Por Nina Guzmán
@ninaguzman5 @hands.on.lesco
Cuando toda la clase está obligada a utilizar cubrebocas, incluyendo profesores y profesoras, Kane queda aislado de la comunicación.
En el 2015, cuando hice mi práctica para ser maestra de preescolar, tenía ya más de un año de estar estudiando LESCO. Uno de los elementos que más me conquistaban de lo poco que había aprendido hasta el momento sobre la cultura sorda, era el uso de señas personales para identificarse. Un día, una de mis estudiantes me vio grabando una tarea de LESCO y me preguntó qué estaba haciendo. Le conté y le expliqué que mi profesor sordo me había asignado una seña para mi nombre y ella quiso saber cuál era la suya. Le dije que usualmente la seña personal nacía al conocer a alguien sordo, pero que ella podía ir pensando en algo con lo que se identificara y elegir su seña. Otras niñas y niños se fueron acercando y así fue como la curiosidad hizo que de repente un grupo de peques de 5 años estuvieran decidiendo entre sí cómo se iban a llamar.
Fue una estrategia que incorporamos luego para pasar lista en las mañanas. Unos días lo hacíamos de la manera usual y otros, usando solo las señas. Era emocionante, lindo y útil. Con los días empecé a incorporar más señas en actividades cotidianas: señas de animales para acompañar canciones, saludos y despedidas, señas para juegos de correr, saltar, detenerse.
¿Sabían que esto que estamos usando es un idioma? Que lo usan las personas sordas para comunicarse, que se pueden aprender muchas más palabras, que es importante y es divertido. Después de más o menos un mes del interés y, casi obsesión, que tuvo ese grupo con la Lengua de Señas, decidí invitar a Cali, mi amigo y socio, profesor sordo, a que visitara mi clase y conociera a las chicas y chicos. Ese día fue hermoso ver cómo de repente para ellos y ellas todo cobraba significado, porque esas señas aleatorias que habían aprendido, les estaban sirviendo para conectar y comunicarse con esa persona extranjera en el kinder. No sé si se acuerdan, pero cuando éramos peques, las visitas o la presencia de cualquier persona nueva en el aula era un acontecimiento emocionante. Imagínense si viene cargado de un super poder que de repente se adquiere: comunicarse en otro idioma.
Hoy estuvimos grabando con Kane, un niño sordo de 10 años, amante del fútbol (del Paris Saint-Germain, especialmente), de probar comida con sabores interesantes y de armar rompecabezas de 2.000 piezas para arriba. Nos contó que en su escuela una de sus compañeras le pidió que le enseñara algunas señas y pudo aprenderse unas poquitas pero luego por la pandemia ya no pudieron seguir. Kane dice que sería buenísimo que más personas en su escuela supieran comunicarse en Lengua de Señas y que realmente no le parece difícil que sus compañeros aprendan.
Desde que empezó la pandemia, comunicarse en la escuela ha sido más complicado de lo que ya es usualmente. Kane utiliza LESCO como su lengua materna, pero también puede leer labios y comunicarse oralmente. Desde pequeñito estuvo en terapia de lenguaje y tiene la ventaja de que su mamá es sorda también, así que ha tenido acceso a una educación bilingüe LESCO/Español y a un desarrollo emocional y cognitivo temprano que otros niños sordos que nacen en familias oyentes usualmente no tienen. Además de ser inteligente y curioso, Kane tiene una carga de orgullo por su identidad que lo hace brillar.
¿El problema? Que en su escuela, donde antes acostumbraba comunicarse combinando lectura labial con su voz y con algunas señas, ahora el cubrebocas le impide relacionarse como antes. Si la otra persona no sabe LESCO, él depende de ver los movimientos de la boca para poder entender cuando le hablan, incluso para notar quién habla. Cuando toda la clase está obligada a utilizar cubrebocas, incluyendo profesores y profesoras, queda aislado de la comunicación, se pierde de la información y además la socialización se complica. Decidieron que se quedará en casa, recibiendo clase individual por videollamada, pero él entiende que no es lo justo ni lo ideal, extraña compartir con otras personas y dice que sería menos frustrante si pudiera usar LESCO, no solo en la escuela, sino también afuera en restaurantes, tiendas y otros lugares que visita con su mamá y en los que sienten la barrera comunicativa.
Kane tiene razón, difícil no es. En mi experiencia como maestra me quedó clarísimo ese interés natural de las niñas y los niños para aprender señas, además de funcionar también como recurso didáctico para aulas donde no necesariamente haya estudiantes sordos. Algo que inicie como un aprendizaje básico y entretenido para un grupo, puede ser lo que haga la diferencia en el proceso educativo y el desarrollo emocional de un niño o niña sorda que esté incluida en un programa de educación regular y que se encuentre con que sus compañeros y compañeras tienen bases para poder comunicarse. Ese escenario es significativo, reconoce su identidad, su lengua y su cultura.
A la pregunta ¿Desde qué edad pueden aprender lengua de señas las niñas y los niños? Afortunadamente, desde bebés. Tanto en niñas y niños sordos, como en oyentes, la lengua de señas funciona como forma de comunicación temprana. Y en contextos educativos, desde los primeros años de preescolar, ya se puede incorporar el aprendizaje de la LESCO incluyendo la explicación de por qué es importante conocerla.
“Que todos sean felices”, fue el mensaje de Kane cuando le preguntamos qué desearía en este día para la niñez costarricense. Con 10 años, él es muy feliz, pero también entiende que la sociedad sigue teniendo un reto que no le permite en este momento ejercer sus derechos como merece. Sus habilidades y personalidad hacen que desde ahora se sienta como un joven líder en su comunidad, que solamente necesita de espacios justos e inclusivos para desarrollar su potencial completo.
Nina Guzmán, educadora.* En colaboración con Kane Navas y Melissa Pereira.