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¿Consumimos redes sociales o las redes nos consumen?

Por Adriana Gutiérrez Camacho

@adrigu31 @metamentalcr

Las redes sociales nos permiten acceder a todo lo que podamos (o no) imaginar, y es precisamente esa avalancha de contenidos lo que hace que el uso de estas plataformas se vuelva agotador mentalmente.

8h promedio de screen-time diario”. Mi celular diariamente me recuerda que la vida muchas veces se me va en notificaciones y mensajes. ¿Por qué será que me siento tan drenada después de revisar Instagram? ¿Por qué un tuit tiene tanta facilidad de enojarme y frustrarme? ¿Por qué me siento culpable cuando me molesta el contenido que publica un ser querido?

Siempre he pensado que hay algo de masoquismo en tener redes sociales. La mayor parte del tiempo no somos conscientes del contenido que consumimos directa o indirectamente, ni de los efectos negativos solapados que esto genera en nuestra salud mental. Pese a obtener ciertos beneficios de estas plataformas, como entretenimiento y educación, esto suele ir acompañado de una sobreexposición simultánea a estímulos negativos como noticias trágicas, información preocupante, fake news o contenido vacío.

Esto se ha vuelto parte de nuestra cotidianidad y lo hemos normalizado. Normalizamos consumir discusiones de desconocidos en Twitter, nos exaltamos fácilmente con un comentario, o nos abstenemos de silenciar o eliminar contenido que no nutre porque “es una respuesta inmadura”, especialmente cuando dicho contenido proviene de seres queridos, lo cual lo hace aún más inaceptable. Las redes sociales nos permiten acceder a todo lo que podamos (o no) imaginar, y es precisamente esa avalancha de contenidos lo que hace que el uso de estas plataformas se vuelva agotador mentalmente.

Lo anterior tiene un fundamento fisiológico, si queremos analizarlo desde ahí. Diariamente nuestro cerebro capta una infinidad de estímulos de los cuales no somos conscientes, ya que este órgano tiene la capacidad de cancelar o ignorar información que no resulta útil para el momento, y es por esa razón por la que olvidamos gran parte de lo que vemos y pensamos todos los días. Sin embargo, mucho de lo que vemos en redes sociales nos genera una respuesta emocional fuerte, y es por eso que nuestro cerebro la integra en la memoria, ya que recuerda con mayor facilidad aquella información que se encuentra altamente cargada a nivel emocional.

El desgaste mental por redes sociales es real. La ciencia ha demostrado muchas consecuencias de estas plataformas en la salud mental. Entre tantos otros hallazgos nos ha enseñado que el uso problemático de plataformas como Instagram se asocia con mayores niveles de insatisfacción corporal, depresión y ansiedad; así como que el consumo de contenido de selfies empeora la percepción de imagen corporal y atracción física; y que la preocupación por recibir likes refuerza una serie de discrepancias entre el yo real y el yo ideal, pudiendo fomentar el desarrollo de trastornos de ansiedad.

Utilizar redes sociales es más cansado ahora. En realidad, creo que ahora todo lo es. Si antes se volvía una tarea compleja utilizar redes sociales frente a tanta información y malas noticias, con la pandemia por Covid-19 se ha vuelto insostenible para muchas personas. La virtualidad es nuestra mejor amiga ahora, se ha vuelto una necesidad para trabajar o estudiar.

Hoy en día lo único que sabemos de muchos seres queridos es lo que vemos en un story o en una foto, y es la ausencia de interacciones y espacios presenciales lo que nos ha limitado a interactuar y a conformarnos únicamente con lo que vemos en una pantallla.

La pandemia por Covid-19 ha vislumbrado un contraste de realidades muy fuerte, y ha hecho del uso de redes sociales una experiencia vicaria para muchas personas. Esto quiere decir que desarrollamos una respuesta emocional fuerte frente a experiencias dolorosas de otras personas y las integramos en nuestra vida como si fueran propias. Dicho proceso puede hacernos daño por la sobreexposición a este tipo de sucesos, pero también puede despertar otro tipo de respuestas positivas, como la empatía y altruismo.

No todo es malo, pero los efectos negativos de las redes sociales en la salud mental lamentablemente predominan. Todo esto debería alarmarnos y hacernos cuestionar la manera en que consumimos contenido; pero la pregunta es: ¿realmente parece importarnos? Una vez que conocemos toda esta información, ¿vamos a reflexionar y limitar nuestro consumo de redes sociales?

Desde el lado más conductista de la Psicología, se dice que al cambiar los estímulos que recibimos y el ambiente en el que nos situamos, la conducta también cambia. En otras palabras, si comenzamos a filtrar el contenido que consumimos en redes sociales y a reducir el tiempo que les dedicamos, podemos disminuir el desgaste emocional que nos generan constantemente.

Como siempre he pensado, el autocuidado no se reduce únicamente a hacer ejercicio, comer rico y descansar. Hay mucha banalidad con este concepto. Lo cierto es que el autocuidado es subjetivo y se transforma todo el tiempo, y que cada persona encuentra lo que mayor bienestar le genere.

El autocuidado también es establecer límites y ser conscientes de las situaciones, personas o factores que nos generan malestar para poder cambiarlo. También es limitar el contenido que vemos en redes, lo que no nutre, lo que produce más disgusto que bienestar.  Si las redes sociales nos hacen sentir ansiedad, tristeza y enojo, o nos dejan una sensación de drenaje emocional, es necesario establecer una pausa de autocuidado y aprender a identificar cuando el contenido que consumimos sobrepasa nuestra capacidad de afrontamiento.

Nadie más que yo misma puede hacer algo por mi autocuidado. Me recuerdo constantemente la importancia de reconocer y escuchar las respuestas que mi cuerpo expresa al utilizar estas plataformas, y de encontrar espacios virtuales y contenido que me entretenga, que me informe, que no me dañe… que me nutra realmente.

No podemos perder de vista que lo virtual se puede transformar fácilmente en lo real sin darnos cuenta. 


No logro quedarme callada. Me gusta defender la verdad y lo que me parece justo. Soy bachiller en Psicología. Cuando sea licenciada, de fijo voy a hablar el triple.