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Hip Hop y Comunidades

Texto por Nakury
@nakurymc

El Hip Hop es medicina que se cultiva y cosecha en convivencia y comunidad.

Los círculos de baile son la epítome de la relación entre el hip-hop y las comunidades. Cada persona que entra a su centro se convierte en una llama que alimenta una enorme fogata… que atrae historias, conversaciones, diversidades. En ese momento tan único y espontáneo es posible experimentar la originalidad de cada individuo, sus inspiraciones, aspiraciones y así mismo, el aprecio colectivo. Aquí se borran las fronteras y afloran las identidades.

El hip-hop es medicina que se cultiva y cosecha en convivencia y comunidad. 

Este movimiento cultural, que se encuentra en todas partes del mundo, se dispersó como las esporas y pronto cumplirá medio siglo de existencia. Fue un 11 de Agosto de 1973 que en el Bronx, New York, se realizó “Back 2 the school Jam”, conocida como la primera fiesta hip-hop. Organizada por Cindy C y su hermano DJ Kool Herc con la finalidad de recolectar fondos para el regreso a clases escolares, esta fiesta sentó un precedente sobre el propósito del hip-hop: demostró cómo este movimiento puede ser una herramienta de autogestión y oportunidades para una generación migrante y racializada.

Este ejemplo se multiplicó y ha inspirado a muchas generaciones. Costa Rica no es la excepción, desde la llegada, este movimiento ha encontrado terreno fértil para sus cuatro ramas expresivas principales: rap, DJing, graffiti y breaking. Fueron las comunidades urbanas las que rápidamente empezaron a reconocer sus raíces en estos sonidos, palabras, movimientos e imágenes y que empezaron a aprender de los VHS, revistas y CD ‘s que llegaban principalmente a través de Puerto de Limón. Fue tan rápida la expansión que incluso en 1973 ya se escuchaban breakbeats en la legendaria canción “Cahuita” de la banda costarricense Bocaracá. Los conocimientos se transmitieron de persona en persona y posteriormente llegaron a radio y televisión.

En Costa Rica, los “Crews” o agrupaciones como Natural Vibes, Latin Crew Breakers, La Passa Tarasa, Ragga by Roots, entre muchos otros, fueron pioneras para que miles de personas se animaran a unirse con sus amigues a expresarse y crear arte. Estas tribus artísticas, que normalmente rondan entre las 3 a 10 personas, surgen como una red de apoyo, trabajo e incluso para muchas personas, una familia. Estos colectivos y sus procesos han generado un aporte incalculable al acervo artístico costarricense, plasmando las voces de muchas personas y sus comunidades.

Para ser artista hip-hop no se requiere un título o asistir a una academia específica, solamente es necesario ser estudiante de la forma de arte, su historia y sus conceptos. Lo tuanis es que el conocimiento es para transmitirse. Al ser un movimiento comunitario, se busca democratizar el acceso a la información de manera transversal, tanto sobre el quehacer artístico como la realidad social y su relación. 

Con el auge de la virtualidad también se han adaptado las dinámicas y muchas personas continuaron formándose por transmisiones en línea. Hay quienes aprenden para desarrollarse profesionalmente en este movimiento y otras personas lo consideran su actividad de dispersión o conexión. Asimismo, la accesibilidad de estas formas de expresión se ve amplificada cuando estas manifestaciones se dan en espacios públicos, para quienes lo practican y quienes lo presencian. Esto contribuye a ciudades más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. 

Hacia las comunidades

Desde que me inicié en este movimiento artístico, recuerdo dar talleres sobre la técnica, pero cuando empezamos a hablar de historia, organización comunitaria, derechos humanos, entre otras… pude notar un cambio importante: El hip-hop puede ser una herramienta que brinda perspectiva, creatividad y sentido de propósito. Desde entonces, mi que hacer artístico evolucionó de una manera muy hermosa, me ha permitido compartir con diversas comunidades de las cuales he aprendido muchísimo y son una gran inspiración para mi, como el grupo Palabras Libres en el Centro Vilma Curling, jóvenes del Centro de Formación Juvenil Zurquí, las niñas y jóvenes de los proyectos de la Fundación Paniamor, les niñes de Casa Ilori, entre otras.

La presencia del hip-hop en diferentes zonas del país es destacable. En el 2017 un grupo de jóvenes cabécar liderado por Geconio Salazar y Magaly Segura presentó un espectáculo de breakin’ (Breakdance) en el Festival Estudiantil de las Artes (FEA), organizado por el Ministerio de Educación.

Recientemente conocí Bayron, un bailarín de breaking en Puerto Jiménez, en el sur de Costa Rica. Como estos ejemplos, hay muchísimos: Four Elements Crew en Guápiles, Team Guana en Guanacaste, la extensa escena del graffiti en San Ramón de Alajuela y la próspera escena del rap de mi tierra natal, Turrialba. El hip-hop evolucionó su concepción urbana y está presente en las zonas rurales, nutriéndose de sus realidades comunitarias, amplificando nuevas y necesarias voces.

Los tiempos que vivimos actualmente nos han mostrado la importancia de conectarnos con nuestras comunidades para gestionar las necesidades colectivas, en especial porque nos enfrentamos al mayor desafío de la humanidad: el cambio climático. El arte y la creatividad tienen un papel muy importante para desarrollar la sensibilidad que se requiere, el hip-hop es un ejemplo vivo de eso. Desde lo popular se fortalece el tejido social, con arraigo local, creciente y convergente. 

Si alguna vez practicaste alguna rama artística del hip-hop y quieres dejar tus anécdotas en este artículo, te invito a hacerlo en los comentarios. Contemos la historia entre todes.


Natasha Campos Mendez
Nakury es rapera y comunicadora de Turrialba, Costa Rica. El aprendizaje empírico del Graffiti, el Breaking y el Rap, tres de las bases fundamentales de la cultura Hip-Hop, nutren su proyecto musical. Además, es gestora cultural, conferencista y tallerista. Sus canciones se caracterizan por tener contenido cotidiano, social, pero al mismo tiempo filosófico y surreal. Nakury también es fundadora de Union Break, gestora que promueve la cultura Hip Hop. En el 2017 lanza su primer larga duración “VIA”, con el sello discográfico independiente Lácteo Cósmico. Este material ha sido presentado en Centroamérica, México, Estados Unidos, España, Alemania, Holanda, Francia, Inglaterra, Suiza y Austria. Para el 2020 publica en colaboración con el DJ y productor Barzo su más reciente producción discográfica, titulada «O». En el 2021 publica un EP titulado “Salvaje”.