recordó que hasta esos años se trataba de fuerzas insurgentes, y fue hasta la pandemia de 2020-2022, que las divisiones en el país se tornaron irreparables. Y pues, luego vino La Catástrofe™️ de 2051 (como había popularmente llegado a ser conocida), y los eventos que ya todos conocemos, pero fueron demasiado crueles para detallar en esta ocasión. Después de ahí, no hubo vuelta atrás.
En todo caso, ya se estaba haciendo tarde para Xinyi, pues le quedaban quince minutos para el inicio del evento y todavía debía desayunar. Apurada se sirvió un cereal y, mientras se lo comía piensa en sus papás. Llegaron a Costa Rica a inicios del siglo pasado, con apenas tres años, provenientes de Hefei, en la provincia de Anhui, China. Fueron parte de la oleada de migraciones de la República Popular China a través del mundo, tras la mezcla entre la sobre población en las ciudades, y las revueltas populares de finales del siglo XXI. Poco a poco Costa Rica se fue haciendo más diversa, alimentada por el agresivo crecimiento poblacional en el Medio Oriente, en África Subsahariana, y las consecuentes olas migratorias de esos países. Para esa época, aún Costa Rica tenía alguna reputación de ser un país estable, al menos en comparación con el resto del caótico occidente, y su posición en el trópico le hacía más atractivo que los países del norte como Estados Unidos y los Estados Confederados de Europa, tras la miseria que continuamente causaba la crisis climática en esas regiones, y la devastación de las guerras que eso ocasionó. El mundo desarrollado ya no estaba en el inhóspito norte del planeta, sino más bien en sus prósperas regiones tropicales.
A sus tres años, siendo infantes, los padres de Xinyi eran ágiles programadores, como todos los niños de la época, y eso les permitió la inserción en la principal actividad económica de Costa Rica que era la programación de algoritmos de inteligencia. Era gracioso que en algún momento a la inteligencia se le llamó “artificial”, pero al observar su cuerpo y los pocos remanentes de componentes orgánicos que quedaban en él, Xinyi dio un suspiro ante la simpleza analítica de sus antepasados.
En todo caso, ya era hora de dirigirse hacia la actividad. Imaginó que ya los invitados estaban arribando, y debía que encargarse de que los dignatarios estuvieran en sus sillas y todo el resto en orden para dar inicio a la ceremonia. El primer ministro iba a estar ahí, y la prensa había filtrado que daría un anuncio histórico para la nación.
Sin pensarlo mucho más, Xinyi se dirigió a su oficina, prendió la conexión neuronal con su computadora y ejecutó Zoom VR. Cerró los ojos, y en cuestión de segundos, estaba presente en el salón híbrido-virtual que simulaba el antiguo Teatro Nacional, antes de que fuera destruido en la violenta Insurgencia Fabricista Anticultural de 2047. Su holograma era un espejismo digno de la vestimenta que llevaba en su apartamento, y era capaz de simular todos los sentidos a la perfección.
Por un momento Xinyi imaginó cómo habría sido el mundo de hace doscientos años, donde la gran mayoría de las interacciones no sucedían de manera holográfica. La cantidad de enfermedades, olores desagradables, y la invasión de la privacidad se le hacían imposibles de imaginar, y no más que el remanente de un pasado incivilizado y prehistórico.
El evento claramente estaba atrasado (una digna celebración de la identidad tica del siglo XXIII), y tras acomodar algunas sillas y a dignatarios internacionales, se dio cuenta que quizás tenía algunos minutos libres. Justo en ese momento, se le acercó el insufrible Representante de Nicaragua, otra de las naciones que celebraban la efeméride de 400 años de independencia.
“Escuché que las cosas van a cambiar mucho en Costa Rica tras la próxima elección“, dijo el Representante de Nicaragua con cierto tono de burla, pero al mismo tiempo legítimamente expectante de la respuesta de Xinyi. “Pues, hay muchas personas con gran esperanza de que finalmente las cosas vayan a cambiar. Pero ‘idk’, siento que va a ser igual que con la crisis climática del Siglo XXI, cuando no hicimos nada hasta que cientos de millones murieron“, le respondió Xinyi. “Pues enhorabuena, ya es momento de que las cosas finalmente mejoren en Costa Rica 😏” le respondió él, enviando el sutil hachazo de la absoluta superioridad nicaragüense en todas las áreas de desarrollo, una vez que dejaron de lado cualquier ineficiencia burocrática de la democracia y adoptaron el sistema dominante en los últimos 100 años.
“Ugh, este idiota…” pensó Xinyi, pese a que ella también a veces se preguntaba si valía la pena que Costa Rica se mantuviera como uno de la media docena de países en el mundo que aún conservaban un sistema democrático tradicional, y la alienación en el concierto de las naciones que esta condición le generaba al país. El país estaba más polarizado que nunca, y el terreno para un estallido social nunca había sido más fértil.
El Representante de Nicaragua se acercó a su silla, y justo al hacerlo el primer ministro de Costa Rica salió, ante aplausos entusiastas de la audiencia, y en victoria, exclamó un corto discurso:
“Estimades costarricenses, el país tiene una deuda pendiente con diferentes sectores de la ciudadanía, y en mi gobierno hemos decidido finalmente saldar esas cuentas, para empujar al país a una nueva era de desarrollo, equidad, y virtud democrática. El planeta, y el país, enfrentan desafíos sin precedentes, y ya no podemos seguir viviendo de los éxitos del pasado,” al decir esto, el presidente miró hacia el resto de la audiencia con ojos visionarios, y continuó su discurso.
“Por ello, hoy en celebración de nuestros 400 años de independencia, con mucho regocijo hoy quiero anunciar que, a más tardar a finales de este año, vamos a iniciar la construcción de la nueva carretera a San Carlos. Adicionalmente, vamos a terminar la construcción del Nuevo Hospital de Puntarenas, y en los próximos días enviaré una reforma tributaria para que los ricos paguen como ricos, en aras de subsanar la crisis fiscal a la que nos enfrentamos. Por último, les prometo que al final de nuestro mandato ya no habrá más huecos en las calles, y entraremos en un proceso de reestructuración de Japdeva, en aras de que la institución, y el país, estemos listos para los desafíos del Siglo XXIII“.
Al decir esto, la multitud saltó en aplausos. La ilusión era palpable en el ambiente, y el Representante de Nicaragua gesticuló hacia Xinyi con una amplia sonrisa: “¡Increíble, esto es el inicio de una nueva era! 😱”
“Jueputa sal, estoy harta…” murmuró Xinyi solo para sus oídos, justo antes de desconectarse súbitamente.
Fin.