Por Nany Morera
No hemos sido educados para disfrutar la diversidad y riqueza que los deportes brindan, pero ¿esto justifica la falta de apoyo que existe hacia los deportes no tradicionales?
Me llamo Adriana, tengo 26 años, desde que tengo quienes están a mi alrededor me llaman Nany, y mi vida ha girado en torno al deporte toda mi vida. Hace poco cumplí 20 años de practicar el mismo deporte: natación, del que me enamoré desde el día uno en un curso de verano.
Gimnasia fue el primer deporte que llegué a practicar, desde los 4 años hasta los 8 años aproximadamente. Natación llegó a mi vida para quedarse cuando apenas había cumplido los 6 años; más adelante practiqué también ajedrez, pero fue un momento muy breve de mi vida.
Mi inicio en el deporte consistió en canalizar la cantidad de energía que tenía; además, cuando me diagnosticaron ansiedad severa, practicarlo fue la recomendación primordial de mis psicólogos, antes que cualquier medicamento. Y así fue como me adentré a este mundo, sin tener idea de que realmente iba a tener la aptitud física requerida para desenvolverme en el ambiente y, además, enamorándome del agua con cloro.
Toda una carrera como atleta élite me ha abierto las puertas para conocer la realidad de nuestro deporte desde los ojos de una nadadora. Más adelante, conociendo y conviviendo con atletas de diferentes disciplinas es que se logra concebir con una visión más amplia la lucha que todxs llevamos; la falta de apoyo, y los fantasmas de promesas vacías que se hacen presentes en medio de la ilusión de conseguir alcanzar una carrera deportiva exitosa.
Lo cierto es que todo viene desde nuestra cultura. Nuestra sociedad no empatiza con la idea de ir un día al parque la Sabana y curiosear las competencias deportivas que haya presentes. Al contrario, lo más normal es pasar de lejos mirando sin intención de quedarse a observar a los atletas que llevan meses preparándose y tal vez se estén jugando la clasificación a algún evento deportivo de mayor nivel.
No hemos sido educados para disfrutar la diversidad y riqueza que los deportes brindan, por lo que ignoramos la cantidad de complejidades que implica cada uno y elegancia que puede ofrecer un gran espectáculo para sus observadores.
También es necesario comprender que realizar un deporte puede llegar a ser una cuestión de privilegios. No todas las personas tienen acceso a poder costear los implementos que cada deporte requiere para su práctica y competencia.
¿Por qué el fútbol es el deporte que más atención tiene? Fácil, además de ser un deporte donde gira mucho dinero desde su Federación Internacional; todas las personas de este pedacito de tierra tenemos acceso a parques públicos o plazas cercanas a nuestras casas.
Es más accesible comprar un balón con el que pueden jugar varios niñxs, que comprar una bicicleta, o trasladarse a la piscina más cercana, además de todos los implementos deportivos para practicarlos.
Esto es algo que logré comprender cuando me gradué como educadora física; pero, ¿esto justifica la falta de apoyo que existe hacia los deportes no tradicionales? No.
Existen muchos atletas con un talento tan grande en cada una de sus disciplinas, pero que cuentan con pocos recursos para poder costear lo que significa ser atleta de un deporte no tradicional.
Lo cierto es que, desde mi experiencia y de otros atletas, ser seleccionado nacional significa costear mes a mes mensualidades y pagos de entrenadores, costear en gran parte, nuestros propios viajes con la selección, pagar también nuestro propio entrenador, pagar camisetas y uniformes.
También hay que tomar en cuenta todo lo que implica llegar hasta la selección: costear los torneos clasificatorios de alto nivel, costear un traje de competir de más de $500, más la alimentación y suplementación de todo el proceso, terapia física, médicos, y en el mejor de los casos un psicólogo deportivo; porque es necesario hacer el recordatorio que no dejamos de ser seres humanos dependiendo de nuestro resultado deportivo.
Se buscan opciones de patrocinios y ayudas para poder conllevar estos gastos y más, pero las puertas frecuentemente están cerradas. Para bien, la popularidad de practicar diversos deportes se ha elevado en Costa Rica, pero esto abre paso a que se venda más la imagen de un atleta amateur, o recreativo, por la cantidad de seguidores en redes sociales; que apoyar a quienes de verdad tienen que balancear vida de estudio, trabajo en muchos casos, y deporte, para salir a representar a nuestro país.
Las personas reconocen como “atletas élite” a influencers que viven de su propia imagen; y no a los atletas que entrenan en polideportivos, con pocos recursos que tienen el sueño de entonar el Himno Nacional en competencias internacionales, que en muchos casos los contrincantes son personas con mejores condiciones en las que se incluyen hasta instalaciones deportivas de mayor nivel.
Pero sí son estas personas las primeras en escribir detrás de una pantalla sus brillantes críticas poco constructivas cuando un atleta no gana una medalla en Juegos Olímpicos, aun cuando desconocen cuál fue el proceso del mismo atleta para lograr clasificar.
Hay mucha tela que cortar en este tema; lo importante es empezar a dar pequeños pasos como por ejemplo, la gran mayoría de eventos y/o competencias deportivas son abiertas al público y totalmente gratuitos, Apoyemos a los atletas desde redes sociales y fuera de ellas, para poder darles más visibilidad y poder abrir puertas a ayudas que puedan favorecer a un proceso deportivo íntegro.