Por Jorge Vindas López
Todas estas personas centenarias, han demostrado que su estilo de vida funcionó y funciona aún. La prueba de ello es que el más joven tiene 100 años.
Desde hace poco más de dos décadas, el periodista e investigador estadounidense Dan Buettner presentó algunos lugares donde las personas vivían más años, muchos de ellos con salud envidiable, físicamente activos con poco o casi nulo deterioro cognitivo para su longeva edad. A estos lugares se les denominó Zonas Azules. Existen solamente 5 en el mundo.
Esos lugares son: la isla de Cerdeña en Italia, la isla de Okinawa en Japón, una comunidad adventista en Loma Linda California Estados Unidos, la isla de Ikaria en Grecia y la Península de Nicoya en la Provincia de Guanacaste en Costa Rica.
Como antecedentes de la Zona Azul en Costa Rica hay evidencia de escritos realizados en 1904, o sea hace 117 años, en la revista francesa Pandemonium. El artículo lo escribió Henri Pittier, un suizo que vino a Costa Rica, al que algunos llamaban “el sabio Pittier”. Recorrió Costa Rica y realizó investigaciones sobre botánica, meteorología, geografía entre otras ciencias.
Del artículo se extrae:
“¿A qué circunstancias especiales debe el Barrio de Santa Ana, situado en las colinas al norte del Valle de Nicoya, el privilegio de larga vida que ostentan sus moradores?
Nadie lo ha dicho aún. ¿Será a la composición especial de sus aguas, a la suavidad de sus aires, a la vida sobria y arreglada de aquellos (…)?
No lo sé, pero lo cierto es que en todas mis peregrinaciones por estas tierras de América no he encontrado otro rincón cuyos habitantes están bendecidos con tal abundancia de años”.
El extracto es parte de una publicación en la Revista Pandemonium. Año III, pp 5-8; N°46 pp.3-7 – Año 1904
Tomado de la Conferencia “Evidencia Estadística de la Longevidad en Nicoya”, Dr. Luis Rosero Bixby, Encuentro Mundial de Zonas Azules, Nicoya 2017..
La Zona Azul costarricense está ubicaba al norte de nuestro país, en la provincia de Guanacaste, específicamente en la Península de Nicoya. Aunque no toda la Península es Zona Azul, el área privilegiada la conforman solamente los cantones de Nicoya, Carrillo, Santa Cruz, Nandayure y Hojancha.
Otro antecedente muy importante, con evidencia científica, son varios estudios realizados en las últimas cuatro décadas por el Dr. Luis Rosero Bixby, fundador y ex director del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica. Estas investigaciones evidenciaron una región en Costa Rica donde la mortalidad era excepcionalmente más baja que el resto del país, esa área la componen los cantones de Nicoya, Carrillo, Santa Cruz, Nandayure y Hojancha, juntos conforman la Zona Azul.
¿A qué obedece esa longevidad excepcional? Posiblemente nunca lo sabremos dicen algunos investigadores de la comunidad científica. Se cree que la longevidad excepcional obedece a la suma de varios factores: un medio ambiente más limpio, como lo fue el entorno que los rodeó en su vida. Aun en la región de la Zona Azul Península de Nicoya se conserva un poco de ese sano entorno.
A lo anterior debe sumarse los genes, en la población de la Zona Azul de Costa Rica hay un factor genético fuerte de origen amerindio, pero también debemos aprender del estilo de vida de las centenarias y centenarios.
Todas estas personas longevas eran muy trabajadores, las condiciones existentes a lo largo de sus años obligaban a un estilo de vida donde había que moverse siempre, eran actividades muy físicas como lavar ropa en el río, cocinar, cuidar los animales del cerco trasero, traer agua de nacientes o del río más cercano. Les tocaba volar machete, ordeñar a veces hasta 10 vacas, usar otras herramientas como el hacha, la macana, la pala, preparar la tierra para sembrar, cultivar, cosechar, andar a caballo, entre otras actividades. Y estas tareas las desarrollaban tanto hombres como algunas mujeres.
Decía Estanislao Suárez de 103 años (qdDg): “nosotros comíamos lo que la tierra producía, sin químicos de ningún tipo”. Su alimentación fue muy natural u orgánica, basada principalmente en productos como arroz, frijoles, mucho maíz en diferentes preparaciones, –desde tortillas, rosquillas, tanelas, atoles, tamales de varios tipos, y muchos otros deliciosos productos de maíz blanco, amarillo, pujagua o congo–.
A todos estos productos deberemos agregar otros como el pipián, el chicasquil o quelite, ayote, yuca, ñame, tiquisque, productos lácteos en donde predomina la cuajada, el queso, natilla y leche; mucha variedad de frutas, de los huertos caseros y del bosque o montaña. Sumemos también huevos caseros, y carne de gallina o pollo criados en sus patios, igual que una cantidad nada despreciable de carne de cerdo, criados con maíz y otros tubérculos. A este animal le aprovechaban todo y, de hecho, su grasa se utilizó para cocinar hasta no hace mucho tiempo.
También había abundancia de carne de venado, saíno, tepezcuintle, pavas, y otros animales salvajes. De los bosques traían colmenas, su miel se consumía y la cera se utilizaba para hacer mechones envueltos en un palo y así se alumbraban. Con toda esa variedad de alimentos se preparaban guisos, sopas y otros deliciosos platillos tradicionales de la región.
Las centenarias y centenarios de Costa Rica son personas muy espirituales, de mucha fe, que siempre daban y dan gracias a Dios por todo, donde el bienestar de la familia ha sido siempre una prioridad. Son gente generosa, que aman al prójimo, gente que comparte, amistosos y sinceros.
La palabra era un contrato que se respetaba, personas que trabajaban en comunidad, sembraban sus tierras en conjunto, ayudaron a crear caminos, acueductos y escuelas en sus pequeñas comunidades. Muchos de esos pueblitos hoy distritos o comunidades muy poblados.
También eran personas alegres, se sabían divertir, era suficiente una marimba para armar un baile, donde se refrescaban con coyol u “otras bebidas espirituosas” preparadas de forma artesanal.
Decía Ana Reyneri Fonseca de 107 años (qdDg): “La educación era natural, se daba en la casa” y se complementa en la Escuela, para ir al centro educativo, muchos de los centenarios en su niñez recorrían largas distancias, unos a pie y otros a caballo, la mayoría pudieron cursar hasta tercer grado, ya que era el máximo grado que daban en las escuelas de esos pueblitos, para cursar hasta sexto grado había que ir a los centros urbanos como Nicoya, Santa Cruz o Filadelfia.
Todas estas personas centenarias, han demostrado que su estilo de vida funcionó y funciona aún. La prueba de ello es que el más joven tiene 100 años. Algunos de estos centenarios viven sin ningún tipo de enfermedad, hoy hay 53 de ellos, muchos siguen activos, alegres, con mente clara, con ganas de vivir, de levantarse mañana.
Al preguntarles qué es lo que más extrañan, o qué quisieran hacer si pudieran, su respuesta es trabajar. Les hace falta. Este es el caso de algunas centenarias como doña Carmen Moreno de 100 años, allá en Tempate de Santa Cruz. Ella sigue cocinando en su fogón de 3 hornillas, lo hace como cualquier ama de casa, o doña Dora Amparo Bustos de 103 años en San Blas de Sardinal quien sigue moliendo en la piedra y haciendo rosquillas junto a su hija Zaida.
Don Saúl Guzmán allá en Hojancha cada tarde saca dos horas para tocar su mandolina y repasa su amplio repertorio de cerca de 160 canciones. Si vamos a Oriente de Santa Bárbara de Santa Cruz nos topamos con don José Ramiro Guadamuz de 100 años en su caballo, cuando va a dejar las vacas al potrero, o visitamos a don José Bonifacio Villegas, conocido de cariño como Pachito, en el pueblo de Pochote de Quebrada Honda Nicoya, quien de vez en cuando aún a sus 104 años cabalga en su caballo.
Ellos solo son una muestra de otros longevos mayores de 100 años que continúan activos en su vida. Al igual que ellos, hubo muchos con gran fortaleza y actividad en un pasado muy cercano con los que tuve el privilegio de compartir y verlos realizar cosas asombrosas, recibir todo su cariño y bendiciones, escuchar sus historias de vida llenas de aventuras, y reírnos mucho.
Ellos son un ejemplo, un tesoro viviente, personas con un gran conocimiento y sabiduría. Le he oído decir en varias ocasiones al Dr. José Retana que ellos son “personas exitosas”.
Debemos aprender de ellos y adaptar ese conocimiento al estilo de vida que la modernidad nos da hoy, necesitamos intentar revertir o mejorar algunos hábitos, hoy hay mucho sedentarismo, poca actividad física. También se debe trabajar fuerte con las nuevas generaciones para tratar de tener una mejor calidad de vida, tenemos hoy mucha obesidad y enfermedades crónicas en gente joven, es importante difundir esas historias de vida de nuestras excepcionales personas centenarias.
Es menester preocuparnos de que cada una de estas personas tenga una buena calidad de vida y una vida digna.
Jorge es fundador de la Asociación Península de Nicoya Zona Azul.