Por Priscila Gómez
@muelablanda
Celebro que intentarlo se ve de muchas maneras. Estar horas de pie. Sacar la basura. Lavar la ropa. No contestar llamadas.
Celebro la primera frase que me llega a la mente cuando despierto: Give me jungla. Ganas de explorar, de reír. Give me lluvia, también. Y nuevos idiomas y flores por conocer.
A veces siento la vida hacerse muy pequeña, y a veces muy grande. A veces puedo sentir todo lo que contiene un minuto, todo lo que pasa.
Es pequeña en mi espacio más íntimo, siendo quien me gusta ser. Cocinando, cuidando, abrazando, escuchando. Hablando del día, de lo que nos pasa, del ternero que vi corriendo en un campo gigante y verde que me hizo sonreír desde adentro.
Celebro poder nadar cada vez que lo necesito. Flotar con los ojos cerrados lo más que pueda, aunque me dé miedo que me coma un tiburón. Pero celebro poder estar en perpendicular, sin ejercer ningún peso sobre esta Tierra, ni de mente ni de pensamiento.
La vida grande está en las noticias, en el Internet, en todo lo que tiene metal y concreto. Ese sí, me come viva.
Celebro las horas que paso viendo el horizonte esperando ver una ballena saltar.
Desde que encontré una serpiente afuera de la casa, veo todas las raíces de los árboles, que me rodean, moverse. Celebro los ratos que paso esperando.
Celebro que intentarlo se ve de muchas maneras. Estar horas de pie. Sacar la basura. Lavar la ropa. No contestar llamadas.
Celebro la formación de nubes, la humedad, el vapor del concreto, la llovizna, el barro, todo al mismo tiempo. Y los días de mucho sol que están registrados como los días más felices de mi vida.
Tal vez sí han pasado muchos eventos, transformaciones, momentos, y no he tenido tiempo para sentirlo todo. Hace unos meses quería detener el tiempo, no quería que nada cambiara, vivir en mi pequeña realidad, de mi mundo seguro y completo, pensaba… Y tuve que hacer todo lo contrario, una vez más.
Moverlo todo; para saber qué hay más allá. Porque solo así se ha podido encontrar nuevas formas de mantenerme encantada.
Celebro que siempre me despierto de madrugada, 2 o 3 o 4. Con toda la energía del mundo. Pero a esa hora no me queda más que salir a ver el cielo, las estrellas, el satélite que tampoco para de moverse, y pienso y llego siempre a una verdad tierna que me tranquiliza.
Y deseo. Deseé tanto que me exploto la galaxia en la cara. Celebro las canciones que bailábamos en la sala para despertar el alma, para distraernos. Celebro que el día más triste de mi semana entré a la casa, y en la sala habían construido un fuerte con cobijas y sábanas. Para mí, para jugar, para todos.
Las hojas en los árboles se siguen moviendo. Hay gallinas y perros. Todo lo celebro. Los buenos deseos. Las coincidencias. Cada abejón que entra al cuarto. Todas mis claras intenciones. La espuma en mis pies.
Cada vez me alejo más de las personas. Es radical. Pero no quiero más ser juzgada, o pensada, o vista. Quiero encontrarme en otros y sentir paz. Decir que no sé que ando buscando y que no sé cómo celebrar eso.