Por María Solera Guevara
@maryjoballet
El cerebro humano nunca deja de aprender y, por si no lo sabían, el ballet es un súper ejercicio mental.
El ballet ha sido parte de mi vida desde hace más de 25 años. A lo largo de mi carrera como bailarina y profesora, siempre me ha llamado la atención la cantidad de gente que se acerca y me dice: ¡qué lindo el ballet!; ¡es mi sueño frustrado!; ¡siempre quise aprender!
A estas personas, siempre les he respondido: pero, ¿si tenés tantas ganas de aprender, por qué no vas a clases? Inmediatamente puedo ver algo de ilusión en sus rostros, pero en cuestión de segundos esa luz se desvanece.
La mayoría de personas, cuando piensan en ballet, se imaginan a una mujer esbelta, utilizando un tutú o ropa muy ajustada, realizando giros y saltos. Visualizan movimientos delicados combinados con fuerza y flexibilidad. Ven un ideal, algo que no podrían llegar a alcanzar. Pero ¿quién dice que no se puede lograr?
Qué complicados somos los seres humanos; nos privamos de tantas experiencias por miedo a intentarlo. Cualquier disciplina tiene diferentes niveles; desde principiante hasta profesional. Está bien ser un principiante, está bien querer aprender algo que siempre se ha querido hacer y está bien hacerlo solo porque da felicidad, porque llena y alienta; esto está bien.
Poco a poco comencé a salir los domingos; eran paseos cortos, pero disfrutados ampliamente. Me acordé de lo feliz que me hacía sentir pedalear y entendí que yo, claramente, no me iba a dedicar al ciclismo; es más, nunca fue mi sueño, solo lo hacía por disfrute personal. Ahora lo hago porque comparto con mi familia, me permite ponerme a prueba y porque me hace muy feliz.
Claro, probablemente ustedes deben estar pensando que es más fácil hacer ciclismo, que yo ya sabía andar en bici desde pequeña, que era solo retomarla. Pues probablemente sí, pero había algo en mi mente que no me permitía dar el primer paso: miedo. Esto es lo que generalmente sucede cuando se quiere probar algo nuevo, cuando se desea aprender ballet.
También están las personas que no llegan a hacer una clase de danza clásica por el estereotipo de la bailarina delgada. La gente siempre dice; yo con este cuerpo no podría bailar. Si vemos a los bailarines y bailarinas de las compañías profesionales, son personas con cuerpos moldeados, pero se nos olvida que ellos tienen toda su vida de estar bailando y entrenando para bailar y que, en promedio, hacen 5 horas de ejercicio diarios. Obviamente llegan a adquirir tales cuerpos. Nos cuesta entender otras realidades y, lamentablemente, tendemos a compararnos con estas. En la misma línea, lamentablemente la sociedad nos impone supuestos parámetros de belleza, los cuales tienden a inhibirnos, y a no siempre, aceptarnos físicamente.
El cuerpo humano es maravilloso y agradece el ejercicio. No importa qué tipo de cuerpo tengamos, esto no es un impedimento para aprender danza clásica. El desarrollo muscular necesario se irá adquiriendo, así como también la respectiva flexibilidad. Hay que ser dedicado y constante, pero los resultados se verán.
Otra razón que les impide a muchas personas aprender a bailar, es la percepción del peso de la edad, el famoso: ¡yo ya estoy muy viejo o vieja para eso! La edad es sólo un número, pero la mente y espíritu podrán mantenerse jóvenes por siempre. El cerebro humano nunca deja de aprender y, por si no lo sabían, el ballet es un súper ejercicio mental. Imagínense en sólo un ejercicio tener que pensar en coordinar brazos y piernas, aprenderse una secuencia de movimientos, realizar estos movimientos al ritmo de la música, utilizar la fuerza y flexibilidad al mismo tiempo, todo mientras uno se ve delicado. Buen ejercicio mental, ¿verdad?, y eso es solo uno de los varios ejercicios. Dependiendo del nivel, se realizan entre 15 y 20 ejercicios diferentes por clase. Las conexiones neurológicas que realizamos a la hora de ejecutar los diversos pasos técnicos benefician nuestro cerebro; además, liberamos la famosa hormona de la felicidad: la serotonina.
Bailar beneficia nuestro cuerpo a nivel físico y mental, y son muchísimos los beneficios que nos proporciona el hacer la clase de danza clásica, pero para llegar a experimentarlos, primero tenemos que dejar de lado todas las excusas y empezar a bailar. ¿Se atreven?