Por Mariana Carazo
@developing.minds
Rescatando el juego en la infancia como una pedagogía viva para un óptimo desarrollo del niño.
Vivimos en un mundo muy diferente al que crecimos. Nuestros hijos nacieron con tecnología a su alcance: televisión o televisiones en el hogar, tabletas, celulares. Sus tiempos de pantalla aumentan y son pocas las personas que nos informamos acerca de su impacto en el desarrollo. El juego lentamente desaparece. Los niños dejan de jugar o no saben jugar. Prefieren la tecnología que armar con bloques o pintar. Esta conveniencia permite que los adultos tengan más tiempo “libre” o bien para sus necesidades mientras los niños están conectados a las pantallas.
Las escuelas de pronto pasaron a ser ”buenísimas” al ofrecer una tableta o computadora por niño o por su cantidad de programas académicos. Los niños usan tecnología desde temprana edad en la escuela, los libros y hojas de trabajo dominan y los bultos llenos de tareas predominan. La sociedad compara, exige y mide ante estas demandas.
¿De dónde sacamos esto? ¿Por qué de un momento a otro llegamos a estas conclusiones y planteamos estas métricas? ¡ALTO! Es momento de detenernos y pensar. Llegamos a un momento en donde la tecnología no es novedad, en donde podemos comparar, evaluar y medir beneficios de nuestras prácticas. Ese ”poquito de tiempo de pantalla que ven” SÍ importa y SÍ afecta.
Los niños NO necesitan tiempos de pantalla, estudios científicos lo han comprobado. Su uso ilimitado afecta su óptimo desarrollo e impacta su salud mental. Los daños son irremediables. Los niños necesitan afecto, cariño y JUGAR. Necesitan entretenerse, inventar, crear y hasta aburrirse. Tampoco necesitan exceso de juguetes o juguetes no un solo uso. Necesitan juguetes que les permitan desarrollar su imaginación. Necesitan nutrir y cultivar sus intereses.
Nosotros como padres de familia tenemos como responsabilidad brindar estas oportunidades, cultivarlas y promoverlas. No es nuestro trabajo jugar siempre con ellos, es brindarle los espacios. Sí tenemos como responsabilidad informarnos, supervisar su juego y tiempos de pantalla.
El juego es el trabajo del niño y lo ha sido siempre. El niño aprende jugando y esto no es novedad. ¿Qué quiere decir esto? Los educadores debemos incluir el juego como nuestra mayor práctica docente, algo que cada vez se ve menos y menos en las aulas. El juego es bien visto en edad preescolar, luego de esto el niño ”se hace grande” y entra a primer grado en donde el juego se limita al recreo ”ya que hay mucho contenido académico que cubrir”. No nos damos cuenta que tanto el contenido académico como el juego pueden ir de la mano, logrando desarrollar las necesidades del niño a plenitud A LO LARGO DE LA INFANCIA, no solo limitado a la edad preescolar.
¿Qué requiere esto para ser una realidad? Los centros educativos deben repensar sus sistemas educativos. Poner en primer plano el desarrollo integral del niño, y al mismo tiempo lograr excelencia académica. Muchas prácticas y metodologías están obsoletas. Se cumplen por tradiciones o porque así lo han hecho por años. Hay mucho sistema cómodo. Mucho sistema funcional pero no necesariamente apropiado.
Con esta lectura breve les invito a analizar:
- ¿Qué oportunidades de juego brinda a sus hijos?
- ¿Invierten en calidad versus cantidad? … esto no necesariamente aplicado a costos monetarios.
- ¿Qué expectativas tienen acerca del centro educativo de su elección?
- ¿Qué busca para sus hijos a largo plazo?
- ¿Qué implica una infancia sana?
Evaluamos nuestras prácticas, nuestras costumbres. Simplifiquémonos. Menos es más. Luchemos por más juego y más salud mental y desarrollo integral de nuestros hijos. Es el mejor regalo que les podemos dar para la vida.
Mariana es educadora de profesión. Cuenta con formación en educación preescolar y una Maestría en Currículum con énfasis en niños talentosos. Su experiencia consta de 19 años tanto en trabajo de aula como en desarrollo de currículum con prestigiosas empresas internacionales.