Columna

A favor de las sopitas y la salud mental

30Por Larissa Soto

Aunque se ha dicho que las comfort foods son comidas altas en calorías, no siempre es el caso. Su efecto se relaciona más con las cualidades oral-somatosensoriales: el papel del tacto, olfato y gusto para generarnos emociones de calma, seguridad y recompensa.

Algunas veces parte de lo que necesito para acomodarme el mundo es ir donde mami a comer sopita.

La “comida reconfortante”, o comfort food es esa que nos ofrece algún tipo de consuelo psicológico, específicamente emocional. Ya sé, para mí son ciertas sopas, pero para vos pueden ser los helados, algún postre. Cualquier platillo que te calme y te evoque buenos momentos del pasado.

Ya había hecho un resumen sobre la ciencia detrás de estas comidas y hubo un rasgo particular que me quedó dando vueltas. Y es que una vez que reconocemos cuáles son, podemos usarlas como un recurso más para cuidar nuestra salud mental.

Se sabe que la comida apetecible puede proporcionar comodidad específicamente para los consumidores emocionales. Y sí, todas las personas implicamos la emoción en la alimentación, pero me refiero concretamente a cuando comemos como estrategia de regulación de las emociones. 

Es más probable que los beneficios los experimenten aquellas personas a quienes este consumo les trae asociaciones positivas de interacción social temprana, usualmente de la infancia o momentos en familia. En mi caso, ciertas sopitas me hacen sentir protegida: no hay sabores sorpresa, alguien cuida de mí y todo va a estar bien.

Qué es lo que se considera alimentos reconfortantes tiende a variar mucho entre individuos y culturas. Inclusive se han documentado particularidades según género y edad. Lo recomiendo como tema de conversación porque la gente disfruta compartir buenos recuerdos alrededor de la comida.

Aunque se ha dicho que las comfort foods son comidas altas en calorías, no siempre es el caso. Su efecto se relaciona más con las cualidades oral-somatosensoriales: el papel del tacto, olfato y gusto para generarnos emociones de calma, seguridad y recompensa. 

La evidencia aún no es suficiente para establecer todos los mecanismos neuropsicológicos que están detrás, pero se puede decir que no es que mejora el estado de ánimo como tal. En realidad, actúa aliviando el aislamiento social, disminuyendo la amenaza sobre nuestro sentido de pertenencia.

De ahí que, en este contexto de aislamiento, cambios, angustias e incertidumbres, nos puede servir mucho identificar nuestras comidas reconfortantes y hacernos conscientes de lo que nos evocan, para que cuando estemos consumiéndolas no sea en modo automático ni compulsivo. 

Al contrario, explorando su valor cultural, nutricional y personal, podemos aprovechar nuestra comfort food conscientemente, ojalá en el marco de un proceso terapéutico, con la claridad de que la comida no sustituye, sino que constituye también un proceso de sanación integral.