Si subimos la barra, ya sea por exigencia, por necesidad o por insistencia, no tenemos por qué bajarla más adelante.
Probablemente, el titular de este boletín no tenga un sentido estrictamente científico, pero por favor démosle un poco de crédito. De verdad tiene algo de cierto si nos permitimos darle un poco la vuelta.
En esta ocasión hablamos de aumentar los estándares, de subir la barra. Nos referimos a mejorar lo que alguna vez pensamos que ya estaba bien, o a lo que finalmente decidimos prestarle atención.
Nos basamos en esa frase vieja conocida de “levantar la barra” para reflexionar en todo lo que podríamos incrementar: nuestra atención en algo, nuestra preocupación, nuestra ocupación, nuestra dedicación o la misma disposición para hacerlo.
La capacidad para convertirnos en una mejor versión de nosotrxs mismxs no se da por sentada. La tenemos, de eso no hay duda, pero no se valida sola. No se convierte en más que una noción si no damos los pasos necesarios para convertirla en una realidad.
Si subimos la barra, ya sea por exigencia, por necesidad o por insistencia, no tenemos por qué bajarla más adelante. Que se mantenga ahí es producto de más trabajo.
Por medio de prácticas personales, percepciones tras alguna experiencia u observaciones del entorno, esa barra puede subir y seguir subiendo. Los textos incluidos en esta edición se centran en este aspecto, recordando la oportunidad que está en nuestras manos y que muchas veces olvidamos verla así.
En esta edición:
Lecciones de una mejor versión | Por Bernal Fonseca
Subirle la barra a la vida. Mi lucha por bajar de peso | Por Saúl Buzeta
Solidaridad, pero no selectiva | Por Elizabeth Khora
Las barras que levanto | Por Diana Zuleta
El reto ciudadano de ser una mejor opinión pública | Por Irene Fariña
COLUMNA: ABECEDARIO de PLANTCARE (De la M hasta el Zarcillo) | Por María José Callejas
