Marianne Hütt
@thescienseofspirit
Neuroanatomía 101
La base para comprender cómo funciona el cerebro es visualizándolo como una gran red de conexiones. A dicha red le llamamos “sistema nervioso”, que está compuesto del cerebro, la médula espinal, y los nervios que se extienden a lo largo de nuestro cuerpo. Su función es hacer relevo bidireccional de información sensorial y motora entre nuestros órganos y el resto del cuerpo. El sistema nervioso está compuesto de células de varios tipos, entre estas las neuronas.
El centro de comando de nuestro sistema nervioso, es el cerebro, que está compuesto por cientos de millones de neuronas interconectadas. Algunas de ellas tienen funciones más definidas y especializadas, mientras que otras son más jóvenes y están aún definiendo sus conexiones de manera más permanente.
Anatómicamente, el cerebro se divide en estructuras ubicadas en diferentes niveles de profundidad. La corteza cerebral, que es la parte más externa, se divide en cuatro lóbulos (occipital, parietal, temporal, y frontal), y más hacia el centro encontramos otras estructuras, como el hipocampo, que es el centro de almacenamiento de memorias. En la corteza cerebral, existen grupos de neuronas con funciones semejantes que se organizan físicamente en la misma área y dan origen a zonas especializadas, como el área de Wernicke, relacionada con la comprensión de las palabras. La división de áreas de la corteza cerebral según sus funciones lo descubrió un científico llamado Korbinian Brodmann en 1909 y por eso se usa el nombre de las “áreas de Brodmann” para describir dicho fenómeno. (Para conocer más acerca de la distribución funcional del cerebro pueden hacer click aquí.)
Este microcurso de neuroanatomía es necesario para entender a qué nos referimos cuando hablamos de grupos neuronales específicos, como por ejemplo las neuronas espejo, el tema central de este artículo. Sin embargo, hay un microcurso adicional previo a entrar en detalle que les quiero compartir, y es el tema de formación de memorias.
Formación de memorias 101
Las conexiones entre neuronas se forman cuando dos o más neuronas son activadas al mismo tiempo. Este descubrimiento se convirtió en una de las premisas de la ciencia del cerebro, conocida como el postulado de Hebb, muchas veces sobresimplificado como “las células que se activan juntas, permanecerán conectadas“.
El postulado nos dice que, cuando dos estímulos sensoriales activan sus respectivas neuronas de forma simultánea, se generan conexiones entre las neuronas activadas. Puede ocurrir, por ejemplo, con una imagen visual y un olor, sonido, sabor, o sensación.
Esta conexión puede desaparecer o mantenerse de tal forma que, cuando una se vuelva a activar, “encienda” toda la red de neuronas conectadas a ella. Por esta razón, cuando pensamos en una rosa podemos recordar cómo se ve, cómo huele, y cómo se siente un pinchazo de una espina, por ejemplo.
Adicionalmente, la conexión entre las neuronas se puede potenciar con repetición o también cuando le sumamos un componente emocional. Siguiendo con el ejemplo de la rosa, con sensaciones bonitas si alguien nos ha obsequiado rosas. Estas neuronas conectadas, pueden ser numerosas y sumarse para formar una red de conexiones que terminan codificando lo que conocemos como una memoria.
Imaginen por ejemplo, cuando vivimos eventos similares de forma repetida y con componentes emocionales, lo consolidadas que se vuelven las conexiones de esa red. De tanto reforzar nuestra memorias, se llegan a convertir en creencias. En resumen, las conexiones son asociaciones aprendidas a través de nuestras experiencias, una idea clave para la vida, pues el aprendizaje en general se fundamenta en el mismo concepto.
Por eso existen ciertos eventos que nos hacen leer una situación de forma sesgada por nuestras propias experiencias del pasado. Podemos experimentar situaciones nuevas que, al compartir ciertos elementos sensoriales con memorias de nuestro pasado, nos detonan una asociación entre estímulos. Por ejemplo, la memoria de susto y miedo de aquella vez que nos asaltaron y que, ahora, nos anticipa que caminar de noche a oscuras es peligroso.
Neuronas espejo
Ahora sí, hablemos de las neuronas espejo, también conocidas como la base biológica de la empatía. Se les llama espejo porque son las encargadas de hacer “espejo interno” de algo que vemos suceder “afuera”. Más específicamente, se encargan de instruir a nuestro sistema nervioso de replicar internamente el proceso de aquello que experimenta alguien más.
Se descubrieron durante experimentos con monos, donde se observó que había un grupo de neuronas que se activaban tanto cuando el mono hacia una acción y como cuando veía a otro hacer esa misma acción (Cisek & Kalaska, 2004; Fogassi et al., 2005)
Su propósito evolucionario es ayudarnos a entender las acciones de otros, para así determinar una respuesta o reacción adecuada a nuestro entorno o situación.
Cuando vemos a alguien experimentar algo que hemos vivido, las memorias propias asociadas a ese evento o acción que vemos en otro se vuelven disponibles. Por ejemplo, cuando vemos a alguien tropezar y caer, nos imaginamos lo que sentimos física de dolor cuando eso nos pasó.
No obstante, sentir empatía no solo proviene de haber experimentado situaciones similares, (i.e. dolor físico al ver a alguien caer) a lo cual llamaremos la empatía biológica, sino que también podemos abrirnos a experimentar la empatía emocional. Esta no se trata de hacer espejo a partir de la situación exacta que el otro vive; se trata de intentar empatizar con alguien a partir de la emoción que la otra persona experimenta. Este es un lugar mucho más amplio desde el cual podemos elegir practicar empatía pues nos permite trascender las situaciones específicas que a veces nos tientan a juzgar a otros desde “lo que yo hubiera hecho en su lugar” (el slippery slope de la empatía).
Un ejemplo de esto puede ser cuando alguien nos comparte que siente vergüenza, abrirnos a la posibilidad de ofrecerle empatía sin entrar en detalle o argumento de si la situación vivida debería o no de generarle vergüenza. En su lugar, podemos conectarnos con nuestra propia referencia de vergüenza y desde ahí podemos decir: “sé lo incómodo que se siente experimentar vergüenza, estoy aquí para escucharte.”
Finalmente, es importantísimo y de paso, muy profundo, comprender que la única condición para que las neuronas espejo se activen es que, aquello que vemos afuera, —acción o emoción— debe de existir codificado en algún lugar de nuestro cerebro previamente. Es decir, lo tenemos que conocer para luego poder reconocer. Por eso, artistas, profesionales de la salud, abogados, chefs, diseñadores: si queremos abrirnos a sentir mayor empatía como un eje creativo y de desarrollo profesional, la única forma de lograrlo es abriéndonos a experimentar nuevas vivencias y permitiéndonos sentir nuestras emociones.
Hola soy Marianne, neurocientífica, oncóloga y mujer de negocios. Por muchos años me dediqué a la investigación y desarrollo de terapias contra el cáncer y ahora me dedico a desarrollar proyectos de alto impacto de salud en la región. Soy una persona emocionalmente sensible y apasionada por conectar con mi lado más nerd para comunicar ciencia.