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Humorémonos, amor

Por Ana Beatriz Fernández González
@beatrizfergo

El humor es un misterio cautivante y conmovedor. El humor además de arte, es matemática y probablemente filosofía, por su potencial de asombro.

¿Nuestros humores son amores? ¿Nos reímos porque tenemos sentido del humor? ¿Hay humor triste y humor feliz?

¿Es lo mismo un chiste y un meme que una situación humorística? ¿Es lo mismo un “chiste” sexista dicho a mujeres (por parte de un político) que el acoso sexual (por ese mismo político)? ¿Podría ser el humor una forma de abuso?

No es la risa condición sine qua non para vivir y sentir el humor. Afirmar esto aplana las capas y profundidades que conforman esas experiencias, sensaciones, corporeidades, actos o pensamientos: multiversos expansivos que en la posmodernidad ¿se limitan cada vez más ante lo políticamente correcto?

El humor es un misterio cautivante y conmovedor. A veces pienso que adolezco de un humor cool o cínico, tan de moda en redes sociales –sobre todo en Twitter– y tan bien ranqueado por aquellos que se consideran la “tapa del perol” del humor.

Hace falta humor para cuestionar –con sospecha y en dialéctica permanente–, nuestros prejuicios, rigideces, nuestra cosmovisión, nuestro marco, tan cuadrado, de pensamiento, nuestras relaciones diversamente humanas, el sexo y el amor, el deseo, la muerte.

Dejar fluir el humor frente a la muerte, relajarme con un gesto –¿sonrisa? – de complicidad; a eso aspiro.

Si el humor tuviera forma geométrica sería el círculo del uróboros, la elipse del ADN, las aristas de un cubo de Rubik, un triángulo equilátero piramidal.

Sería el infinito, como las curvas con forma similiar llamadas lemniscata, que estudia la geometría algebraica.

O la zona áurea de Fibonacci.

Porque el humor además de arte, es matemática y probablemente filosofía, por su potencial de asombro.

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Confieso que según mi propio “humorómetro”, mi sentido del humor es más bien discreto y está asociado a componentes que también forman parte de su tesitura cómica y, de algún modo, nostágica: ternura, sorpresa, diferencia, extrañeza, capacidad de verse a sí mismo o sí misma y a las demás personas con un grado importante de compasión y (auto)indulgencia.

La ironía y la paradoja desconcertantes, la crítica en tono de sarcasmo, los juegos de palabras ingeniosos, el asombro de la situación inesperada con un giro cómico, el arte de la comedia, la seducción pícara, respetuosa y consensuada, la caricatura, la sátira y la parodia elaboradas con fineza; todas estas formas también se congregan en mi casa cónica del humor.

Para mí, el humor que nace de la ofensa hacia los demás debería estar vedado, asimismo los tortazos, ciertos gags desabridos –aunque la comedia física puede ser reparadora–, los chistes burdos, y en esa misma línea otras expresiones más.

Tomar con humor (o reírnos) las faltas y excesos que nos hacen seres imperfectos puede bordear el “qué me importa a mí”, por lo que la medida justa, el balance de mofarnos de nosotrxs mismxs, se tendría que traducir en un espejo que, sin moralizar, nos enfrente con los vicios propios, algunos dañinos y otros ¿necesarios?

Más que irrespetuoso el humor tendría que ser irreverente, y si trata de burlarse, que sea de las normas, los cánones y dogmas, las prácticas indignas como la esclavitud, la colonialidad, la discriminación, la sumisión, el racismo, el machismo, y un largo etcétera de violencias anquilosadas en nuestras sociedades patriarcales.

Hay quienes consideran el humor en sus distintas variantes como una expresión de arte menor. Sin embargo, lxs caricaturistas, por ejemplo, dan fe racional, estética y emocional de la belleza y el sentido que puede tener una ilustración dibujada en un solo cuadro o en una sucesión de cuadros, con personajes y sus respectivos globos de diálogo, si es que codifican el lenguaje de esta forma.

En Instagram sigo asiduamente a cuatro humoristas gráficos, cada uno con su lápiz, colores y estilo peculiares con los que dinamita la comprensión sensible del mundo y más allá (o más acá).

La costarricense Laura Astorga, con su ironía política y trazo perturbador; los argentinos Liniers, quien da vida a dos personajes –Enriqueta y el gato Fellini–, leales e inseparables; y Tute, que ironiza sobre las relaciones de pareja heteronormativas que encarnan Mabel y Rubén; y la española Lola Vendetta, creadora de la saga que lleva su nombre artístico, en la que, con ternura mordaz, despedaza el machismo.

Una de las historias que más me ha conmovido, autoría de uno de los integrantes de este formidable cuarteto, es la viñeta de Liniers, en que Enriqueta y Fellini, parados frente a un árbol frondoso, contemplan asombrados una hoja de maple caer.

La hoja se mece con el viento, se suspende en el punto exacto de la zona áurea de Fibonacci, y Enriqueta dice: “Sí…¿pero qué significa?”.

Algo así me pregunto: ¿Qué es el amor? y el humor ¿Qué significa?