Arturo Pardo, Cultura, Editorial, Poesía

Entrevista con Pablo Narval: Balada de un hombre con sida

El libro lo escribí entre camas de hospitales, enfermedades y momentos de lucidez. Fue una experiencia catártica, porque la poesía me ayudaba a liberarme.

Por Arturo Pardo 

Balada de un hombre con sida le ha dado dos premios a su autor, Pablo Narval. El poeta ganó el premio Eunice Odio (2022) y recientemente recibió el reconocimiento del Premio Aquileo J. Echeverría, en los Premios Nacionales de Cultura. Para el primero de estos premios, publicado por Editorial Costa Rica, Ronald Campos escribió: “La palabra poética de Pablo Narval se liga a la tendencia rehumanizante que se propone denegar los discursos hegemónicos y violentos con que el habitus sidafóbico sujeta y castiga al otro”.

En esta entrevista para el Good Feed, Narval cuenta sobre el trasfondo del libro, así como el propósito de su poemario. Balada de un hombre con sida puede conseguirse directamente en la editorial Costa Rica, en los formatos digital y en físico, así como en la Librería Internacional.

¿Qué significa el hecho de que Balada de un hombre con sida haya recibido dos premios?

Los premios son importantes porque le dan una apertura al libro para que llegue a más lugares. Es una manera de que el libro no se quede solito, sino que da la oportunidad de que llegue a más personas. Por la temática del libro, bastante social y humana, es importante que reciba un premio y pues a uno como escritor también le ayuda.

¿Cómo fue la conceptualización del libro?

Todo empezó siete u ocho años atrás, cuando me dio un cuadro de tuberculosis. Al ser una persona con VIH+ uno es más propenso a enfermedades oportunistas. En ese momento, empecé a escribir unos poemas y a darle forma al libro a través de acontecimientos durante este periodo oscuro de mi vida, que me mandó al hospital en varias ocasiones.

Lo fui construyendo a través de varias experiencias. Cuando una persona tiene VIH, a uno le da más miedo decirlo. El libro habla del contexto de todo lo que tuve que pasar, las experiencias existenciales, el dolor, el sufrimiento, pero sin hacerse uno la víctima, sino como el proceso de reconstrucción. Fue una forma de reivindicación. Lo escribí entre camas de hospitales, enfermedades y momentos de lucidez. Fue una experiencia catártica, porque la poesía me ayudaba a liberarme.

Es su quinto libro, ¿el tema del VIH lo había tocado anteriormente?

En mi segundo libro lo toqué en un poema, pero disfrazado, no lo decía completamente. Uno tenía esa estigmatización. En este libro finalmente me salí del closet; fue como decirle al mundo que tenía VIH. Hay muchas personas con esta misma condición, y busco alentarlos.

¿Es la poesía una buena herramienta para rehumanizar y quitar estigmas?

El arte tiene una misión humana y la poesía es aún más humana, pues significa entregarse completamente a la palabra. En el libro siento que no solo hablo yo, sino que hablan muchas personas. Cuando yo lo escribí, no sabía la dimensión que tendría el libro. El libro me traspasaba, al final no solo se trata de mí, sino de miles de personas y siento que se van a sentir alentadas. Abarco temas del dolor, sufrimiento y esperanza, y todas las personas hemos pasado por esos procesos en algún momento. Siento que es poesía universal, que puede llegar a todos los corazones. El libro logra su objetivo de llegar a todas sus personas.

Creo que mi proyecto, a posteriori, servirá para ayudar a personas a que sigan adelante, que tengan una esperanza de vida y que no se echen a morir. Este libro es un proceso de autoayuda y de ayuda a los demás.

¿Cómo catalogaría su estilo?

Me caracteriza ser muy transparente; no oculto nada. A como soy en el libro, así soy en la vida real. Es una poesía muy confesional, también hay unos poemas muy románticos, y también soy romántico, así como soy muy humano; me gusta ayudar a las personas. Todo lo que soy está en este libro más que en los anteriores. Es como un espejo, el que ve este libro está viendo mi reflejo.

A continuación, El largo viaje, de Pablo Narval

El largo viaje

El dolor es la manera exacta de decir “siempre”

y dejar sobre los labios

el nunca de los seres que lo contienen.

Quiero acostarme sobre una calle de piedras talladas

con los nombres que el dolor ha poseído,

y mirar hacia el cielo

y ver el reflejo de esa calle que se abre

ante una mano de nubes que la engulle.

El dolor es una barca en la tempestad,

un rayo que cae de súbito

y nos deja atónitos,

pero sumamente conmovidos.

 

El hambre de su luz recorre mi cuerpo,

deja un dolor que es presa del tiempo,

un tiempo que gira en la estrella que muere

y suelta su luz en todo su espacio.

Cuando el dolor llega al cuerpo

la resurrección debe ser al instante;

la trasmutación de su noche

no la debes contener.

Libérate de ser víctima de su sombra

y de ser desde tu centro la hoja de su nada.

Nada, absolutamente nada, te disminuye

cuando el dolor te inventa en su copa de vacíos;

solo estás brindando con él la póstuma lágrima

que te ha dejado la vida.

El dolor nunca nos acompaña por debajo de la tierra,

pero a veces nos descarna

cuando olvidamos trascender nuestro espejo.

Tenemos que ir más allá del dolor,

ser fieles a él,

ser iguales en él,

y absorber su misterio

como en la palabra de Dios.