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​​Subirle la barra a la vida. Mi lucha por bajar de peso.

Por Saúl Buzeta

Se imponía un cateterismo. Para los médicos eso es fontanería básica, pero para uno es la diferencia entre la vida y la muerte.

No crea usted que esta es una apología de las dietas o un intento por convertirle a una secta alimenticia. Es mi lucha diaria por vivir mejor.

Un domingo en Ciudad Quesada salí a caminar para bajar la culpa de haberme pegado una atracada de Kryptonita (pizza) marca cañón. Subí hacia el parque en un ejercicio que era un acto de hipocresía por la distancia que me propuse y por el ritmo que llevaba.

Al llegar al parque empecé a sentir un dolor que me paralizaba el brazo y subía hasta la mandíbula. Fue algo espantoso que reviviría un par de días después en otra cuesta. El susto me llevó directo al cardiólogo.

Después de los exámenes de rigor concluyó que, aunque no tuve un infarto, la pelota pasó rozando el ángulo superior izquierdo y que, por tanto, se imponía un cateterismo.

Para los médicos eso es fontanería básica, pero para uno es la diferencia entre la vida y la muerte.

Después de una intervención exitosa, el mensaje del médico fue claro: ejercicio, modificar la dieta y bajar de peso para mantener niveles de colesterol y triglicéridos dentro de rangos humanos y no porcinos, como los que yo tenía.

Me costó retomar el ejercicio, pero poco a poco pasé de caminar 20 minutos al día hasta llegar a hora y media. Es algo que hago religiosamente todos los días. Si llueve, encontré un canal de YouTube para caminar dentro de la casa.

La parte que me ha costado un Perú, es cambiar la dieta. Gracias a mi esposa (y a la nutricionista) he ido aprendiendo a descartar algunos alimentos y a comer ensaladas en cantidades astronómicas.

Así, en el lapso de dos años perdí más de 10 kilos (mayoritariamente grasa) y desde hace tres años peleo todos los días por alcanzar una meta de peso y grasa corporal que se escapan cuando tropiezo con el exceso de helados y de carne.

Y así, en esa dialéctica entre la grasa y la verdura, le subo la barra a la vida, dándome la oportunidad de comer mejor cada día.