Cultura

Nuestras canciones las cantaban otros

“Nadie me ha presionado ni me siento presionado a mostrar mi identidad de género ni sexual a la hora de expresarme artísticamente”

Por Carlox Soto [ él ] @carloxnecio
Arte: Sofía Padilla [ ella] @sspadilla

Los últimos 10 años han sido de gran avance para la visibilidad queer en la música. Nuestras historias las contaban otros. Éramos la nota al pie de página, el plot twist de “El gran varón”, el saldo sin considerar del tercermundismo. Pero la comunicación por Internet lo cambió todo. Tecleamos y buscamos por horas puntos en común, gente parecida y sí, música que nos hablara, que nos tocara, que reflejara lo que ya sabíamos y que nos enseñara lo que no sabíamos que podíamos ser.

Esa ha sido la motivación de una nueva generación de compositorxs que inspirados por múltiples avenidas han logrado darle voz a las historias queer en los últimos años. Y ustedes dirán ‘¿pero y Bosé?, ¿y Elton?’. Pues sí, ellos existen y siguen causando impacto. Pero aquí hay dos ideas que no podemos ignorar: “nueva generación” y “costarricense”. Eso no lo teníamos.

Nuestras canciones las cantaban otros y no fue sino hasta el inicio del nuevo milenio que logramos gritar a todo pulmón canciones con acento tico y sabor queer. Las cantaban otros, pero lo logramos.

Pioneras

La música con temática homosexual o queer debió existir en Costa Rica mucho antes de este milenio, pero siempre escondida como muchas otras expresiones. La mayoría de los exponentes actuales marca el inicio de estas expresiones a inicio de los años 90, con el grupo Claroscuro, no solo formado por múltiples mujeres, sino que cantaba abiertamente de romances entre personas del mismo sexo.

Juntas han denunciado el racismo, el machismo e incluso algunas de ellas organizaron las primeras marchas del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La canción “Somos” definitivamente es un himno feminista, pero también tiene varios guiños a relaciones entre mujeres. La canción fue cantada en el Traspaso de Poderes del 2018, después de que en esas elecciones el Matrimonio Homosexual fuera un factor determinante.

‘Compañeras de caminos y de cálidas sonrisas / un abrazo en la mañana y en la noche una caricia’, fue lo que escribió y grabó Ana Castro Calzada en 1997. Como curiosidad y prueba de su compromiso con el tema, ella fue la abogada que ofició la primera boda homosexual en el país, transmitida por stream en la madrugada del 26 de mayo del 2020.

La historia de la generación más reciente de cantantes queer empieza, eso sí, no con pioneras como Claroscuro, sino con artistas hetero hablando de esos temas “prohibidos”. En el 2007 Kurt Dyer publicó con su banda Nada “Homogenio”, una canción contada desde la perspectiva de un muchacho que salía del clóset.

A partir de ese momento creció esa tendencia de canciones de aliades con temática gay, pero nunca cantadas por hombres gay específicamente. Entre las canciones de aliados podríamos mencionar “1000 medicinas” de Pranz y Maul (2015), también sobre un muchacho que esconde su orientación.

La banda nacional 424 le dedicó su canción “Respiremos” (2016) a las luchas LGBTIQA+ y generalmente antes de interpretarla en concierto, le da al público un mensaje en busca de igualdad. Su disco Oro (2012) también fue compuesto utilizando pronombres neutros para abrir la posibilidad a que las canciones fueran interpretadas o reimaginadas con personas de diferente género.

El proyecto Achará, del cantante de 424 Felipe Pérez, también publicó en el 2018 la canción “Miedito”, una canción compuesta para ser cantada con sarcasmo y reírse de la homofobia.

Otra era

Durante la década de los 2010’s vimos la Marcha de la Diversidad crecer a pasos agigantados. La proliferación de comentarios homofóbicos en nuestra Asamblea Legislativa dio paso a la Marcha de Invisibles del 2012 y la proliferación de comunidades en línea donde los colectivos lograron cruzarse, le dio músculo al movimiento y empoderó a muchas personas a cantar sus propias verdades. La música fue literalmente el son al cual marchamos durante muchos años, aunque todavía no hubiese muchas canciones queer costarricenses a la luz.

La primera artista queer que conocí fue Samantha Salas, quien hoy lidera el proyecto Jungle Julia y que en el 2011 firmaba canciones acústicas llenas de angustia bajo el nombre PSJ. Samantha formaba parte de una nueva generación que estaba encontrando los nombres y las etiquetas en tiempo real, que estaba poniendo las cartas sobre la mesa y viendo el clóset como un espacio de incómoda comodidad y no de resistencia.

En un texto del 2015, Samantha preguntaba: “¿Están relacionadas la escena (de música) nacional y la comunidad LGBTI- QA+? Aún no”. La brecha entre las vidas queer y las canciones queer aún era enorme. El texto cerraba con algunos consejos para la comunidad cuir que no puedo dejar pasar: “Si hay una clara ausencia de la comunidad LGBTIQA+ en la escena local al menos “abiertamente”, esta es una oportunidad para crear una”.

Por ese 2015 la cantautora de guanacaste Topo Sikosis meditaba esas mismas ideas. La escena artística liberiana se nutría de las peñas culturales en las que bien podía tocar su banda de hardcore (Hembolia Cerebral) como podía recitarse poesía o escuchar a una cantautora.

“La primera canción cuir que escuché se llama “Querida”, de Ana Lucía Rodríguez, que es como mi hermana de otra madre. Ella cantaba con una naturalidad hermosa, sin mayor dilema y lo hacía genial”, recordó Topo.

Esa experiencia nutrió sus propias canciones, que empezó a publicar justo en el 2015 con el EP Hacer un nido por acá. Topo empezó con un sonido contestatario (“me cagaba en la homofobia”), pero poco a poco optó por hablar más de sus vivencias. Eso no quiere decir que sus mensajes le huyan a la confrontación: su tema “Kuir Punki Rural Contra El Adulto- centrismo De Mierda” dice suficiente solo con su título.

En el 2015 el grupo de rock Colornoise también lanzó “Amalie”, una canción en la que una mujer le pedía a otra “dame, dame tu amor”. Poco después se separaron.

Más allá de las seis cuerdas

Parecía que con una guitarra y una voz melancólica era la forma más sencilla de entrarle a la temática queer en la música costarricense, hasta que en el 2017 otras figuras empezaron a aportar desde el pop: drag queens, influencers, hombres gays, empezaron a salir del clóset con distintas canciones como “Voy a brillar” de Alexx Badilla.

Tras la aprobación del matrimonio homosexual en Estados Unidos en el 2015, la homosexualidad entró al mainstream. De pronto ser gay podía ser cool, siempre peligroso si no eras alto, blanco y musculoso, pero cool al fin y al cabo. Se generó una ola en todo el continente y en Costa Rica en particular, las elecciones presidenciales del 2018 fueron clave para generar una explosión de canciones con temática queer y de resistencia.

En su rol de vocalista de Magpie Jay, Julián Garita escribió “Simple” (2019), una canción que denunciaba cómo la religión pretendía pintar a todas las personas de un mismo color, negando la diversidad del arcoiris. Esta experiencia fue un despertar para Julián, quien ahora como solista firma sus canciones queer como Julián María.

“Cantar en inglés era más ambiguo, porque en inglés no hay necesariamente un género definido, pero ahora que escribo en español puedo utilizar el masculino para referirme a alguien y puedo hablar del miedo, el perdón y el estigma interiorizado que traen esas relaciones homosexuales”, contó Julián, que en enero lanzó “Al Agua”, su primer sencillo como solista.

Otro artista que se puso a subrayar esos pronombres masculinos en las canciones fue Donovan Retana Piedra, que con su sencillo debut “Mirador” (2018) escribió una canción de amor ilustrada con un videoclip de una cita idílica entre dos muchachos.

“Empecé a hacer música porque yo no encontraba nada en Costa Rica que representara lo que yo hiciera”, dice Donovan, quien gracias a sus videos ha creado esa comunidad que siempre le hizo falta de chico: actores, maquillistas, coreógrafos que contribuyen para que cada uno de sus videoclips sea grandilocuente e inequívocamente queer.

Surgieron también bandas punk como Mala Leche y Doña Pacha, la primera tratando explícitamente experiencias de hombres gay y la segunda un proyecto conceptual que derriba paradigmas en la feminidad.

“La idea de Doña Pacha es habitar la hiperfeminidad, hacer un cosplay de la mujer perfecta y la mujer perfecta es, sí, hétero y cis”, dijo Claudia, bajista del grupo, que no cree en los binarios del género.

“Quizá no teníamos algo explícitamente queer en las letras, pero como nos presentamos en vivo, en los photoshoots y en el video que todavía no ha salido al público, sí hemos explorado ese lado queer”, agregó. Y es que hay que verlas hacer cosplay de señoras bien o escuchar como resignifican el tema del programa Teleclub para entender todas las capas de queerness y camp que tiene su proyecto artístico.

Lo mismo sucede con La Power, integrante de una nueva generación a la que poco le importa ser out & proud y que nos ha regalado increíbles momentos de gozo con su tema “Una Mah” (2022).

La generación Z nos muestra un crisol de experiencias en las que encontramos que no hay una regla para hacer música queer: hay artistas trans de ambient y pop como SØNØRÆ (Eve Cordero), las dulces canciones acústicas de Jeudy García, mujeres cantautoras cantándole a otras mujeres en la banda nnn (de Nati Tapia-Álvarez), las rimas incisivas de FUFU y muchas, muchas expresiones más.

Representación

En un entorno en el que las canciones cuir finalmente sobrepasan los dedos de la mano y en el que tanto se habla del “deber” de ofrecer representación al público, tuve la curiosidad de consultarle a los artistas que han visto crecer el movimiento si dicha obligación de “representar” se volvió una carga.

“Me gusta tomarlo como una responsabilidad”, respondió Julián. “Nadie me ha presionado ni me siento presionado a mostrar mi identidad de género ni sexual a la hora de expresarme artísticamente, pero sí siento que me ha tomado tiempo sentirme listo para hacerlo”.

Donovan comparte la dificultad de salir con un proyecto out and proud. “No hay una presión de ser queer a nivel de ‘voy a ser queer para que la gente me escuche’, más bien, para mí la presión es mantenerme siendo queer, a pesar de que yo sé que me va a costar tocar más para cierta gente”, contó.

En sus presentaciones en vivo, Donovan se maquilla, salta y canta como si estuviera frente a miles de personas. En contraste, Topo Sikosis contó entre risas que su proyecto distaba de ser colorido y era más para gente cuir deprimida.

“A veces está como esta idea queer que me parece preciosa de este rey de la fiesta, con los looks más estrafalarios y que busca cómo crear ese impacto, una explosión de color, de baile y movimiento. Pero es algo que a mí no me identifica, siempre he sido una persona socialmente más dispersa, menos social en general y definitivamente, no sé bailar, no tengo idea de cómo mover el culo”, dijo.

Aquí la palabra final la tiene Claudia, que cree que no importa lo que cantemos, nuestra esencia siempre va a permear nuestro trabajo: “En mi opinión personal no siento que haya un asunto de presión de ser artista queer, porque esa es mi realidad. Digamos, no puedo fake it, no puedo teatralizarlo, this is who I am y aunque yo no estoy intentando permear los espacios artísticos o musicales con mi queerness todo el tiempo, de manera consciente o inconscientemente la vara va a suceder”.

Que vengan más canciones en las que nos dejemos ser.

También en esta edición: Visibilidad lésbica: reconocimiento de la comaternidad