Sin Categoría

Iron orgasm

Por Alonso Matablanco
@matablanco

Iron Man, el superhéroe más poderoso, el millonario, genio y seductor no podía provocarle un orgasmo a Pepper. Desde ese momento comenzaron las olimpiadas de sexo.

Beso ricos, mordisquitos en el labio, el brazo de él le envuelve la cintura, la atrae con un movimiento salvaje para que sienta su pene erecto, enseguida la lanza a la cama y se le tira encima, la chupa, la penetra, una y otra vez saca y mete su miembro con un movimiento ágil y tierno, ni rápido ni lento… ella le clava las uñas en la espalda y disfruta cada instante hasta que él ya no puede más.

La cama de Tony Stark y su amada Pepper Potts es una montaña rusa, juntos suben a la cima del placer para bajar en una descarga de energía que los deja sin aliento.

Al menos eso creía él. Pues ella, pese a pasarla riquísimo, nunca ha llegado a un orgasmo, al menos no con él.

La revelación se la hizo una noche cualquiera. Estaban sudados y desnudos, metidos en las sábanas cuando Tony la interrogó. Lo que él quería, sin duda, era que ella le confirmara lo bien que la pasaba y lo rico que él se lo hacía, y sí, ella se lo confirmó, pero también le confesó que jamás había sentido un orgasmo.

—¿Cuántas veces te viniste?— preguntó el hombre de hierro en tono arrogante.

—Ninguna— respondió Pepper sin saber el golpe bajo que significaba su respuesta.

Discutieron toda la noche. Ella le explicó que no era importante, que no le diera cabeza; pero él estaba indignado. “Si no sentía nada era porque habría estado con muchos…”.

La pelea se extendió por varios días hasta que Tony se disculpó con un arreglo de rosas y unos charms marca Pandora. Pese a haber logrado que Pepper lo perdonara estaba devastado, él, el Iron Man, el superhéroe más poderoso, el millonario, genio y seductor no podía provocarle un orgasmo a Pepper.

Desde ese momento comenzaron las olimpiadas de sexo. Todas las noches intentaba llevar a su amante al éxtasis, probó con la lengua, con los dedos, con posiciones del Kamasutra, con movimientos que emulaban a un remolino, a un tractor, a una catapulta… Todo fue en vano. Pese a que Pepper la pasaba riquísimo no llegaba al orgasmo.

—Relájate, es una tontería, igual la paso súper rico con vos— le decía ella antes de darle un piquito.

Tony descartó renunciar a su meta orgásmica. Durante días se clavó en su taller a desarrollar un aparato mecánico capaz de provocarle el éxtasis a Pepper. Los diseños iniciales eran de una especie de consolador gigante, luego la creación mutó a un brazo electrónico; el producto final fue una suerte de pequeño robot con una extremidad fálica al que Tony bautizó Dum-E.

Cuando Dum-E estaba completamente listo para cumplir su misión, Tony se lo mostró emocionado a Pepper, le dijo que al fin la haría disfrutar de un orgasmo.

Ella lo abrazó y lo besó, le dijo que no quería tener sexo con una máquina, quería hacer el amor con el hombre del que estaba enamorada. Tony se sintió derrotado, pero, al mismo tiempo, rescatado por Pepper.

Se fueron juntos a la cama e hicieron el amor con dulzura. Ella no llegó al orgasmo, pero a ninguno le importó.

Más tarde, en la madrugada, tras un par de horas de profundo sueño, Tony despertó y descubrió que Pepper no estaba junto a él. Empezó a buscarla, el rastro lo llevó a su taller; la encontró cogiendo con Dum-E, con los ojos en blanco, gimiendo como nunca.


Este cuento es parte de la colección Antihéroes, de Alonso Matablanco.